viernes, julio 16, 2010

 

NUESTRO JET DE LA PRADERA



Dicho con estilo sentencioso, la mejor forma de conocer una ciudad es recorriéndola a pie o en su sistema de trasporte urbano. En la burbuja del coche, sin el contacto estrecho con la calle, la urbe es otra y se torna inaprensible. Quizá por eso Monsiváis no manejaba. Supongo que para el cronista recién ido la ciudad era un laberinto cuyo sentido sólo podía ser descifrado desde una posición de copiloto o de plano a Pincelín Wearever. Si fue así, le doy la razón: sólo al ritmo de la caminata o desde la ventanilla de un camión se puede sentir el pulso de la ciudad, su color, su forma y hasta la sinuosidad de su alma escurridiza. Por eso soy de los que todavía emprenden el ejercicio espiritual de viajar en camión de vez en cuando, sólo para rehidratar el conocimiento evanescente de la ciudad en la que habito.
La última vez que lo hice, lamentablemente, fue hace como un mes. Los amigos de Unidos por Gómez Palacio me invitaron a una ceremonia en la que le harían propuestas a Jorge Herrera Caldera, en ese momento candidato del PRI a la gubernatura de Durango. El aspirante llegó una hora tarde y tuve que abandonar el salón, pues yo tenía mi ineludible y terapéutica cita con la lucha libre. Era un jueves. Recuerdo que me fui a Gómez en camión. Primero tomé el Jacarandas; luego un “verde” en la Acuña. Aproveché el recorrido para todo lo posible: primero, ir a mi destino; segundo, echarle un ojo a la Alianza, rumbo de la ciudad que ya casi no recorro; tercero, ver cómo andan nuestros camiones luego de las muy cacareadas mejoras.
Básicamente no ha pasado gran cosa. Siento que los camiones de las rutas locales ofrecen en esencia el mismo servicio que siempre han dado, y conste que lo conozco porque nunca he querido desprenderme totalmente del jet de la pradera. Lustros y más lustros han pasado, diálogos y diálogos se han dado entre las autoridades y los transportistas, y el servicio es muy parecido al de siempre. Cierto que las unidades han sido mejoradas, sobre todo en sus cascarones, pero el servicio en general es todavía chafón. Cuando la ciudadanía se queja de la atención deficiente es porque en verdad los camiones son tortuosos.
No idealizo: viajar en jet de la pradera es molesto, más en las larguísimas temporadas de calor, como la que ahora vivimos. Dentro del camión es posible disfrutar de más de cuarenta grados, lo que sumado al brincoteo, a los frenones y a los aceleres repentinos da como resultado que cualquier viaje se convierta en un martirio. Ahora, pues, que acaba de darse un aumento al pasaje (20 centavos a la tarjeta y un peso —que me parece mucho— al efectivo) no estaría mal que recordaran el buen trato que le deben a la ciudadanía.
El chofer, pese a todo, está obligado a ser amable y cuidar la integridad de los usuarios, más si son niños, mujeres y ancianos. Lo que un concesionario declaró ayer a La Opinión merece ser considerado como una posibilidad que cambie en definitiva el proceder de los choferes: “la única forma de que se vea una mejoría real en el trato al pasaje de parte de los operadores, es que los concesionarios dejen de ser arrendadores de unidades y se transformen en patrones, que puedan pagar vacaciones, seguro social y prestaciones a sus operarios”.
De muchas formas se ha buscado que el transporte urbano de Torreón sea por fin justo, eficaz y civilizado. Falta mucho por invertirle, y creo que la prioridad está en las unidades y en los choferes. Mientras alguno de esos dos elementos falle, el servicio será, como hasta ahora, deficiente. JMV





<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?