domingo, enero 13, 2008

 

REGLA Y EXCEPCIÓN

Francisco Valdéz Perezgasga
Hace unos meses se anunció, con bombo y platillo, la aparición de un nuevo reglamento de vialidad que entraría en vigor este año. Muchos ciudadanos nos sentimos alentados, en principio, por lo que parecía ser una modernización reglamentaria que nuestra comunidad necesitaba clamorosamente.Cuando el reglamento fue finalmente aprobado, este resultó tener aciertos y carencias notables.Lo que parecía un acierto -la consideración de la bicicleta como un vehículo más- resulta no serlo. A medida que avanza uno en la lectura del reglamento de vialidad va uno encontrando restricciones y excepciones que se aplican sólo a la bicicleta, que se volvía así no un vehículo más sino uno sujeto a discriminaciones absurdas.La obligatoriedad para usar casco, por ejemplo, no se extiende al conductor o al pasajero de un carricoche de motor ni al peatón, todos ellos sujetos a un riesgo de lesiones cerebrales. Además, se restringe la circulación de la bici al extremo derecho de la calle por lo que el ciclista queda privado de dar vuelta a la izquierda. En el colmo del ridículo, se responsabiliza al ciclista -¡Hágame usted el favor!- por el descuido del automovilista al abrir inopinadamente su puerta. También se prohíbe la circulación de una bicicleta junto a otra cuando tal prohibición no se aplica a los coches. Al final el reglamento termina -a fuerza de tanta excepción, restricción y prohibición- por hacer de la bicicleta no un vehículo más sino un juguete, cuando no un estorbo.Pero el reglamento tenía también rasgos positivos y alentadores como la prohibición a la libre circulación de maquinaria agrícola e industrial por nuestras calles.La restricción a la carga y la descarga de mercaderías en ciertos horarios era otro buen punto. Como lo era la prohibición de transportar personas en las cajas de redilas o de las camionetas pick-up, una práctica que sólo puede ser desplegada por aquél patrón que ve a sus trabajadores como animales y no como seres humanos y ya no digamos como el principal activo de su empresa.Resulta que a los empresarios laguneros no les gustaron estos puntos de elemental sentido común y presionaron para que la autoridad los suspendiera.Y la autoridad los suspendió, demostrando una vez más su falta de carácter y su entera abdicación de sus más elemental obligación de promover la seguridad de los ciudadanos por encima de los intereses particulares. Así, hoy nuestras calles siguen plagadas de trailas, trascabos y camiones de reparto a toda hora del día.Pero mas allá de las páginas del reglamento siguen brotando las excepciones. Dice claramente el reglamento que el límite de velocidad en una zona escolar es de veinte kilómetros por hora.En esta semana, el ayuntamiento dictaminó que la seguridad de los estudiantes y trabajadores del Instituto Tecnológico de La Laguna es causa de otra excepción, pues colocó señalamientos en la Cuauhtémoc indicando que para este caso excepcional, el límite es de treinta kilómetros por hora.Desconozco si la tolerancia a los coches que invaden las banquetas -o el resto de las conductas antisociales que sigue uno viendo en la vialidad torreonense y que supuestamente están prohibidas por el nuevo reglamento- sea la respuesta a otras excepciones. Puede ser. Aunque cabe la posibilidad que no sea esa la razón, sino la consuetudinaria irresponsabilidad que en materia vial han demostrado, desde hace décadas, las autoridades municipales de Torreón.





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