martes, junio 07, 2011

 

UNA RUTA LLAMADA NORTE

Escribir historias de esta tierra desértica, de destinos encontrados y personajes comunes, fue la elección de Jaime.
Plasmar en papel el ahora, ayer y mañana, su placer más concurrido.
Dar vida a 16 libros, decenas de colaboraciones fuera y dentro del país, más de 300 reseñas bibliográficas y más de mil 500 artículos editoriales, han implicado un trabajo de 27 años.
De entrega a una pasión.
Jaime Muñoz Vargas, jamás se imaginó ser un escritor, hoy, es más que su profesión, es una forma de vida que lo ha llevado consumir logros, alcanzar victorias.
Obtener cinco premios nacionales de literatura. Encontrar su madurez.
Fue con su maestro Saúl Rosales, un 9 de septiembre de 1984 cuando por primera vez publicó algo.
En un suplemento cultural del periódico La Opinión, ahí, en la pagina número tres, quedaron las primeras letras de este escritor: “fue como dar a luz algo”.
El preludió de esta historia se remonta a aquellos días en que Jaime, con 10 años de edad, cuando apenas era un niño al que le fascinaba leer artículos periodísticos de deportes, sobre de todo de fútbol, ese juego que le eriza la piel, empezó a leer.
Sin darse cuenta abrazó con mucho fervor la lectura, perderse en esas crónicas de encuentros deportivos era su mejor pasatiempo.
Imaginar.
Revivir momentos.
Explorar otro espacio.
Sin darse cuenta el mundo de las letras se convirtió en su lugar.
Fueron 10 libros amarillentos, desterrados de alguna biblioteca, los que detonaron en Jaime un gusto por la lectura, situación que trascendió al contenido: “mas que leerlos me gustaron como objetos, me llamó la atención la belleza del libro, el papel, la tipografía, el olor, su aspecto en general”.
Poco a poco, ciertos azares se manifestaron, circunstancias muy peculiares lo invitaban a elegir este camino, el de los acentos y las comas.
Tuvieron que pasar quince años para que este hombre se pudiera autodenominar escritor, malas y buenas experiencias le permitieron alcanzar la madurez para poder hacer frente al destino y vivir de eso, soñar que era posible.
El trabajo de Jaime de alguna forma es un archivo histórico de lo que fue Torreón, de lo que es.
Sus textos guardan lugares, rostros de gente, sonidos y aromas.
Laguneros que en determinado momento dieron luz a sus ojos.
Que fueron testimonio de una cultura, de una tradición.
Que simplemente fueron.
Este hombre escribe situaciones raras, argumentos ingeniosos: “plasmo todo lo que se me ocurre, lo que surge de manera espontánea”.
Imágenes. Gestos. Sueños. Conversaciones.
Todo lo nutre, todo lo incita.
“Son como pequeñas piedras que voy juntando en el camino”.
Disfruta de la belleza del libro, por ello es también editor.
Es en la fachada de una obra donde Jaime disfruta invertir tiempo, ya que será ahí donde se produzca el primer encuentro con un posible lector.
Decide mencionar un libro, elegir un trabajo que le implicó un esfuerzo más especial.
Leyenda de Morgan se titula, cinco cuentos policíacos, todos ubicados en la Comarca Lagunera, donde policías y ladrones recorren las calles que a diario la gente camina y los protagonistas, visitan lugares que hoy ya no existen.
Ese es el trabajo de Jaime, su legado a La Laguna, su camino recorrido.
El dos de agosto del 2009, cuando cumplía mil publicaciones de su columna editorial llamada, Ruta Norte, Jaime escribió: “De chiquito aprendí muy bien a ser desorganizado; lo he sido en todo, pero cuando empecé la aventura casi infructuosa de escribir vislumbré, solo y a tientas, que este oficio de tinieblas requería un poco de orden, un mínimo hilo ariadnesco para no extraviar el rumbo en el laberinto de papeles convocados por el trato con las palabras”.
Hoy ese rumbo continúa, el laberinto se incrementa.
Su existencia esta en un momento de replantear, para aliviar un congestionamiento.
Tres libros se avecinan, mayor orden busca: “Seguir contando todo lo que me asombra”.
Héctor García





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