jueves, septiembre 09, 2010

 

BOCETO DE PACO AMPARÁN

Adentrarse en la vida y en la obra de Francisco José Amparán Hernández, Paco Amparán a secas, es ingresar a una de las trayectorias intelectuales más ricas y consistentes de la literatura lagunera. Ricas porque Amparán tocó muchos quehaceres vinculados con el pensamiento y la creación; consistentes porque desde su infancia fue un hombre que organizó su mundo par leer, escribir y transmitir sus múltiples saberes frente a diferentes públicos. Es difícil, por esto, aglutinar una vida tan fructífera en un puñado de cuartillas, y todavía es más difícil hacerlo cuando aún no nos reponemos de la sorpresa que causó su desaparición física la tarde del 4 de julio de 2010.
Paco Amparán nació en Torreón el 23 de octubre de 1957 a las 2.15 de la tarde en la Clínica Torreón. Fue registrado en Gómez Palacio el 6 de noviembre del mismo año. Sus padres fueron Francisco Amparán Hernández, oriundo de Durango capital, y de Josefina Hernández de Amparán, de Chihuahua. Por el lado de sus cuatro abuelos Paco Amparán tenía cepa chihuahuense: los dos paternos de Parral; los dos maternos de Chihuahua. En ese origen quiero imaginar que se basaba la índole de Paco: era trabajador, organizado, incansable como lo son la mayoría de los chihuahuenses. Sé que buena parte de su vida, la parte más fomativa, la vivió en Gómez Palacio, y que desde pequeño mostró una inclinación marcadísima por la lectura, pedestal en el que se apoyaría todo lo que hizo en el futuro.
Era un lector tan constante que ni los estudios en ingeniería química industrial consumados en el Tec de La Laguna lo separaron de los libros humanísticos. Su vocación, si pudiéramos resumirla en una palabra, era la de lector. Leía hasta caminando, como lo recuerda su amiga Asunción del Río al evocarlo como compañero de trabajo y amigo en el Tec de Monterrey Campus Laguna (caminaba, escribe Asunción, “a paso rápido y con la cabeza baja, cuando no metida en un libro”). Tal vez sus primeras lecturas, desde siempre la del National Geographic, gusto que heredó de su padre, despertaron en Amparán la obsesión de imaginar. Eran tiempos sin internet, claro está, pero él ya navegaba por el conocimiento del mundo gracias a su curiosidad sin freno, al contacto permanente con las revistas cultas y los libros igualmente nutricios.
Hay zonas de la vida de Amparán que desconozco, pero por lo que le oí, le leí o supe de terceros, sé que jamás cedió a la tentación de la inactividad. Su inquietud fue inquebrantable y por ello no es extraño que su último día de vida haya coincidido con un día más en la publicación de su columna. En efecto, siempre que lo vi estaba en contacto con un libro y desde que me recuerdo como lector de periódicos y libros por allí rondaba la firma de Paco Amparán. Cerca de treinta años, entonces, han pasado desde que leí algo de su cuño, así que no es exagerado afirmar que el tamaño de su obra completa, incluido el periodismo, constituye uno de los productos más destacados y abundantes de la escritura en La Laguna.
Gracias a mi manía de coleccionar papeles viejos di en mis incómodos archivos con dos entrevistas concedidas por Amparán, una a La Opinión , publicada en noviembre de 1983, y la otra a El Siglo de Torreón, en enero de 1989. Sé que luego le hicieron más entrevistas, pero en las que menciono habita la presencia de un escritor que apenas descuella, un muchacho de 26 y otro de 32 años que en ambos casos habla sobre sus gustos, sus filias y sus aspiraciones.
En el suplemento cultural de La Opinión que coordinaba Saúl Rosales, Amparán dialogó con María Teresa Duarte Salazar. La foto que adereza la página dos de aquel tabloide muestra a un joven de blusa beisbolera, de grandes lentes, fumando y levemente recargado en su librero; el entrevistado muestra allí una sonrisa tenue, segura, confiada. En la entrada la entrevistadora apunta lo siguiente: “confiesa sus afinidades profundas con Borges, Gunther Grass, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Graham Greene”. Como muchos sabemos, el gran salto de Amparán hacia la literatura de ficción se dio gracias al Talitla (Taller literario de La Laguna ) que por varios años encabezó el poeta zacatecano José de Jesús Sampedro en las Casas de la Cultura de Torreón y Gómez Palacio.
Hoy, homenaje a Paco Amparán). JMV





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