miércoles, septiembre 24, 2008

 

RECUERDO DE JÁQUEZ

Al hurgar en uno de los diccionarios que usé mucho para la talacha periodístico-cultural en mi época formativa de los noventa, saltó una fotito tamaño credencial de Toño Jáquez.
Recordé por qué estaba allí:
alguna vez hicimos credenciales para identificarnos como periodistas en Brecha, y a mí me tocó, olvido la razón, juntar las fotos; al final no supe si las usamos para el propósito pensado.
El caso es que, extraviada en un libro, la fotito de Toño me recordó que hace algunos meses recibí una carta de Margarita Morales Esparza, quien egresó conmigo de la carrera de comunicación.
Ella reporteó para La Opinión y luego para el Norte de Monterrey.
Ahora vive en Valencia, España, donde es mi gentil corresponsal honoraria.
Estas fueron sus amables palabras:
“Te escribo un poco conmocionada por la muerte de Antonio Jáquez.
No sabía nada.
Estaba buscando en la web algo sobre tarahumaras, cuando fui a dar con tu blog por unas fotos que publicaste de ellos.
Me puse a ver qué novedades había en tu trabajo (ya que tenía rato que no te visitaba) y de pronto veo con sorpresa la credencial de Jáquez publicada en un post tuyo.
Con el título que pusiste, “El mejor”, pensé que había sido merecedor de algún premio, ya que últimamente han reconocido con galardones a periodistas mexicanos (Lydia Cacho, Sanjuana Martínez, Semanario Zeta y un fotógrafo de El Universal).
Como llegué a conocer a Jáquez, dado que fuimos compañeros en La Opinión, nos tratamos, convivimos, incluso algunas veces nos fuimos a comer en grupo con otros compañeros, me acostumbré a leerlo y sobre todo a conocer su forma de trabajar y de hacer periodismo.
Muy diferente al que hacían los ‘dinosaurios’ del periódico, quienes incluso veían como “bichos raros” a las nuevas generaciones que íban llegando ahí (entre ellas Sandra Hernández, Cecy Santibáñez y otras más que espero recuerdes).
No era así con Jáquez, en el sentido de que a él no lo veían como bicho raro por su trabajo, sino por no ser uno más de ellos.
Cuando se fue a Monterrey, me contactó, ya que yo tenía en esa ciudad algún tiempo.
Me pidió ayuda para buscar un departamento y nos fuimos juntos a ver algunos.
Finalmente encontró uno muy bonito y en un sitio agradable.
Posteriormente algunas veces nos telefoneamos, pero al poco tiempo él empezó a viajar mucho a México y un día de pronto se me desapareció.
Desde entonces le perdí la pista física, pero sabía que estaba en Proceso, en cuyo directorio un día, con grata sorpresa, me encontré que ya tenía un puesto directivo.
En fin que años después no supe más de él, hasta ahora que me encuentro con tu blog y con la triste noticia.
Me hubiera gustado compartir estas palabras en comentarios dentro de tu post, pero veo que no tienes ese complemento agregado.
Me gustó mucho lo que escribiste de Jáquez (siempre le llamé así).
Me hiciste recordar los tiempos que compartí con él en La Opinión, incluso cuando mencionas, la forma cómo él trabajaba, en lo cual te concedo toda la razón, porque yo tuve oportunidad de acompañarlo (más bien la hacía de su chofer cuando no tenía carro y me pedía aventón) a hacer algunas investigaciones, como aquella cuando se empezaron a expropiar los terrenos de la calle Juárez, justo para construir la Central de Autobuses y todo lo que hay ahora en esa zona.
Era callado, como lo recuerdas, pero también a veces ¡no paraba de hablar!
Si lo recordaré yo.
Y lo más importante:
era alguien de quien se aprendía, aun cuando él ni se lo proponía ni se daba cuenta.
Descanse en paz”.





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