jueves, septiembre 13, 2007

 

CUATRO IRRITILAS EN MONTREAL

Jaime Muñoz Vargas
Miguel Báez, Édgar Valencia, Fernando Fabio Sánchez y Gerardo García Muñoz coincidieron casi de casualidad en esa monstruosidad académica llamada Congreso de LASA (Latin American Studies Association) celebrada recién en Montreal, Canadá. Los cuatro escritores laguneros se toparon allá por razones distintas: Fernando Fabio y Gerardo García porque leyeron sendas ponencias en el congreso, Édgar porque fue a coordinar la distribución editorial del CIESAS y Miguel Báez porque radica en la ciudad del monte real.Como lo he dicho alguna vez, Fernando y Gerardo son, en ese orden, maestros de las Universidades de Portland y de Minesotta, y ambos terminaron sus doctorados en Letras por las Universidades de Colorado y de Arizona. Édgar, quien actualmente escribe su tesis para doctorarse en Letras por la UNAM, es director editorial del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social; Miguel, luego de concluir la maestría en Letras en Calgary, se radicó en Montreal y da clases para la Universidad de Concordia. A todos los une, pues, una infancia transcurrida en Torreón y una pasión nada amateur por la literatura.Cuando supe que iban a coincidir, les pedí a Fer y/o a Gerardo, a cualquiera de los dos, una crónica del encuentro irritilia; pero se adelantó Miguel, y en seguida reproduzco un breve fragmento de su relato (al que sólo le hice dos o tres enmiendas). Añado, ya para ceder la palabra a Báez, que más allá de lo turístico y circunstancial late en el fondo de esta columna mi orgullo de ser amigo de estos laguneros. Hace poco me preguntaron sobre el desarrollo del arte en La Laguna; los cuatro escritores que menciono son la prueba de que la comarca todavía no está lista para retener a sus talentos literarios; ellos, como muchos pintores, músicos y demás, tuvieron que salir y buscar afuera lo que aquí aún no tenemos. Y ahora sí, narra Miguel: “Jimmy: No tomé fotos porque mi cámara es de las arcaicas de rollo y toda la cosa. Jerry y Fer sí tomaron varias. Te paso el dato de lo que hice con ellos, todo por supuesto en la tarde-noche:El jueves quedé de verme con ellos en el lobby del hotel Reina Isabel que era, junto con el Hilton, el lugar donde se llevaban las actividades en LASA y donde estaba hospedado Gerardo (y donde, por cierto, en los años sesenta John Lennon compuso aquella famosa canción antibélica de ‘Give Peace a Chance’). Ya una vez que llegaron todos, caminamos hacia el oeste de la ciudad, cerca de Concordia, a la calle Crescent donde hay varios restaurantes y bares (por ser zona estudiantil) y ahí nos tomamos unas cervezas en un pub irlandés. Después, para ir a cenar, caminamos otro rato hacia el este de la ciudad, a lo que aquí, como en París, llaman el Barrio Latino. Fuimos a la calle Saint Denys donde hay también bares y restaurantes. Cenamos en una pizzería que creo que se llama PizzaDélic (es una cadena porque hay varias en la ciudad). Ahí se nos unieron otros dos colegas del congreso. Recuerdo que Jerry estaba muy impresionado con el nombre de la pizza que pidió: ‘La Carnivore’. Al salir de la pizzería cada quien se fue por su lado y yo acompañé a Gerardo de vuelta a su hotel.El viernes fuimos, sin Édgar porque ese día andaba desaparecido, otra vez hacia el este de la ciudad, por la calle Sainte Catherine que es la de más actividad porque hay muchas tiendas, restaurantes, cines, librerías, etc., y llegamos hasta la calle Saint Laurent que es la que aquí llaman La Maine y que divide a Montreal en este y oeste. Ahí cenamos en un cafecito en la esquina con Prince Arthur (que es la calle donde yo vivo) en una parte de la calle que es peatonal porque ahí hay restaurantes y cafés con terrazas al aire libre. Luego regresé con ellos hacia el Hilton porque había un baile para los asistentes del congreso. Ahí ya no me quedé porque tenía clase temprano el sábado en la mañana.El sábado me llamó Jerry como a media tarde para decirme que estaban él, Edgar, Stéphane (al que conociste en el DF) y otra colega del congreso en un restaurante llamado Reuben's de la calle Sainte Catherine. Yo ya había comido, pero ellos estaban comiendo sándwiches de carne ahumada (muy típicos por acá). Recuerdo que Gerardo ya no se lo podía terminar y comentó que la carne era como el Aleph. Caminamos por la calle Sainte Catherine otra vez, hacia el este, a la Place des Arts porque Stéphane nos llevaba a una librería. En la Place des Arts está el museo de arte contemporáneo, varios teatros, pero nosotros nomás entramos a la librería (quince minutos antes de que cerraran, por desgracia). Jerry alcanzó a comprar un libro y Édgar una película. Luego regresamos al Reina Isabel, al cuarto de Jerry para que Édgar recogiera sus cosas. En el lobby me despedí de Édgar y Stéphane me pasó su teléfono y correo para que siguiéramos en contacto. De ahí, llevé a Jerry a caminar al Barrio Antiguo (o Viejo Montreal, como le llaman acá), caminamos frente al Palacio de Congresos (que quiere ser como una imitación del Centro Georges Pompidou en París), frente a la basílica de Notre Dame (igual caso que el anterior), luego por donde está el Centro de Ciencias de Montreal y luego, más hacia el oeste, la Plaza Jacques Cartier (que lleva el nombre de uno de los primeros conquistadores franceses, digamos el Hernán Cortés de por acá y el responsable de haber erigido una cruz sobre el Mont Royal), esta plaza es el lugar más activo del barrio antiguo. También aquí hay restaurantes y cafés con terrazas al aire libre así como artistas de la calle. Ahí nos sentamos un rato. Luego recorrimos las calles del barrio chino que está cerca de ahí y regresamos al Reina Isabel por el bulevar René Levesque. Nos tomamos unas cervezas en el bar del hotel y ya en el lobby nos despedimos.De nuevo un abrazo y espero que esta croniquita te sea útil, Mike”.





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