viernes, julio 31, 2009

 

VIOLENCIA UBICUA

Leí en La Opinión de ayer una nota alarmante, reveladora de que la situación anda tan mal que cualquier mínimo sosiego (que ejecuten a veinte en un día, por ejemplo) nos parece casi paradisiaco.
Según Emilio Álvarez-Icaza Longoria, titular de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y aspirante a encabezar la instancia homóloga federal, el índice global de la paz, que incluye a 144 países, colocó a México en el lugar 108.
Álvarez-Icaza señaló que el “índice incluye criterios para intentar relacionar factores cuantitativos y cualitativos de la paz.
Por lo anterior, relaciona factores como la transparencia, educación, bienestar material y el proceso de los derechos humanos, entre otros”.
Agregó que “la paz se entiende ‘no sólo como que no haya guerra’ sino que incluye la violencia estructural que se registra como las agresiones armadas, la familiar, laboral, escolar y la social”.
Hasta allí las palabras del ombudsman del DF.
Por eso ha sido bien evaluada, en general, la labor de Álvarez-Icaza, lo que puede derivar en su llegada a la misma dependencia, pero con alcance nacional.
Enfatizar que la violencia no es sólo el estado de guerra (o en guerra), o los asesinatos y demás, es hacer hincapié en la otra violencia, esa que en general es calificada de otra forma y pasa por desajuste, por injusticia, por inequidad, no por violencia, es decir, no por lo que también es.
Porque violencia, sin más, es diseminar el desempleo, vedar espacios de trabajo digno a miles de seres humanos que ven en la falta de oportunidades laborales un acotamiento de su desarrollo personal y familiar y un resorte de su desesperación y de su resentimiento.
Violencia es provocar que la alimentación se convierta en un albur, no en una seguridad que ya no quite el sueño.
La subalimentación es a su vez detonante de enfermedades que, contadas por millones, terminan por generar un problema mayúsculo de salud pública.
Y no se piense que alimentarse es lo que millones de mexicanos hacen:
comer sin orden ni medida todo tipo de bazofia, pasto de obesidades que sumadas dan como resultado una pandemia, como lo señaló ayer mismo otra nota de este diario (“Para el Instituto Mexicano del Seguro Social no hay vuelta de hoja:
en México, el sobrepeso y la obesidad son la auténtica pandemia del siglo XXI.
Así lo prueba el hecho de que las enfermedades asociadas a la gordura matan a 78 mexicanos y mexicanas cada día, y atender en hospitales el costo de estas afecciones le cuesta al país 19 mil 710 millones de pesos anuales”).
Violencia es permanecer en la misma dinámica educativa que tiene al país arrodillado y a los pies de una profesora que emplea su poder sindical para ganar cuotas políticas, no para engrandecer el desarrollo académico, científico y tecnológico de este país con una mejor educación para nuestros niños y jóvenes.
Violencia es mantener intocadas las prerrogativas de políticos y funcionarios que han hecho de algunos espacios (los partidos) verdaderos paraísos del confort subsidiado.
Es de suyo violento, por caso, que los diputados federales se despidan de la Cámara con fantásticas tajadas de dinero, tanto que horrorizarían a los mismísimos congresistas gringos.
Violencia es, en suma, todo aquello que atente contra el bienestar social, sea cual sea su manifestación visible.
La famosa guerra contra el narco, entonces, es una más de las muchas formas de violencia que podemos identificar en el presente México.
Las otras han estado allí, creciendo por décadas, minando las potencialidades de toda la nación.
No por nada ocupamos el sitio 108 de 144 en términos de paz.
Y hasta parece demasiado. JMV





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