miércoles, enero 14, 2009

 

VILLANOS DEL MISMO FILM

Tras la publicación de 1988: el año que calló el sistema, de Martha Anaya, dos de los principales actores de aquel monstruoso hecho han tomado la palabra para referirse a las imprecisiones, lagunas o silencios de la investigación. Soy uno más entre los millones de mexicanos que sospechan que aquello fue un fraude, pero que por cuestiones crudamente técnicas no lo puede demostrar ni con las actas en la mano. ¿Quién financiaría ese conteo? ¿Cuánto tardaría? ¿Qué se ganaría con él a veinte años del desaguisado electoral? Es, pues, suficiente, al menos en términos de impresión histórica sobre el pasado, que tras un sexenio desastroso (el de De la Madrid), tras un ambiente de efervescencia nacional a favor de la oposición y tras unas elecciones tan movidas que misteriosamente provocaron la “caída” del sistema, uno tenga el derecho a conjeturar que hubo fraude. Es fácil, pues, decir ahora “revisen las actas” del 88, pues de antemano se sabe que nadie lo hará, de manera que en el río revuelto de los enigmas nacionales todos tenemos una opinión (una frágil y devaluada opinión) sobre las elecciones de aquel 6 de julio. Si no la mayoría, una parte muy considerable de los mexicanos que pasamos de los cuarenta seguimos afirmando, a punta de sentido común, que Salinas llegó a la presidencia en medio de, ese sí, un cochinero monumental. Por eso parecen un tanto cómicos los comentarios que tanto Salinas como Bartlett han hecho en El Universal a propósito del libro (que los antiguos dirían:) de marras. El primero que saltó fue Bartlett, nuevo descubridor del Mediterráneo: “No se detiene [el libro de Anaya] en la ‘caída del sistema’ como es intencionalmente usual, por eso su recorrido aclara lo fundamental. Se propone la autora desprender un velo más de ese ‘paradójico episodio de nuestra historia que tan cerca estuvo de otorgar el triunfo a los cardenistas y terminó por abrirle la puerta a la derecha’. Esta es la médula que tiene un valor histórico, al develar cómo se le abrió la puerta a la derecha, y un valor actual al detallar la alianza de las cúpulas del PRI y del PAN en la derecha que se mantiene hasta hoy. Independientemente de aspectos que no comparto, el libro es revelador”. Más adelante, remacha: “El PRI tenía los votos, pero quería asegurarse y obtener el reconocimiento del PAN. Para lograrlo aceptó la plataforma de la derecha. Ese fue el verdadero fraude del 88. Salinas traicionó a su partido y al electorado. Salinas y Zedillo gobernaron con el PAN y sus principios; Salinas se asoció con Fox; Beltrones y Gamboa apoyan a Calderón. En el mismo recinto en el que el PAN se abstuvo para garantizar la calificación, el PRI de los herederos de Salinas se presentó para dar el quórum y garantizar la protesta constitucional de Calderón. El pacto sigue vigente”. Salinas, quien de un tiempo a la fecha se aparece más que la mano pachona, no podía dejar pasar así como así los comentarios del imprudente ex secretario de Gobernación, el “señor Bartlett”, como lo llama: “A partir de la supuesta versión de una reunión entre quien esto escribe y miembros del PAN en agosto de 1988, Bartlett asegura que se selló un pacto por el cual, una vez en la Presidencia, yo implementaría ‘el programa de la derecha panista con miras a rectificar —afirma— las leyes de Reforma’ y acabar ‘con principios esenciales de la Revolución’”. Y ataja: “Más aún, ¿desde cuándo es ‘de derecha’ reconocer los triunfos de la oposición, como sugiere el señor Bartlett? En cambio, en materia de lealtad partidista, cabría aquí recordar el llamamiento que hizo el señor Bartlett el 27 de mayo de 2006 para votar por un candidato presidencial contrario a su partido, el PRI, en el cual todavía milita y que lo hizo su secretario general, gobernador de Puebla y legislador federal”. Dudo que el agarrón, esperado durante tantos años, vaya a seguir. Pase lo que pase, sólo serviría para alimentar el morbo histórico, pues la imagen popular que se mantiene fija es que ambos fueron villanos en la misma película, aquella de terror que filmaron un 6 de julio.





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