miércoles, agosto 01, 2007

 

DE LA CORRUPCIÓN AUSTRAL

Jaime Muñoz
Anda aquí Néstor Kirchner, presidente de la Argentina, y a propósito no es ocioso recordar que el gran problema histórico de aquel país hermano es, precisamente, el mismo que el de México: la corrupción. Un verdadero cáncer, un problema que los ataca hasta la médula. Traigo, si no, un artículo de Hugo Alberto de Pedro, periodista argentino, para calar hasta qué punto su país es víctima de esa lacra (su título es “¿Todos somos corruptos?”; lo resumo aquí y lo calco íntegro en el blog):“‘Los habitantes de la República Argentina somos todos corruptos’. La frase parece un poco fuerte, pero si la realidad que nos circunda informa que los funcionarios públicos nunca jamás son ‘corruptos’, que ellos siempre dicen la verdad, que se comportan conforme lo establecen los reglamentos, que nunca actúan de forma ilegal y que dan fiel cumplimiento a sus deberes, entonces al existir la ‘corrupción’ seremos nosotros los causantes y los beneficiarios de ella.Es un silogismo muy sencillo:-En la República Argentina existe ‘corrupción’-Los funcionarios públicos no son ‘corruptos’-Por tanto, los que no son funcionarios públicos son ‘corruptos’Resulta, de todas maneras, bastante difícil de creerlo porque de verificarse ello nosotros tendríamos el goce de las fortunas, patrimonios, nivel de vida y prerrogativas que tienen los funcionarios y los políticos.Determinados hechos y situaciones revelan que cada vez que se escapa alguna información del enclave de los poderes del Estado —Ejecutivo, Legislativo y Judicial— estamos frente a circunstancias muy poco transparentes, y por lo tanto que puedan ser presumidas y sostenidas como lícitas. (…)Que un grupúsculo de personajes, devenidas y devenidos en políticos, armen estructuras partidarias sostenidas únicamente por la propaganda y la publicidad, que posean medios económicos para el traslado de miles de personas y para armado de actos públicos con todo el circo necesario para demostrar —al menos— lo popular del hecho y que los avisos publicitarios en cualquier sitio y medio imaginables —que sabemos requieren de una millonaria financiación— nos hablen en nombre de una representación nacida de su propia imaginación es la cosa común en los últimos tiempos. ¿Quién nos informará que no hubo corrupción? (…)Será entonces posible desestimar la frase: ‘Los habitantes de la República Argentina somos todos corruptos’ cuando las investigaciones y sentencias judiciales determinen y demuestren quienes son los ‘corruptos’. Salvo, claro está, que sean los propios fiscales y jueces los que permitan con su ineficacia, inactividad y complacencia que lo sigamos pensando de todos y aún de ellos mismos’”.





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