jueves, noviembre 08, 2007

 

DON JOSÉ

MAESTRO:
El Congreso de la Unión aprobó la reforma del Artículo Tercero Constitucional en los términos que tú ya conoces. Se hace necesario que meditemos seriamente sobre el problema que la implantación de la Escuela Socialista viene a crear sobre nosotros, que somos los directamente encargados de realizarla.
Desde luego cabe fijar los términos en que tal problema queda planteado, para estudiar después cada uno de ellos y saber si estamos en posibilidades de aplicar dicha enseñanza totalmente o cuando menos en parte.
Siendo la Escuela Socialista un tipo de escuela totalmente distinta de la que hemos observado hasta la fecha; siendo distinta de aquélla en que nosotros nutrimos nuestro espíritu; de aquélla en la que trabajamos y en la que hemos visto trabajar, fácilmente se comprende que antes que nada se necesita precisar cuáles son las características de tal escuela, es decir, qué detalles, modos o circunstancias marcan la diferencia de la enseñanza laica, individualista, con la que hoy se quiere implantar
Cada país, cada pueblo, cada nación, educa a sus hombres y a sus mujeres para que desarrollen dentro de ella la acción que el organismo llamado Estado o bien la aspiración popular demanda de ellos. Pueblos hubo que educaron a sus hijos dentro de las normas de la belleza y la perfección física; otros hicieron soldados porque el militarismo dominaba en ellos; Inglaterra, Estados Unidos, etc., hacen surgir de sus escuela los técnicos, a los obreros especializados y hábiles que necesitan para desarrollar su gran industria; otros los educaron para esclavos, para buenos y mansos creyentes y, en una palabra cada, país hizo del hombre lo que su clase dominante necesitó hacer.
De esta certera trayectoria que todos los pueblos han seguido al trazar los lineamientos de su educación popular debemos excluir a México, porque nuestro país siempre tuvo una enseñanza desorientada y sin base. Se hizo mucha polvareda, se dijeron muchos discursos, se iniciaron ensayos de relumbrón, dizque buscando escuelas activas, escuelas del trabajo, escuelas de la acción, y quién sabe cuántas escuelas más. Románticamente, maestros que eran verdaderas autoridades en nuestro laberíntico medio educacional, declaraban que las escuelas mexicanas preparaban al niño para la vida, sin saber precisar nunca las características de esa vida. Muchos nunca dijeron cuáles eran tales características, porque en realidad eran miopes que las ignoraban, otros por cobardía y muchos porque se sentían, admírate del absurdo, ligados a los caciques y burgueses de los pueblos y de las ciudades. Esa preparación que para la vida daba nuestra escuela primaria y para la que estaba organizada, fue desastrosa para el país. Sirvió tanto para nuestro provecho y adelanto, como pudo haberle servido a un cazador la carabina de Ambrosio. Todo por que no teníamos bases firmes, orientaciones concretas qué seguir, finalidades, metas precisas claramente percibidas, qué alcanzar: y los pocos maestros que en el país tuvieron una visión clara del problema fueron tildados de locos, visionarios, soñadores extravagantes y no pocas veces encontraron la muerte o la cárcel como premio a sus pensamientos avanzados, a sus honrados deseos de mejorar la condición de la clase trabajadora de México.
Efectivamente, las escuelas en México eran y en buena parte todavía lo son, lo que vulgarmente se conoce con el nombre de desbarajuste. Muchos lo reconocimos, pero también se nos atacó llamándosenos mentirosos, apasionados. Creo que tú me darás la razón cuando te diga lo siguiente: La Escuela emprendió campañas de higienización popular que dieron como resultado un cero; emprendió una campaña en pro del ahorro, que sólo en el Distrito Federal tuvo resultados apreciables, pero en el resto del país seguimos tan despilfarrados como siempre; abrió una tremenda campaña antialcohólica que no hizo sino despertar más sed en las gargantas de nuestros vernáculos bebedores de bacanora, tequila, sotol, pulque y chumiates; alguna vez se le ocurrieron otras puntadas por el estilo, pero fracasaba siempre. Enseñó, con la voz engolada y gran énfasis, que la victoria es del bueno, porque el bien es el que triunfa, pero la vida tarrajeó sus enseñanzas mostrando a la niñez y al ciudadano, nutrido con tan bellas frases, que el mal se impone y que los pícaros, cuando son “águilas”, son los que triunfan. . . En fin, para no hacerte largo el cuento, nuestra escuela siempre fracasó. Imagínate que se propuso enseñar pequeñas industrias, agricultura, habilidades manuales y otras monerías, por el estilo, pero todo con sentido burgués, para producir artículos de adorno, objetos de miriñaque, de juego de muñecas y chucherías, consiguiendo tan sólo dar alimento a los ejércitos de ratas famélicas que habitan los hogares de nuestro país; aumentar los públicos y muy urbanos montones de basura nacional y propagar los malos olores con cremas y brillantinas “rancias”, como regocijadamente las calificaba la chiquillería que no sabe conservar la discreción de la conveniencia. Luego, querido maestro, le dio por la república escolar, por las elecciones, plebiscitos, por la democracia, y acabó reconociendo que lo único que estaba haciendo era llevar a la vida electoral infantil los mil y un chanchullos de la vida política adulta. . . y. ¿para qué más?
Efectivamente, la escuela preparaba para la vida. Claro. Cómo no iba a preparar si lanzaba, como catapulta, a sus alumnos hacia los campos, las fábricas, los talleres, la mendicidad disfrazada por otros quehaceres que en realidad sólo son motivo de vagancia y delincuencia. Claro que preparaba para la vida. Ahora ni entonces era posible discutir tal afirmación, ni con los pavos reales de la pedagogía que querían, encabezados por una ave del paraíso que fue Ministro de Educación, y quien andaba por ahí pronunciando discursitos que después juntó en un libro, para vergüenza de las letras mexicanas y rubor de los intelectuales y maestros conscientes, querían, ave del paraíso y pavos reales, sentar sobre los hombros mexicanos del pueblo mexicano, que vive sobre suelo mexicano y respira el aire mexicano, y toma agua mexicana, come tortillas mexicanas con chile y frijoles mexicanos: LA ESCUELA MEXICANA.
Escuela así enunciada con mayúsculas y anunciada con pitos, trompetas y tamborazos, para hacerla más mexicana. Muchos, engañados por el espejismo, cayeron en la trampa que les puso el ave del paraíso, que se dio baños de defensor de los intereses del pueblo... Pues bien, nunca discutimos la afirmación básica de que la escuela prepara para la vida. Pero es cierto también que preparaba para nuestra vida mexicana de entonces, que prepara para nuestra vida mexicana de hoy. La escuela nos preparaba, al 99 por ciento que somos hijos de los trabajadores, para que fuéramos y seamos aún, explotados por la burguesía capitalista y por los políticos “aguzados”; nos preparaba y nos prepara, maestro, para la servidumbre en el campo y en la ciudad; nos preparaba y nos prepara para el hambre y la mendicidad, para la taberna explotadora, para la enfermedad, la mugre, el hospital, la cárcel y la muerte. Por eso esa admirable colección de especímenes zoológicos de que te hablo se afanaba tanto por preparar la organización de una escuela mexicana que preparara, naturalmente, para la vida mexicana, no reformada en sus bases económicas, ni políticas, mucho menos jurídicas; se afanaban no por otra cosa sino por seguir haciendo de la escuela, una deformadora del espíritu, una mentirosa guía del ciudadano; una cloaca, material y moral, de donde surgieran los millones de esclavos sumisos y productivos que la burguesía criolla y extranjera necesita para poder nutrir su vientre insaciable y pavorosamente abultado. Después de esto, ¿tú crees que el ave del paraíso y sus secuaces de entonces son considerados como traidores a las masas trabajadoras? No, maestro, es tanta todavía nuestra falta de conciencia, la orfandad de criterio para la defensa de nuestros intereses, que el ave del paraíso, el perico de las frases brillantes, es considerado todavía corno uno de nuestros más preclaros revolucionarios socialistas…
Después de haber pasado por estas andanzas educativas, que bien merecen reseñarse aunque sea a grandes rasgos, te diré, camarada, que existen una serie de principios básicos, fundamentales, precisos, concretos, que ningún maestro socialista debe desconocer. Existen ciertas ideas que dan filosofía en que se pueden inspirar las obras, normar los actos, orientar los juicios y capacitarnos para que todo lo que apreciemos resulte tamizado a través de un criterio netamente revolucionario y socialista. Estas ideas básicas, fundamentales son las que me propongo hacer llegar hasta ti, con objeto de que las hagas llegar, a través de tus palabras y de tus enseñanzas, llenas de sabiduría y amor, hasta la conciencia y el corazón de tus alumnos, de los hombres y mujeres que rodean tu escuela. Te las quiero comunicar para que de ellas empapes tus enseñanzas y tu acción, para que en ellas empapes tu vida entera y sobre ellas construyas el maravilloso y divino edificio de tus sueños, de tus esperanzas y de tus ideales.
Profesión de fe
Creer en el destino de México, tener fe en que surgirá un día vigoroso y fuerte, afirmado en las riquezas de su suelo y en la potencialidad de sus hombres, es una obligación nuestra, los que, quiéranlo o no, somos los que en realidad vamos a construir el México de mañana. Pero este ideal, esta fe que palpita en nosotros es muy distinta de la esperanza burguesa que anima a los hacendados, industriales, comerciantes y banqueros de nuestro país. Ellos también hacen profesión de una fe que llaman nacionalista. En revistas, periódicos, carteles, revistas cinemáticas, etc., hablan en todos los tonos del resurgimiento de la nación. Pero un resurgimiento, una prosperidad, que en nada los lesiona ni perjudica; pues por lo contrario sus cálculos se basan en derredor de lo siguiente: mejorando cada día la situación económica de los trabajadores, éstos podrán comprar mayor cantidad de productos, y en consecuencia, sus ganancias se multiplicarán en relación con el grado de prosperidad. Los burgueses dicen que la prosperidad, la fortaleza y el vigor del pueblo están en dos hechos distintos en apariencia, pero uno sólo en el fondo:
Primero: Mejoría de la capacidad económica del proletariado para que coma, vista, se aloje y se divierta mejor (sobre todo esto último).
Segundo: Teniendo, para ello, qué consumir más, mayores ganancias obtendrán los empresarios y capitalistas... Puntos los dos que se reducen en el siguiente: Aumento del poder burgués.
Pues bien, esta propaganda ha llegado hasta la Escuela Primaria. Muchos educadores y gobiernos locales han declarado que la Escuela Socialista debe ser eminentemente nacionalista.
Tú me comprendes. Nosotros no queremos, no podemos sentirnos enemigos, nos negamos a ser enemigos de México. Nosotros luchamos por su grandeza, por la felicidad de sus hombres y aspiramos a hacer de México el país mejor sobre la superficie de la Tierra.
Esto es verdad, maestro, nada más que mientras la campaña nacionalista burguesa admite en su panorama la existencia de un poder capitalista acrecentado, nosotros, en el nuestro, no sólo no lo admitimos, sino que precisamente luchamos, por suprimirlo. Esta es la pequeña diferencia que existe entre nosotros los maestros socialistas y el ideal nacionalista, que por el radio, la prensa y el teatro predica la fábrica de cigarros “El Águila”, por ejemplo. Ideal grávido de un nacionalismo mentiroso y mercantilista, que al igual que “El Águila”, sustentan en su propaganda casi todas las empresas industriales que en nuestro país se enriquecen a costa de la miseria de los pequeños productores y de los consumidores.
En estos momentos la influencia burguesa, los revolucionarios de las derechas, los líderes que todavía no se sacuden totalmente del pernicioso ambiente en que vivimos, se declarán, en nombre de un nacionalismo de colorines y de nopales simbólicos, en contra de lo que califican con desprecio de “teorías exóticas”. . . Sabemos lo que quieren decir y lo que temen. Quieren que no se hable de comunismo porque esta sola palabra evoca a Rusia, que es el “coco” de los países capitalistas. Está bien. Nosotros tampoco querernos alarmar gentes con la palabra Rusia, ni hacer alarde de lo que para nuestros campesinos y obreros es lejano, remoto. Queremos hacer algunas reflexiones, para decirles a los señores abanderados del nacionalismo charro y del socialismo a medias, que si no echáramos mano de “ideas exóticas”, llegadas de países remotos, vamos a quedarnos sin bagaje científico, sin corrientes intelectuales, sin organizaciones en una palabra, espiritualmente desnudos y desamparados: ¿Qué sería de la educación Universal y de la nuestra, sin los “Exóticos” Juan Jacobo, Pestalozzi, Herbart, Dewey, Ferrer, Guardia y otros muchos? ¿Qué sería de nuestro periodismo sin la “exótica” imprenta del “exótico” Gutenberg? ¿Qué de nuestra legislación sin el “exótico” concurso de las legislaciones de otros pueblos no sólo contemporáneos sino de la antigüedad? ¿Qué harían nuestras mujeres si a los “exóticos” extranjeros no se les ocurre inventar la máquina de coser y el molino de nixtamal?. . . Bienaventurado sería el auge de las carretas, sin el “exotismo” del automóvil, del aeroplano y el ferrocarril…
En ninguna parte de la tierra voluntariamente arraigan los avances de la ciencia, la política o el arte. Chocan siempre contra la rutina, que es el espíritu conservador, miedoso, enemigo siempre del mañana y pegado como lapa al ayer. Hacerles caso a estos nacionalistas burgueses, a base de camisas doradas y trajineras xochimilcas es negar la evo1ución universal. Con ellos no hubiera sido posible la civilización, porque no hubieran permitido que la humanidad rebasase la edad de piedra. Afirmarlos a ellos es negar que el progreso del mundo es el resultado del concurso universal de los pueblos en su afán de mejoramiento; y que entre todos hacen avanzar el poder del hombre y retroceder la tiranía de la naturaleza. Edison es actual en todo el universo, como Marconi, como Fulton, como Pasteur. Los pueblos guiados por la maravillosa ley del menor esfuerzo, luchando siempre por su felicidad, aprovechan de los otros todo aquello que significa una anticipación del porvenir y un alejamiento de la vida bestial, que es la que integra la barbarie. Por eso nosotros los maestros socialistas les venimos a decir que la lucha entre explotadores y explotados es universal; que no necesitamos inventar necesidades ni crear problemas ‘exóticos” en donde encajen procedimientos también “exóticos”, porque la lucha de clases fue y es de Rusia, es de Alemania, como es de México y de todo el mundo. Porque la voracidad capitalista existe y es actual sobre todos los países de la tierra, como es actual la miseria, el hambre, la enfermedad, de millones de proletarios que son víctimas de un injusto sistema económico de producción y de repartición de la riqueza. Hay que hacerles saber que el hambre es biológica y sólo se resuelve de un modo: comiendo, y que este modo es igual en la tierra azteca, que en la incaica o en la ibérica. No vemos por qué los socialistas de las derechas, y los nacionalistas de sombrero grande y de espuelas de Amozoc se asustan cuando se habla de marxismo, de táctica revolucionaria y de la organización de los consejos de obreros y campesinos; no nos explicamos esos chillidos de ratas asustadas con que reciben la sola idea de la socialización de la tierra y de las fábricas, supuesto que se dicen socialistas y la sola definición del socialismo y del capitalismo está diciéndole al más retrasado estudiante de asuntos sociales que esto tendrá que llegar, porque es condición indispensable del socialismo.
Resulta absurdo que estos “ruiseñores del socialismo”, revolucionarios burgueses, no quieran que se difundan las teorías económicas y sociales reconocidas como las únicas, justas y reivindicadoras del proletariado. Tanta inocencia no es explicable cuando se les oye argumentar en contra de ellas por el solo hecho de no ser mexicanas, fingiendo ignorar que el socialismo y el capitalismo significan posiciones de carácter universal.
Ellos no quieren que los defensores del proletariado mexicano echemos mano de teorías “exóticas” pero en cambio ven con agrado, querido maestro, todo lo que te voy a decir: El industrial introduce en su fábrica maquinaria extranjera que le permite correr obreros y ganar más dinero; el hacendado se vale del tractor; la rastra de discos, la pala mecánica, la cortadora y trilladora combinadas, para pagar menos salarios, intensificar el cultivo, cosechar más y en consecuencia competir con ventaja en el mercado, aumentan sus beneficios; el banquero usa de las cajas de seguridad, sumadoras y de toda clase de maquinaria y de sistemas de contabilidad y organización, que los banqueros extranjeros han usado con provecho. ¿Y por qué lo hacen? Sencillamente porque industriales, hacendados y banqueros extranjeros tienen a su servicio a la ciencia y a los técnicos para que inventen y perfeccionen maquinarias “exóticas”, sistemas “exóticos” e ideas “exóticas”, que una vez llevadas al terreno de la práctica les permiten explotar con mayor eficacia al proletariado universal. Así pues, mientras permiten y no ven criticable el que la burguesía de México copie a la extranjera en sus métodos de explotación, se revuelven enloquecidos y rabiosos cuando el proletariado nacional, tratando de defenderse de nuestra burguesía recurre a la experiencia del proletariado extranjero. Creo, maestro, que tú y yo tenemos derecho a hacer lo mismo que el burgués que imita los métodos extranjeros para explotar mejor, es decir, que podemos recurrir a los guías universales de nuestras luchas, estudiarlos cuidadosamente y tratar de realizar todo aquello que el proletariado extranjero ha puesto en práctica para enfrentarse al capital, arrebatándole ya bien sea reivindicaciones parciales o todo el poder. ¿Qué crimen hay en ello? ¿No es ley de progreso universal el usar de la experiencia ajena? Te aclaro todo esto para que no te dejes seducir ni desorientar por los falsos agentes del socialismo, que no son sino defensores, a veces por ignorancia, pero casi siempre por picardía, del capitalismo, y que, desgraciadamente, por nuestro espíritu tan dado a la patriotería, tan inflamable cuando se le toca la fibra del amor al pasado o a los héroes, estamos tan propensos a caer en las redes que nos tienden. Quiero que te desengañes de que todas esas actitudes no son sino coqueteos para el proletariado, pero su amor, su corazón y su voluntad están con la burguesía.
Maestro: Hay que gritar muy alto que amamos a México y a su pueblo. Que lo amamos tanto que nada importa para nosotros el sacrificio; que siendo esta lucha social una lucha profundamente económica, nuestra información, nuestras fuentes de estudio estarán en la realidad mexicana, pero guiados, orientados, por las leyes universales de la lucha del proletariado contra el capitalismo, porque el que domina y explota a los mexicanos, no es el capitalismo mexicano, sino el capitalismo universal. ¿Pruebas? No son necesarias. . . Ahí están, ahora sí, los en verdad exóticos nombres que lo anuncian, que lo pregonan a través de nuestro país miserablemente vendido a la burguesía extranjera, y vendido por una burguesía nacional, cobarde y acomodaticia, que todo se lo dejó arrebatar: PORQUE LA BURGUESIA MEXICANA ES UNA BURGUESIA SIN SENTIDO NACIONALISTA, SIN EL PATRIOTISMO QUE PREDICA Y SIN ESPIRITU DE ARRAIGO.
Si en realidad hubiera sido patriota nacionalista como ahora lo pregona, México no tendría ni California Standard Oil, American Smelting, Land Riber Co., United Fruit, Cananea Cattl Co., ni millares más de empresas que nos están diciendo que la burguesía nuestra, nacionalista y todo, nunca ha sido patriota, porque para lo único que ha servido es para recoger su parte de ganancia a cambio de servir a sus amos extranjeros y de sembrar un confusionismo que retarde o haga fallar la lucha del proletariado nacional. Por eso nuestros burgueses y revolucionarios de agua dulce se oponen a que hagamos agitación en las escuelas, usando de las garantías del Artículo Tercero reformado.
Hay que gritarles muy alto que nosotros no vamos a traer a Rusia colgada en una vitrina de pública exhibición, pero que los maestros revolucionarios de México iremos hasta donde sea necesario ir en la lucha por alcanzar la dictadura del proletariado nacional, sobre una masa burguesa, cobarde, beata, ignorante y canalla, que no vaciló en venderse a los extranjeros con tal de gozar de fortuna y poder.





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