viernes, mayo 14, 2010

 

LIBROS Y CONTENTO


He oído, por supuesto que con risa, la exageración aquella de que sólo en Buenos Aires hay más librerías que en todo México. Cierto que en territorio porteño hay muchas, pero en el DF, sobre todo en el DF, no escasean y algunas son francamente descomunales por su tamaño y su surtido. Eso no significa, empero, que sea peregrina la fachendosa afirmación sobre las numerosas librerías de Buenos Aires: en efecto, esta ciudad tiene librerías a lo bestia, tantas como jamás he visto en otra parte. La mayoría está en el centro de la Capital Federal, y dentro de ella, su más nutrida variedad se ubica en la famosa calle Corrientes. Al final, uno no puede venir a la Argentina sin darse una vueltita por Corrientes. Hasta los que no leen encontrarán aquí algo de interés, pues es zona de disqueras, de restaurantes, de tiendas de ropa y de teatros. Durante muchas cuadras, con el obelisco de la avenida 9 de Julio como eje, Corrientes luce sus abrumadoras librerías, listas hasta las diez de la noche o poco más para que le gente se dé un atracón bibliográfico de dimensiones pantagruélicas.
En mis anteriores viajes (2004 y 2007) avancé poco a poco por las librerías de Corrientes y cada una era una tortura, pues en todas la oferta de libros parecía infinita. El problema es grave, y se podría plantear en esta pregunta: ¿cómo elegir en donde parece que todo hay? Por fortuna, esta vez me asomé a las librerías de Corrientes en el segundo tiempo del viaje, es decir, cuando ya mi presupuesto había dado de sí en los pabellones de la Feria del Libro. Pese a ello, volver a la calle de los libros inagotables fue inevitable por dos razones: para atender un encargo de DVDs de mi amigo Adolfo Calderón y para ver qué libros extras se sumaban a mi maleta. No podían ser muchos, pero al entrar, por ejemplo, a la sucursal de Lozada establecida al 1500, no pude no pensar que con esa sola tienda basta para asfixiarse de libros, y compré cinco o seis más.
Casi concluido el viaje (salí a Torreón ayer jueves en la noche), el resultado en los dos incisos de mi interés ha sido, lo digo sin tibieza, óptimo. Hice finalmente cuatro presentaciones de mi trabajo escrito, tuve dos largas entrevistas de radio, conversé con al menos treinta escritores que en todo momento me mostraron afecto y respeto, y me hice de los libros que siempre son un objetivo destacado de estos recorridos. No puedo no sentirme contento y, en el fondo, serenamente orgulloso de saber que, en más de un sentido, la literatura me permite acceder a estas extrañas manifestaciones de la felicidad. No olvido que nací y radico en una ciudad con varios buenos escritores, la mayoría residente fuera de nuestra región. Viven fuera, entre otras razones, porque La Laguna no ofrece demasiadas posibilidades para el crecimiento literario, entendido esto en todos los sentidos: no hay carreras de letras, editoriales, librerías y, en general, no hay una atmósfera que permita al escritor y su familia vivir decorosamente.
Ese es el fundamento de mi orgullo: saber que con sacrificios es posible reunir fondos personales (con trabajo periodístico, cursos, talleres, ediciones, concursos y trabajo de promoción cultural) y con ellos trazar aventuras enriquecedoras como la que estoy a punto de concluir. Me da mucho gusto poder afirmar, sin que queme mucho el sol, que este viaje cercano a su finalización es producto exclusivo de mi trabajo, que ni un peso he solicitado de ninguna institución pública o privada, y que por ello no tengo absolutamente nada qué agradecer a nadie en La Laguna en razón de este reencuentro con Buenos Aires, salvo a mis tres hijas, por esperarme, y a Renata, mi esposa, por alentar como siempre mis emprendimientos literarios.
Viene en septiembre, por suerte, un viaje a España donde están apalabradas dos presentaciones. Luego, en octubre, un congreso en Colombia y, en mayo de 2011, Buenos Aires otra vez. En La Laguna no hay mecenas para eso, ni para mucho menos que eso. Mi mecenas, en todo caso, es escribir, atar lo mejor posible las palabras para el otro, para quien tiene la gentileza de leer. Luego, por cierto, iré reseñando los libros que pepené por acá. Desde ya afirmo que tal es, insisto, el último propósito de todos estos ajetreos. JMV





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