viernes, octubre 29, 2010

 

SETENTA DE SAÚL


Saúl Rosales cumple hoy setenta años. En este aniversario dejo constancia, otra vez con el énfasis de la palabra impresa, de mi agradecimiento y el de muchos que no tienen el privilegio de un espacio público para expresarse pero sí la gratitud para reconocer a quienes, como Saúl, han edificado una trayectoria abultada de logros y guiada siempre por el norte de la generosidad.
He contado en otras cuartillas lo que Saúl ha hecho por la cultura lagunera desde 1982 a la fecha. Marco ese año como arranque del trabajo emprendido por Saúl en La Laguna porque en enero del 82 retornó a Torreón luego de radicar dos décadas en la capital del país. Saúl acopió allá la experiencia no sólo literaria, sino vital, que luego sería fundamental para el desarrollo de la cultura lagunera. En el DF se fogueó, aprendió, escribió, militó. Su roce con los espacios culturales del centro del país le abrieron la visión, lo acostumbraron a pensar en las posibilidades de la palabra como instrumento sensibilizador.
Con lúcida tenacidad, a los 42 años de su edad Saúl comenzó aquí una tarea que hoy continúa. Los pasos de su reinserción laboral fueron difíciles. Si en México había batallado para ganarse el sustento y la respetabilidad, en La Laguna le fue doble o triplemente complicado hallar espacios para desempeñarse. Sosegadamente, sin alharaca, con la modestia y la constancia de un trabajador que en principio debe ganar para lo básico, Saúl ramificó su hacer en al menos tres vertientes: el periodismo cultural, la docencia universitaria y tallerística y el armado de una obra literaria personal. El valor del suplemento Opinión Cultural fue determinante para que a mediados de los ochenta muchos laguneros (me incluyo) accedieran a textos y autores que aquí eran desconocidos, además de encontrar en sus páginas la posibilidad de publicar. A la par, Saúl dio clases en aulas formales y en el heterodoxo magisterio de los talleres literarios; para todos es un hecho que los dos principales espacios de formación literaria en La Laguna reciente han sido el taller Botella al mar y el taller del TIM. El número de escritores que de allí han destacado da para pensar que tal es uno de los mejores frutos de Saúl. Su obra literaria, por último, es, como se dice hoy, un referente de las letras laguneras cuya mejor valoración, creo, nos aguarda en el futuro.
No es este modesto tributo a su trayectoria lo único que haré para que el susodicho futuro nos alcance. Por lo pronto, muestro un inédito “decálogo de doce puntos” que logré arrancarle a Saúl hace algunos años; allí está expuesta, mejor que en mis renglones, la profesión (en el estricto sentido de lo que profesa) de este escritor, maestro y amigo. Saúl declaró:
1. Ser fiel a mi vocación de escritor, anteponerla a otros intereses en la medida en que lo permita el ganarse el salario de cada día.
2. Intentar ser mejor en cada obra.
3. Tratar de creer siempre en mi obra, que la maldita inseguridad no demerite sus valores.
4. No escatimar el valor de autores y obras para que sus cualidades y ejemplaridad iluminen la mía. Evoco la inmensa sabiduría de La Celestina: “Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo”.
5. Releer y releer a los clásicos.
6. Procurar que la atmósfera que se respire en cada texto sea la libertad.
7. Escribir lo más que pueda.
8. Borrar lo más que pueda. Dejar libre el paso devastador y desbastador de la autocrítica.
9. Leer lo más que pueda.
10. Preocuparme por el estilo para que sea siempre lo que convencionalmente se puede considerar literario, sin esta preocupación la obra acabará siendo palabra de comerciante, de chatero de internet.
11. Preocuparme por las estructuras de la obra para que en su solidez se apoyen nuevas estructuras. La literatura de por sí es revolucionaria.
12. Creer en la literatura porque es un bien de la humanidad cuya materia prima es la palabra usada no sólo explorando y explotando todas las potencialidades de su dualidad significante-significado, sino porque el uso que se hace de ella es de propósito artístico. Así como la humanidad se ganó el derecho de crear con otros materiales cosas bellas para su gozo, igual conquistó el derecho de crearlas con la palabra y debe ejercerlo. JMV





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