sábado, abril 17, 2010
LUCHA DE LA ANTICAMIL
Raymundo Tuda y este servidor somos presidente y tesorero, respectivamente, de la Asociación Nacional de Tipos Indignados por Camil (la ANTICamil A.C.). Hasta ahora sólo tenemos dos adherentes, él y yo, y de hecho no nos interesa afiliar a nadie más. El propósito de la ANTICamil es, como su sigla lo insinúa, denunciar la campaña de difamación que el “actor” Jaime Camil ha emprendido, desde que comenzó su carrera, para deturpar en el mundo la imagen de los actores mexicanos. Creemos que nuestra aspiración es justa, pues no puede ser posible que México tenga actores de calidad indiscutible, verdaderos maestros como Ignacio López Tarso, Aarón Hernán, Blanca Guerra, Diana Bracho, Germán Robles y muchos otros, y ese histrión de novena sea visto por millones sin que nadie diga nada.
La idea de crear la Asociación nació de una charla en la que, azorados, caímos en la cuenta de que ambos lo detestábamos con detestación jarocha. Alelados, incrédulos, comenzamos a imitar sus “graciosos” parlamentos, su gestualidad inverosímil, su férrea incapacidad para decir una sola frase persuasiva; para derivar en esa conclusión nos bastaban, por cierto, fragmentos inconexos de sus telenovelas, los que se pueden ver mientras López Dóriga entra en escena. Por eso mismo, reflexionamos, sus papeles siempre se relacionan con el galán simpaticón, porque nadie en el universo le creería una frase en registro serio o trágico. Lo malo, nos dijimos Tuda y yo, es que ni en clave cómica o semicómica o fársica o como se diga el tal Camil le saca brillo actoral a nada. Junto a él, Andrés García y Ari Telch son Marlon Brando y Marcello Mastroianni, así que ya podemos imaginar la tortura que es ver, o saber, que Camil está poniendo impunemente en bajo (no en alto) el buen nombre del gremio actoral mexicano. Eso nos avergüenza.
Dije que lo imitamos, pero exagero, pues sólo Tuda es quien lo emula con notable habilidad. Su parodia es tan buena que hasta Camil llegaría a reír si la oye. Estoy seguro que reconocería en el calco sus muy hechos y huecos modos, su voz de actor ayuno de pericia para ser engullido por el personaje. Cómo estará la cosa que hasta Tuda, quien jamás ha pisado un escenario, hace mil veces mejor el papel de Camil que el mismísimo Camil.
Ahora bien, y en descargo del “actor”, no toda la culpa es de él, sino de quienes lo hacen compadre. Sabemos que tiene una posición bien ganada como millonario, como triunfador, como playboy azteca, como amigo de Luis Miguel (caray, otro agradable), como rompecorazones, como latin lover que emprende aventuras superpicudisísimas en moto y todo eso; está bien, no le regateamos tales maravillosos méritos, pero de ahí a considerarlo actor, de ahí a enjaretarlo como protagonista de telenovelas, hay una distancia como la que media de Velardeña a Liverpool.
Camil es tan malo que ni siquiera en producciones chafas es capaz de dar el ancho. La historia en la que participa en estos días, por ejemplo, es un dechado de estulticia. En ella se narran “conflictos” de una televisora y aparecen, entre otros, Rogelio Guerra, Verónica Castro y Ludwika Paleta. Son notables, también por degradantes y fallidas, las participaciones de unos gays que jotean todo el tiempo, sin tragedia ninguna, locas bobas como las que siempre ha explotado el consorcio cuando aborda el espinoso tema de La Homosexualidad. Pues bien, en esa guacareada de relato, en esa trama miserable se ve mal (¡se ve mal!) la actuación de Camil, como si su competencia profesional no sirviera para sacar adelante ni un papelito chusco. ¿Quién es el culpable? No sé: el productor, el director, tal vez el público que ya aceptó, vencido, que le sirvan acuosos platos de lentejas en la tele. Lo único grato de todo esto es que Tuda y yo estallamos de risa, muertos de rabia, en las reuniones bimestrales de la ANTICamil. JMV
La idea de crear la Asociación nació de una charla en la que, azorados, caímos en la cuenta de que ambos lo detestábamos con detestación jarocha. Alelados, incrédulos, comenzamos a imitar sus “graciosos” parlamentos, su gestualidad inverosímil, su férrea incapacidad para decir una sola frase persuasiva; para derivar en esa conclusión nos bastaban, por cierto, fragmentos inconexos de sus telenovelas, los que se pueden ver mientras López Dóriga entra en escena. Por eso mismo, reflexionamos, sus papeles siempre se relacionan con el galán simpaticón, porque nadie en el universo le creería una frase en registro serio o trágico. Lo malo, nos dijimos Tuda y yo, es que ni en clave cómica o semicómica o fársica o como se diga el tal Camil le saca brillo actoral a nada. Junto a él, Andrés García y Ari Telch son Marlon Brando y Marcello Mastroianni, así que ya podemos imaginar la tortura que es ver, o saber, que Camil está poniendo impunemente en bajo (no en alto) el buen nombre del gremio actoral mexicano. Eso nos avergüenza.
Dije que lo imitamos, pero exagero, pues sólo Tuda es quien lo emula con notable habilidad. Su parodia es tan buena que hasta Camil llegaría a reír si la oye. Estoy seguro que reconocería en el calco sus muy hechos y huecos modos, su voz de actor ayuno de pericia para ser engullido por el personaje. Cómo estará la cosa que hasta Tuda, quien jamás ha pisado un escenario, hace mil veces mejor el papel de Camil que el mismísimo Camil.
Ahora bien, y en descargo del “actor”, no toda la culpa es de él, sino de quienes lo hacen compadre. Sabemos que tiene una posición bien ganada como millonario, como triunfador, como playboy azteca, como amigo de Luis Miguel (caray, otro agradable), como rompecorazones, como latin lover que emprende aventuras superpicudisísimas en moto y todo eso; está bien, no le regateamos tales maravillosos méritos, pero de ahí a considerarlo actor, de ahí a enjaretarlo como protagonista de telenovelas, hay una distancia como la que media de Velardeña a Liverpool.
Camil es tan malo que ni siquiera en producciones chafas es capaz de dar el ancho. La historia en la que participa en estos días, por ejemplo, es un dechado de estulticia. En ella se narran “conflictos” de una televisora y aparecen, entre otros, Rogelio Guerra, Verónica Castro y Ludwika Paleta. Son notables, también por degradantes y fallidas, las participaciones de unos gays que jotean todo el tiempo, sin tragedia ninguna, locas bobas como las que siempre ha explotado el consorcio cuando aborda el espinoso tema de La Homosexualidad. Pues bien, en esa guacareada de relato, en esa trama miserable se ve mal (¡se ve mal!) la actuación de Camil, como si su competencia profesional no sirviera para sacar adelante ni un papelito chusco. ¿Quién es el culpable? No sé: el productor, el director, tal vez el público que ya aceptó, vencido, que le sirvan acuosos platos de lentejas en la tele. Lo único grato de todo esto es que Tuda y yo estallamos de risa, muertos de rabia, en las reuniones bimestrales de la ANTICamil. JMV