martes, junio 11, 2013
LA RELIGION Y LA ESCUELA SOCIALISTA
José Santos Valdés
Folleto escrito para
los maestros rurales
Abril de 1938
PALABRAS PRELIMINARES
Forman
el presente folleto dos partes principales: una denominada EXPOSICION y la
segunda que figura bajo el rubro de TACTICA.
La
primera de estas partes, salvo ligeras y necesarias modificaciones
indispensables para la índole de esta publicación, fue escrita en los meses de
julio y agosto de 1934 y publicada en los números 5, 6 y 7 de “El Maestro Rural”
de ese año, correspondiendo al primero y 15 de septiembre y al primero de
octubre del propio 1934.
Las
características de la lucha que actualmente sostienen los trabajadores
mexicanos en contra del imperialismo; la necesidad de que los maestros de
escuela asumamos una posición científica ya determinada por el señor General Lázaro
Cárdenas, en ayuda de esa lucha y en el reforzamiento y defensa de la
democracia, movieron en mí el interés de ser útil en algo y, a través del Sindicato Único de
Trabajadores de la Enseñanza
de Nuevo León, pongo este trabajo en manos de los maestros del Estado.
Participaron
en su revisión varios maestros de los que comparten la responsabilidad en la
dirección de la
Escuela Regional Campesina de Galeana, por lo que, más que
una contribución personal del autor, debe ser considerado como aportación de la Regional Campesina
de Nuevo León para su Magisterio, especialmente para el rural, tan apartado de
las corrientes del pensamiento y de la cultura y el más necesitado de armas en
esta lucha en la que el triunfo será de los más capaces.
Galeana, N. L., a 14
de abril de 1938.
EXPOSICIÓN
Maestro:
estamos en una época en que el estudio de todos los problemas nos lanzan a
enfrentarnos con serenidad de inteligencia y valor en la acción, contra ese
pavoroso problema que es el mundo actual. Tal es la razón del presente estudio,
en el que trataré de llevar a tu espíritu lo que ha sido y lo que es el
problema religioso. Problema fundamental y de una gran importancia para los pueblos,
supuesto que se le considera como uno de los factores que forman su alma
colectiva.
Si
tú eres un servidor del pueblo en el importante trabajo de ayudar a formar la
conciencia de los hombres, debes, por lo tanto, estar preparado, cuando menos
elementalmente, para saber cómo abordar una cuestión que en ciertas épocas ha
sido medular para la humanidad.
Siempre
hemos dejado que otros piensen por nosotros, aceptando como válidas sus
afirmaciones. Se nos ha dicho que existe Dios, y lo hemos creído sin tener el
valor de hacer pasar esas afirmaciones por el tamiz del estudio y de la crítica.
¡Cuántas veces hemos oído decir que hombres de gran talento han sido
perfectamente religiosos! ¡Cuántas veces con ese argumento han tratado de callar
los gritos de nuestra inconformidad! Nosotros los hemos aceptado, creyendo que
sólo los sabios pueden opinar en asuntos que por su complejidad nos parecen
inabordables, sin comprender que el solo acto de creer porque sí, es una
vergonzosa renunciación de nuestros derechos y de nuestra condición de seres
dotados de razón.
La
función de la escuela primaria es muy necesaria para el hombre: representa el
campo de preparación para capacitarlo como elemento de una sociedad cuyos
miembros han de recoger la herencia civilizadora de las generaciones anteriores
para conservarla y engrandecerla.
La
humanidad ha luchado siempre por un ideal supremo: la conquista de la
felicidad. Por diversos caminos, los hombres tratan de convertir en lo más
llevadero posible su paso por este mundo. Hay quienes creen que refugiados en
Dios pueden ser felices. Otros se cobijan bajo el manto de la Ciencia. Otros
conquistan el oro, los demás allá, se echan en brazos de la política, la guerra
o el arte. Pero todos en continua actividad luchan por sus ideales humanos, sin
cesar. Sólo una gran mayoría no sabe por dónde ir. No sabiéndolo, va por donde
la empujan. Sigue el camino que los más audaces le marcan, que los más fuertes
le imponen. Es así como el pueblo, formado de obreros y campesinos, gime hoy,
como gimió ayer, aplastado por una tiranía que viene de siglos y que, dígase lo
que se diga, todavía existe, es real y tangible.
Mi
querido maestro, la escuela debe aspirar a crear una humanidad fuerte, liberada
y feliz. Una humanidad, perdóname la expresión, más humana. La escuela debe
ser, ante todo, una atalaya de donde se divisen los horizontes más lejanos y se
adivinen los caminos y senderos más ocultos. Debe estar fuertemente enraizada
en la realidad presente, pero sólo porque así prepara mejor el porvenir.
Para
llegar a tan bella conquista se necesita ir combatiendo todos los elementos que
se oponen a la liberación de los hombres. Reducir esos elementos a su expresión
concreta y destruirlos debe ser nuestra labor, ya que reconocemos que son
agentes del dolor y sufrimiento para el hombre, y éste no podrá ser feliz en
tanto no desaparezcan. Tú sabes que son enemigos de la felicidad humana, entre
otros, el fanatismo, el alcohol, el juego, la ambición de poder y lujo. Son
enemigos porque siempre han servido, hasta la fecha, para hacer felices en
apariencia, pero más desgraciados en realidad.
Si
quieres ser un maestro consciente de tu deber, de tu condición y de tu clase,
debes hacerte formal promesa de estudiar en qué forma cada uno de esos factores
contribuyen a sembrar el dolor entre la humanidad. Así llegarás a comprender cuán
despiadadamente los hombres que representan a esos factores martirizan hasta
hacerla intolerable, la vida de las masas proletarias. Así podrás formarte el
firme propósito de combatir todos los elementos que contribuyen a esclavizar a
los proletarios haciéndolos cada día más infelices, más desgraciados, más
miserables. De tus ojos caerá el velo formado por las mentiras que favorecían
esos crímenes horrendos, cometidos en favor de una falsa creencia o en defensa
de un ideal mentiroso. Comprenderás la tragedia de una humanidad siempre engañada
y siempre explotada por los audaces.
Es
por lo que hoy quiero tratarte un tema palpitante, el religioso. Tal vez te
sorprenda, porque la herencia de la escuela liberal hoy en desuso y
desacreditado por mentiroso y traidor te dice que todo hombre es libre para
creer en lo que quiera, siempre que no lesione los derechos de tercero. Dirás
que es un ataque a la llamada libertad de conciencia, que la verdad es que
nunca ha existido. Dirás también que los sentimientos son sagrados y merecen
todo nuestro respeto. Que es inviolable el derecho de los hombres a tener su
Dios. Te diré que tienes razón hasta este momento, pidiéndote a la vez que leas
con atención y que, después de hacerlo, digas si es justa tu actitud de
protesta.
Permíteme
decirte que la superstición y el fanatismo son dos elementos que maniatan de
tal suerte la acción y la voluntad de los hombres, que éstos se convierten en fáciles
presas para sus explotadores.
Quiero
decirte también, como afirmación básica, que la iglesia católica se convirtió
en enemiga del pueblo desde tres siglos después de Jesucristo. Permíteme
decirte que hay que combatir esa comunidad moral, llamada iglesia, porque ella ha
sido la aliada, y lo es todavía, más grande que tienen los enemigos del pueblo.
¿Las razones? Estoy pronto a dártelas, y siempre que no te ciegue la pasión del
dogma, las hallarás en lo que enseguida digo y que inicio tratando el tema:
Cómo nació en el
hombre el sentimiento religioso
Es
necesario que retrocedamos a los albores de la vida de la humanidad. No de otra
manera podemos llegar a tener una idea más o menos justa de cómo fue que el
hombre se vio empujado hacia la creación de las cosas sagradas, que a su vez
despertaron en él el sentimiento de la adoración, del respeto, del temor.
Quiero
resumirte, en pocas páginas, lo que sobre el particular ha llegado a
encontrarse como verdadero en el complicado problema de saber cómo fue que nació
en el hombre el sentimiento religioso. Debes tener presente que para esto se
han estudiado las religiones de todos los pueblos; se ha ido hasta las
sociedades que más se acercan a las primitivas, actualmente en Oceanía, con
objeto de precisar todos los elementos que juntos contribuyeron a formar el espíritu
religioso de los hombres, aprovechando las observaciones y estudios hechos en
todos los lugares de la tierra donde un grupo de hombres vive y se desenvuelve.
Partiremos
desde el punto de vista siguiente: así como todos los hombres tenemos alma, que
es a su vez un resultado de la suma de una gran cantidad de elementos, así
también las naciones, los pueblos, tienen alma, alma que para diferenciarla de
la individual la llamaremos colectiva, supuesto que está formada por el
conjunto de todas las almas que integran el grupo. La del hombre está
compuesta, principalmente, por el sentimiento, el pensamiento y la voluntad. El
alma colectiva de los pueblos la forman el lenguaje, el arte, la religión y las
costumbres. Luego, podemos considerar que si no estudiamos el lenguaje, el
aspecto religioso, el artístico y las costumbres, aunque sea de una manera
elemental, del pueblo en que vivimos, estaremos sumidos en la ignorancia de
algo fundamental. Y si somos maestros, quedamos incapacitados para formar
conciencias con la claridad de fines que debiéramos poseer. No se pueden formar
buenos ciudadanos cuando se desconocen los elementos fundamentales que integran
la nacionalidad en donde se vive y se trabaja. Así como necesitamos estudiar un
poco de psicología del niño para poder educarlo con éxito, así necesitamos
estudiar un poco el alma de la nación en que vivimos, para poder hacer una
labor certera en beneficio de ella. Quienes piensen que pueden ser buenos
maestros descuidando el estudio de estos asuntos fundamentales, o son malvados
o son ignorantes completos. Lo primero no tiene remedio. Lo segundo es un mal
que se cura con el estudio. Esto es lo que todo maestro honrado debe hacer, más
aún, si es hijo del pueblo y siente sobre él el compromiso que le crea el hecho
de estar pagado por el mismo pueblo a quien sirve.
Camarada
maestro, imagina la honda tragedia del hombre primitivo ante la naturaleza:
Urgido por el hambre, trata de conseguir alimento. La oscuridad de la noche, la
lluvia, el frío, la soledad, le obligan a procurarse un refugio. Sufre, en toda
su intensidad, los fenómenos naturales; el empuje poderoso del viento lo hace
sentirse pequeño, minúsculo, débil; la visión de los relámpagos lo sobrecoge,
la descarga eléctrica lo aterra. Y con qué alegría, después de una obscura
noche preñada de violentas tempestades, recibe los rayos purísimos del sol.
Imagínalo, maestro, en medio de la naturaleza serena, respirando
deliciosamente, embargado de felicidad, el aire tranquilo y puro, recibiendo la
caricia del sol, extendiendo sus músculos, corriendo, gritando, poseído de una
loca alegría porque acabada la tempestad de la noche, la Naturaleza vuelve a ser
acogedora, propiciatoria y buena. Imagínate que el hombre primitivo no pudo
explicarse nunca el porqué del viento, ni de la lluvia, ni del rayo. Imagina
que el fenómeno de las estaciones permaneció siempre fuera de su comprensión y
que se limitó a contemplar, cargado de obscuros pensamientos, cómo caían las
hojas de los árboles y el reverdecimiento y floración de los campos. Imagina
que hasta el mismo fenómeno del día y de la noche le fue desconocido. Que sólo
pudo saber que el día era fuente de goces y satisfacciones, y que la noche, con
sus temperaturas bajas, sus mil ruidos misteriosos; y con las sombras propicias
para el ataque de las bestias, le produjo temor, inquietud, zozobra. Y lo mismo
que la noche, iguales sentimientos despertaron en él el rayo y la tempestad.
En
cambio, el sol, los frutos, el agua, la brisa, lo hicieron vivir gozoso y
feliz.
Es
así como principia a formarse dentro del hombre la dualidad de las ideas y de
los sentimientos.
Mientras
unas fuerzas lo hacen sufrir, otras le traen felicidad. Mientras unas lo llenan
de temor y de zozobra, otras le despiertan admiración y entusiasmo, a bien le
colman de una sensación placentera. Así se forma dentro de él la idea del bien
y del mal. La luz es el bien, la sombra es el mal.
La
tierra prodigadora de mil dones, es el bien. El rayo mata, incendia, aterra, es
el mal. Así es como en el hombre van naciendo las ideas del bien y del mal. Su
espíritu se proyectó, se salió de su cuerpo para difundirse, para empaparse,
para pegarse, en todos los fenómenos que despertaron su admiración o su
entusiasmo. Tal vez por esto su ignorancia lo obliga a guardar una actitud
reverente con el fuego, porque el fuego da calor para combatir el frío, y en
las noches da luz para ahuyentar las fieras.
También
su espíritu sufre transformaciones que lo obligan a pensar, a coordinar fenómenos,
a encontrar igualdades o semejanza y poco a poco se va integrando en él la
capacidad del discernimiento.
El
primitivo, dominado por la fatiga, duerme. El fenómeno de los sueños lo
transporta a mundos desconocidos; lo hace hablar con otros hombres, luchar, al
lado de sus compañeros ya muertos. Su espíritu se siente invadido por la
urgencia de una explicación necesaria del porqué de sus sueños. Igual que los
sueños, el fenómeno de la muerte se ofrece ante su conciencia. La desaparición
de sus amigos, de sus jefes, a quienes muchas veces ve y oye en sueños, lo
obligan a establecer una relación entre el sueño y la muerte.
Sus
jefes, sus amigos, sus padres, eran audaces, fuertes, ágiles, apuestos y
gallardos. Pero en el mundo de los animales los hay también valientes, fuertes,
corpulentos, ágiles y bellos. Frente a muchos, él se siente desarmado y débil.
Muchos otros despiertan su admiración y poco a poco establece una relación
entre la astucia, la fuerza y la agilidad de sus antepasados y la astucia,
fuerza y agilidad de las bestias.
Hemos
encontrado que el primitivo sufre en su espíritu las impresiones de las fuerzas
y de los elementos naturales: la lluvia y el agua, el sol y el torrente, la
noche y la roca, la tempestad y el bosque, la estrella y el ave, el rayo y la
fiera, dejan hondas huellas en él. A estas impresiones agregan las que le
producen el sueño y la muerte; la comparación de su vida y la de las bestias, y
las analogías que encuentra entre hombres y bestias. Es entonces que claramente
se definen en él tres clases de sentimientos: el temor, el entusiasmo y la
admiración.
Tres
sentimientos que al proyectarse sobre las cosas que los provocan van haciendo
que éstos adquieran una significación especial para su alma. Así, al sentirse
invadido por el temor, la admiración o el entusiasmo, tiene dentro de sí un
sentimiento más de respeto, de veneración, de consagración para aquello que sus
sentidos le revelan y que su razón no le explica. Su actitud es ya una actitud
mística. Las cosas ya no son en sí mismas, es decir, ya no es el árbol en su
aspecto puramente material, sino que el árbol está dotado de cualidades y lleva
dentro de sí un espíritu capaz de hacer el bien. Y el mismo atributo que le
concede al árbol, se lo concede también al sol, a la noche, a la tierra, al pájaro
y a la bestia. Así es como el hombre primitivo va dotando a las cosas que hay
en su derredor, ya sea de una facultad creadora o bien de una voluntad que en
un momento dado puede hacer el bien o el mal. Las fuerzas naturales y las cosas
de la naturaleza tienen ya para el salvaje, alma; tiene espíritu que las anima
y una voluntad que las empuja.
Maestro,
hemos llegado a definir en qué forma se crea dentro del espíritu del hombre el
sentimiento de lo místico. Cómo llega a conferirle a unas cosas carácter maléfico
y a otras el de bienhechoras y hemos visto cómo su espíritu, incapaz de
explicarse el mundo exterior y a1gunos fenómenos de sí mismo, dota a todo
aquello que le provoca temor, admiración y entusiasmo, de un nuevo carácter: el
carácter de lo sagrado.
Camarada:
ahora imagínate que lo que sucede en el alma de nuestro hombre primitivo,
sucede a la vez en todo el resto. Es decir, que todos los hombres experimentan
iguales sensaciones ante los mismos fenómenos de la vida y que todos son igualmente
incapaces para encontrar una explicación que los satisfaga. Entonces, como si
todos se hubieran puesto de común acuerdo, derivan sus sensaciones y sus
primeros razonamientos hacia la actitud reverente, de creencia, de adoración o
de temor, que forma el fondo místico de las actitudes religiosas..
Todos,
ante fenómenos comunes, se sienten poseídos de sentimientos semejantes. Y es así
como en un momento dado de la vida de la humanidad aparece en ella claramente
precisado el sentimiento religioso, común a todos los hombres de todos los
tiempos y de todas las culturas.
Medita
con detenimiento y encontrarás cuáles fueron los factores que provocaron la
formación de tal sentimiento. Hallarás como básica la ignorancia. Esta, a su
vez, originó el temor. Añadidas a las anteriores, encontrarás la admiración y
el entusiasmo por aquello que provocó sentimiento de simpatía en los
primitivos. Fue este sentimiento universal, y como todos los hombres se
sintieron ligados entre sí por la afinidad que entre ellos se estableció por la
igualdad de un mismo sentimiento común a todos, de allí que tomara el nombre de
religión, supuesto que esta palabra quiere decir lazo que ata colectivamente.
Esto originó que los hombres se sintieran estrechamente ligados entre sí,
colocados en el mismo plano, sintiéndose más semejantes por lo que su espíritu
experimentaba, hermanándose en su debilidad, en sus zozobras y temores, más que
por su misma forma corporal.
Fue
así como para todos los hombres son sagrados los elementos que creyeron
dispensadores del bien. Les atribuyeron cualidades extraordinarias. Les dotaron
de voluntad. Les colmaron de falsos atributos. Para ellos eran, según una
palabra creada por los isleños de Oceanía, MANA. Mana eran todos aquellos seres
dotados de poderes extraordinarios; Mana es la potencia de un ser poderoso y
excepcional, según la mentalidad de aquellos primitivos. Tal parece que ésta
fue la primera forma religiosa organizada de los hombres; en ella intervinieron
los siguientes factores: primero, la ignorancia de los que forman la tribu;
segundo, el hecho de que cada individuo proyectara su conciencia fuera de sí
mismo, colocándolo en aquello que provocara su admiración o su temor; tercero,
la suma de la actitud de adoración de cada uno de los individuos que formaban
la tribu, constituyendo así ya una creencia.
Como
puedes ver, de un miedo común que a su vez provoca una actitud espiritual común,
del conjunto de las actitudes comunes se forma la primera manifestación
religiosa colectiva: Mana. ¿Qué es Mana? ¿Es en verdad un poder, una nueva
existencia, un espíritu o un ser que vive y opera entre los demás seres del
Universo? No, es una ficción, es una mentira, es un falso atributo que los
melanesios, salvajes de Oceanía, conceden a las fuerzas, los hombres, animales
y cosas que despiertan su admiración o su temor. He aquí a la ignorancia y al
temor integrando, casi exclusivamente, una creencia religiosa, en la que la
ficción crea una fuerza, una cualidad, una acción en derredor de un sujeto
determinado.
Aparece
después el fetichismo, como una forma religiosa más elevada que la simple
creencia de Mana. Esta hace residir un poder en una cosa. En cambio, el
fetichismo comprende no sólo a la noción de Mana, sino que tiene otros
elementos más. Se llama fetichismo a una costumbre que ciertas tribus de África
tenían de adorar a dioses hechos con sus propias manos. Para que esto sucediera
se necesitaba:
lo.
Que al igual que las tribus de Oceanía, le concedieran un poder a los objetos
manufacturados por ellos mismos (volverlos Mana).
2o.
Darles a los mismos la capacidad de producir, a voluntad, efectos malos y
buenos.
3o.
Realizar una serie de actos que formen una ceremonia con que los creyentes
tratan de ganarse el favor del fetiche.
Ve,
pues, maestro, cómo el fetichismo tiene de punto de partida una noción, una
idea, nacida de la imaginación: la de Mana. Ve también cómo ya el fetiche puede
ser a voluntad bueno o malo, mientras que entre los melanesios las cosas eran
buenas o malas solamente, no pudiendo ser las dos al mismo tiempo, ni mucho
menos ser una sola a voluntad. Ve también que ya estos dioses fabricados por
artistas primitivos, tienen un ceremonial que consiste tal vez en danzas,
cantos y ofrendas, que en su honor ejecutan los creyentes para ganarse su favor
o simplemente para desagraviarlo.
El
sentimiento religioso ha sufrido una evolución. Se ha hecho más complejo, los
actos del culto hacen ya necesaria la existencia de un nuevo elemento, con
poderes y atribuciones determinadas, el sacerdote. El fetiche reúne en su
derredor a toda la tribu. Le comunica una alegría que no tiene, una esperanza
que no puede dar o una fe que en realidad no representa. Todo, a través de
quienes conocen los ritos del culto y saben cuáles son los que en cada caso
convienen. Es de tal forma complicado este estado del sentimiento religioso,
que en verdad no se sabe hasta dónde llega el sentimiento que despierta el
fetiche y los que el mismo culto inspira. Se confunden, en realidad, el fetiche
y su culto. Esto te ayudará a ir comprendiendo por qué el sentimiento religioso
se va volviendo cada vez más complicado en los distintos pueblos, haciéndose la
complicación mayor a medida que aumentan la cultura y la civilización de las
razas humanas.
Junto
a la práctica del fetichismo están dos ideas nuevas, el amuleto y el talismán.
Ambos participan de las virtudes del fetiche. Mientras el primero es pasivo, el
segundo es activo. El amuleto sólo sirve para librar de un mal, curar heridas,
precaver de una enfermedad. El talismán, por el contrario, sirve para atraer el
bien, para ayudar a su poseedor a triunfar y a ser feliz, como, por ejemplo, la
lámpara de Aladino, que constituye un ejemplo clásico de talismán. En cambio,
la patita de conejo, tan usada por los norteamericanos, es un caso típico de
amuleto, pues que según la ingenuidad gringa, sirve para evitar desgracias. Ya
oportunamente veremos cómo estas nociones, estas ideas, encontradas en las
sociedades primitivas de África, aparecen más tarde en diversas culturas,
avanzadas, prevaleciendo hasta la fecha como una demostración palpable de que
el origen del sentimiento religioso en el hombre y de la creencia en la
colectividad, tiene sus más hondas raíces en la ignorancia y en el temor. No de
otra manera se explica que amuletos y talismanes, “vástagos y retoños del
fetichismo”, perduren hasta en la época presente.
Pasamos
luego a darle una mirada a las organizaciones totémicas. Forma religiosa ésta
común a tribus que vivieron en diversos lugares de la Tierra, ya sea en Norteamérica,
Asia Menor o bien en África, y que por su situación geográfica difícilmente
pudieron comunicarse, hecho que nos demuestra que el sentimiento religioso en
la humanidad nació, creció y se fortaleció abrevando siempre en las mismas
fuentes.
Al
explicar cómo el hombre forma dentro de su espíritu la división de las cosas
que son sagradas y de las que no lo son, recuerda que hicimos mención de la
admiración y temor que en él despiertan los animales. Hablamos también de la
relación que el espíritu del primitivo estableció entre las cualidades que teme
o admira en ellos y las de sus muertos.
Pues
bien, esa admiración y ese temor dieron lugar al nacimiento del totemismo. Práctica
religiosa en la que los hombres escogen un animal cualquiera, en el cual hacen
residir poderes y virtudes extraterrestres, como símbolo protector, como signo
de sí mismos y de toda una tribu. Tú sabes, maestro, que después de la familia,
sigue en el proceso de la formación de la sociedad humana una organización
llamada CLAN. Pues bien, cada Clan tiene su tótem, es decir, su animal
protector, síntesis de sí mismo, dios dispensador de bienes para quienes lo
forman.
En
esta práctica religiosa, sumamente complicada, las costumbres de los clanes se
derivan del totemismo y de su culto, y por eso hacen que se les dificulte su
descripción. Por ahora nos bastará, maestro, saber que para los clanes totémicos,
los animales que nadan, corren o vuelan, son los padres muertos de la tribu;
que a esos animales, igual que en la noción de Mana, se les atribuyen, por sus
cualidades inspiradoras de admiración o temor, poderes extraordinarios y
atributos no comunes a los hombres. Es así como un animal, muchas veces una
planta, va creando entre los miembros de un clan, lazos tan estrechos como no
los puede crear muchas veces el parentesco de la sangre. Todos los miembros de
un clan, amparados por el mismo tótem, tienen entre sí obligaciones y deberes
que cumplir, exigencias comunes que llenar, siendo el símbolo animal, o bien la
planta totémica, el que a través de los siglos rige la vida de los hombres, los
clanes y las tribus. El animal totémico regula sus matrimonios, da los nombres
a los hijos, da lugar al régimen del matriarcado, y ejerce en ellos las veces
de un dios tutelar que está presente en todos los actos de la vida individual o
colectiva.
Junto
a la noción del tótem está la de TABU, de la misma manera que el fetichismo
engendró los conceptos amuleto y talismán.
Tabú es una palabra nacida en Polinesia, región
isleña de Oceanía. Quiere decir: no oses, no hagas.
Significa en sí una prohibición y está íntimamente
ligada con la idea de Mana.
El
tabú es a veces positivo porque se refiere a cosas que debieran hacerse.
El
tabú es una manifestación exterior del culto totémico, supuesto que lo
constituyen una serie de prohibiciones expresas nacidas de la religión misma.
Así se tiene que es tabú el animal-tótem, para los individuos del clan que
lleva su nombre, pues que no pueden ni matarlo ni comer su carne; son tabúes
los jefes y sacerdotes contra los cuales no se puede ejercer ninguna acción por
los miembros de la tribu; son tabúes algunas plantas, que igual a los animales,
son cuidadas y respetadas; asimismo, son tabúes algunas rocas, lugares,
arroyos, etc. Es decir, que mediante una serie de tabúes, queda reglamentado lo
que hay que hacer y lo que se necesita dejar de hacer para poder tener contento
al animal-tótem, que es el dios. De ahí el hecho de que el tótem establezca una
serie de costumbres, que en realidad forman todas las manifestaciones
exteriores de la vida de estos pueblos primitivos. Las costumbres, a fuerza de
practicarse siglo tras siglo, siempre invariablemente, acaban por convertirse
en leyes tan fuertes, que quien viola un tabú muchas veces sufre el castigo sin
intervención de ninguna fuerza extraña a su misma persona, pues la sugestión
mental es tan poderosa, que llega a producir la muerte de los negros violadores
de tabúes, aunque cuando así no sucede, el clan o la tribu castigan al
trasgresor.
Vemos,
pues, cómo el tabú polinesio es una parte del culto, es un rito religioso, es
un derecho, puesto que establece una ley; y finalmente es una costumbre que
todo el mundo sigue y obedece, ya que habiendo nacido dentro de ella, la vida
les es imposible si no la practican, como los pájaros nacen para volar,
supuesto que para eso están hechas sus alas, así los clanes totémicos nacen
para observar los tabúes, que a través de las generaciones se han colado en su
mismo ser, para volverse algo congénito.
El
tabú viene a ser una modalidad avanzada del espíritu religioso humano, supuesto
que regula y organiza la vida de los clanes y las tribus en una forma tal y de
tal suerte, que los simples tabúes religiosos en realidad vienen a ser una
legislación, legislación que tiene sobre todas las demás legislaciones la
ventaja de que todo el mundo la obedece sin que haya presión ni violencia,
supuesto que ya forman parte de la existencia misma del individuo, del clan y
de la tribu.
El
tabú trae consigo la idea del pecado. Este a su vez, la del sacrificio. Cuando
un negro viola un tabú, peca. Luego necesita reparar su pecado, su falta, y
para repararlo se vale del sacrificio.
Nuestro
cristianismo, religión que está a una gran distancia en el tiempo y en el
refinamiento de las concepciones y del culto de estas religiones primitivas,
conserva, sin embargo, la idea del tabú como elemento básico.
El
fruto del árbol de la Ciencia
del Bien y del Mal, era tabú para Adán y Eva. Pero Adán y Eva violaron el tabú
y pecaron. Entonces la reparación fue el castigo sufrido por los culpables, que
fueron arrojados del Paraíso por el Eterno. El sacrificio que en realidad vino
a reparar la falta cometida por Adán y Eva lo representa, en la doctrina
cristiana, la vida, pasión y muerte de Jesucristo, quien llegó al sacrificio de
la propia vida para lavar la mancha arrojada sobre la Humanidad, mancha que
transformó la moral y el orden religioso.
El
tabú crea en la conciencia del hombre el cuadro de sus obligaciones morales. El
tabú es, pues, el que ya de manera clara viene a establecer una moral, moral
que a través de las edades evolucionará hasta organizarse en una creencia
universal, para constituir una entidad de tal manera medular para la vida de
los pueblos, que será fieramente defendida por la parte conservadora y burguesa
de las sociedades humanas.
Si
tú eres estudioso y gustas de ampliar y comprobar cuanto se te dice, podrás
estudiar más detenidamente el totemismo y comprenderás que representa un
apreciable paso dado hacia adelante por la Humanidad, representando este paso más que un
valor en el sentido religioso, un positivo avance en la organización social, de
la que el totemismo es en realidad, una fase.
En
páginas anteriores te decía que la conciencia del hombre se proyectó sobre las
fuerzas y elementos todos que forman la Naturaleza. Esto
vino a crear en él sentimientos de adoración para el agua, la brisa, el sol y
la tierra. También para el águila, la serpiente y la mariposa; a este
sentimiento de religiosidad primitiva se le llama naturismo porque desbordó
sobre la Naturaleza,
tomando a sus elementos como signos de adoración, o representativos de la fe.
Hubo
otros pueblos que poblaron la
Tierra de seres fantásticos, de existencia no terrenal, que
vagaban por los bosques, las montañas y los mares. Que se introducían en el
cuerpo de los hombres, de las piedras, de los animales y de las plantas. Esos
espíritus eran los antepasados, que una vez perdida su forma corpórea, seguían
vagando en derredor de los suyos para protegerlos y salvarlos. Es decir, hubo
quienes creyeran ya en la existencia del alma independiente del cuerpo. Esto
constituye el animismo. Hoy se trata de saber qué fue lo que nació primero en
el hombre: si el naturismo o el animismo.
A
nosotros en realidad el término de tal discusión no nos importa, como lo
veremos al sacar las consecuencias de nuestro estudio.
En
realidad el totemismo vino a dar los elementos para el nacimiento de un nuevo
culto, el de los antepasados. Y así nace una nueva religión que adoptan los
pueblos civilizados, como el chino, en donde floreció una cultura estimable por
muchos conceptos y digna de figurar como uno de los puntales de la civilización
del hombre.
El
culto de los muertos que, con más o menos transformaciones, es una práctica
universal, ha sido una rígida escuela de ritos para los orientales. A ella ciñen
su vida toda. El padre, después de muerto, sigue siendo el jefe de la familia.
Su espíritu sigue gobernando por completo la vida de los vivos. A todas horas,
a cada momento, hay que rendirle ofrendas, homenajes y otros atributos, pues
desde las regiones de lo desconocido está siempre vigilante de la felicidad de
la familia. El chino no puede, en ningún momento, abandonar la tiranía que
sobre él ejerce el culto de sus antepasados. Hasta nosotros mismos se cuelan
formas de ese culto. Nuestros muertos las reciben en forma pagana, porque el
sentimiento primitivo se resume hasta el presente a través de todas las
generaciones.
Hemos
visto, en un rápido recorrido, todas las modalidades adoptadas por los pueblos
primitivos para manifestar sus sentimientos religiosos. He tratado de darte una
idea de cómo nacieron éstos en el hombre. Ahora deseo que leas con detenimiento
las siguientes
Conclusiones:
1a.
El hombre creó los dioses impulsado por un sentimiento en el que predominó el
temor. La ignorancia engendró el temor. Al mismo tiempo, hizo que el hombre
atribuyera poder, capacidad de hacer el bien y el mal, existencia espiritual, a
las fuerzas naturales, a los animales, árboles, piedras o bien a los objetos
por él mismo manufacturados. Hoy, a pesar de los avances de la Ciencia, a pesar de que se
han destruido muchos errores, el sentimiento religioso impera porque el hombre
ignora una cosa fundamental: lo que hay más allá de la tumba. Cuando descubra
esto, su espíritu religioso se orientará por otros caminos más en consonancia
con el avance de la Ciencia.
2a.
De lo anterior se deduce que el hombre empezó creyendo o temiendo a un supuesto
poder creado por su imaginación, tomando como verdadera una falsedad, aceptando
como válida una mentira; haciendo que en derredor de esta mentira se
organizaran no sólo sus actividades de hombre, sino las de toda la
colectividad. Por eso debes reconocer que si es cierto que estamos en el siglo
de las luces y de los descubrimientos, también es cierto que nuestra fe
religiosa está todavía prendida a las concepciones imaginativas de los hombres
ignorantes de las primeras épocas de la vida humana. Es cierto que nuestro
cuerpo viaja cómodamente en automóvil, pero cuando de religión se trata,
nuestro espíritu viaja en el clásico burrito en donde la leyenda cuenta que fue
llevado el niño Jesús a Jerusalén.
3a.
Se afirma, y con razón, que el sentimiento religioso está basado en el mito. En
el mito nace, en él se robustece, y a él regresa en cuanto sufre los ataques de
la realidad. Por eso se dice que todas las religiones tienen como base el mito.
Mito quiere decir mentira. Luego, la religión vive y se nutre de mentiras.
4a.
Se ve que la falta de razonamiento y de espíritu crítico hizo a los primitivos
poner las potencias de su alma y de su cuerpo bajo la tutela de fuerzas,
poderes o seres imaginarios, a quienes consideraron como dioses. En derredor de
ellos crearon ritos, cada vez más numerosos, hasta crear el culto colectivo.
Estos ritos, junto con la parte doctrinaria de la creencia, es lo que forma hoy
las religiones.
5a.
Las generaciones fueron recibiendo una herencia religiosa, que a su vez
transmitieron a las siguientes, hasta que lo que principió siendo un
sentimiento provocado por agentes externos se convirtió en parte misma del alma
humana y colectiva.
6a.
El espíritu que principió siendo supersticioso acabó siendo creyente. La
necesidad del mito se precisó en forma tal en el alma del hombre, que ahora
tenemos que luchar largamente y con métodos científicos para extirparlo.
7a.
Si el hombre fue el que hizo a dios y a sus creencias, y el hombre fue el
creador de su fe; si él construyó con sus manos y su imaginación a sus dioses,
revistiéndolos de poder y colmándolos de virtudes y perfecciones; si fue el
hombre quien inventó los actos del culto y los volvió sagrados en el curso de
los siglos; si fue él mismo quien pudo destruir unos dioses para crear otros;
queda, fuera de toda discusión, que el hombre puede destruir su religión.
8a.
Veremos también cómo los primeros brotes del espíritu religioso del hombre
tienen concepciones burdas, prácticas groseras, actos culturales y
manifestaciones tan primitivas como él. Sus dioses eran semejantes a él porque
el hombre los modeló de acuerdo con su cultura y experiencia, habiendo momentos
en que el dios, por ser hijo directo de una región geográfica, puede
representar las condiciones climatéricas y físicas en que los hombres vivían.
9a.
Luego, aceptar sin discusión que no fue Dios quien hizo al hombre conforme su
imagen y semejanza, sino el hombre quien hizo a dios de acuerdo con su imagen y
semejanza, comprobándolo al encontrar que muchos dioses revelan en los
elementos que los constituyen, ideas derivadas del trabajo a que están
dedicados sus creyentes y todos ellos, los dioses, tienen muchos detalles
reveladores de la humana condición.
l0a.
Finalmente, resumiendo diremos: Dios es hijo de la ignorancia y del temor; Dios
fue hecho por los hombres, luego puede ser destruido por ellos.
En
esta época, el triunfo es de los que estudian. Por eso no podemos combatir el
fanatismo sino entrando en el estudio del sentimiento religioso desde sus orígenes.
No
podemos combatir el error sino con verdades. Una mentira no podemos combatirla
con otra.
La
lucha debemos emprenderla con decisión y valor. Pero en esta lucha no deben
tener puesto los ignorantes. Por eso te invito a que estudies. Hacerlo
significa armarse. Armarse es necesario en este momento histórico, de intensa
lucha, en que se deciden los destinos de la humanidad.
Con
el deseo de aclararte más la información anterior deseo hacerte recapacitar
sobre los siguientes hechos:
a)
Los indígenas, los nativos de todos los países atrasados, siguen, como nuestros
primeros hombres, profesando el culto de los astros. Para ellos el sol es un
dios; la luna, una diosa. Siguen temiendo y reverenciando a la lluvia, al
granizo, a la tierra. Los huicholes, los tarahumaras y otras muchas tribus
mexicanas aún celebran ceremonias rituales para adorar al sol y a otras fuerzas
naturales
b)
Este culto por el sol es universal. Igual podemos decir de otras fuerzas
naturales como la lluvia, la luna, la tierra, el viento y hasta la sombra.
Igual los chinos que los egipcios, los aztecas que los incas, los comanches que
los africanos de todo el continente, todos reverencian al sol y a todos
aquellos fenómenos que comprenden ejercen influencia decisiva en su vida y cuya
existencia, periodicidad, malevolencia o benevolencia, no pueden explicarse por
otro camino que el de la mística, es decir, dotarlos de voluntad, de intención,
de existencia independiente y de un poder malo o bueno, según sean las
sensaciones que sobre ellos provoquen.
c)
Esta circunstancia igual en pueblos tan remotos entre sí, que indudablemente no
pudieron ponerse de acuerdo para profesar todos el mismo culto religioso, para
deificar iguales fenómenos, tiene, de seguro, una explicación científica. Para
mí, dicha explicación la contiene la exposición que hago en las primeras páginas
de este folleto: la reacción que estos fenómenos provocan en el ánimo de los
hombres, la ignorancia que frente a ellos padecen y el temor que los mismos les
provocan haciendo que en ellos nazca el deseo de congraciarlos, de despertar su
benevolencia: tal es la razón de los primitivos actos culturales que después se
convierten en una complicada liturgia.
d)
Si estudias con cuidado las etapas históricas de la humanidad, encontrarás que,
por lo general, cada una de ellas tiene una religión especial. Existe algo más:
Pueblos, como el judío, nómada, errante siempre y enemigo de la vida
sedentaria, tiene también un dios errante. Pueblo pobre, tiene también un dios
pobre: su templó eran las tiendas y se con formaba con un poco de harina y un
modesto sacrificio. Carece de templos porque los pueblos errantes no saben construirlos,
ni los necesitan. Jehová representa la comunidad de los bienes en las leyes que
él mismo para su pueblo establece. Llegan a Canaán y Jehová se convierte en
Dios con templos, con ricas ofrendas, enemigo de la comunidad de los bienes,
enemigo de la asistencia social. ¿A qué se debe? A que el pueblo judío se
vuelve sedentario y su régimen comunal se convierte en régimen de propiedad
privada. La pobreza del desierto la sustituyó con la riqueza del suelo de Canaán
y así las sobrias y austeras ceremonias del desierto se trocan en bacanales
donde el vino, la carne, la miel y la leche son consumidos en abundancia. Se
destruye la estrecha solidaridad social y el pueblo acaba bailando en derredor
del becerro de oro. Estudiando este fenómeno vemos cómo el régimen de la
propiedad, la índole de la existencia, la economía y las circunstancias geográficas
se retratan en la idea de dios, porque son los hombres quienes se forman sus
dioses a su semejanza y no al revés.
e)
Esta enseñanza del pueblo judío la encontrarás, si eres estudioso, entre otros
pueblos cuya organización económica y política conozcas. Ejemplo: el romano, el
griego, etc. Y si profundizas, podrás encontrar en las cuestiones económicas la
profunda diferencia entre el cristianismo primitivo y el catolicismo de hoy.
f)
En la época actual tenemos ejemplos verdaderamente preciosos: El fascismo alemán
está empeñado en una guerra a muerte contra el catolicismo. Y en contra del
cristianismo en general. El hecho se debe a que el catolicismo es internacionalista
en cuanto predica que todos somos hermanos; el “amaos los unos a los otros”,
que el Dios católico es el padre de todas las criaturas y que, en consecuencia,
todos somos merecedores a la felicidad, al cielo y a la bienaventuranza. Y esto
no lo podrá admitir nunca el nazismo alemán, porque Hitler y los suyos pregonan
el más furioso racismo y quieren tener, en consecuencia, su Dios ario, nada más
ario y para los arios, porque el dios de los hombres superiores no puede ser el
mismo de los hombres inferiores, que merecen no un dios sino todo el desprecio
de los arios.
g)
Así tenemos, pues, que cada época tiene los dioses o el dios que necesita. Si
estudias el fenómeno del luteranismo y de todas las escuelas religiosas
protestantes encontrarás que éstas siguen siendo cristianas, pero no católicas
por una sola razón: que el catolicismo no dejaba crecer ni la economía ni las
organizaciones políticas que esos pueblos necesitaron en determinado momento de
su historia.
Táctica
Considero
que nunca ha corrido la
Revolución Mexicana un peligro más marcado que el que corrió
con motivo de la popularización de los métodos tabasqueños en materia
religiosa.
El
peligro lo entrañaba el hecho de que, contra todo lo que la razón indica y el
socialismo establece, se trataba de arrastrar a las masas a una lucha puramente
religiosa, poniendo esta lucha en primer plano, mientras se condenaban las
actividades sindicales y se amenazaba de muerte el derecho de huelga.
Nunca
como entonces (1932-1934) fue más miserable el número de agraristas
beneficiados con el reparto agrario: Nos basta considerar estas cifras:
Beneficiados en 1932………………………………….
20,000 ejidatarios
Beneficiados en 1933 ………………………………….15,000
ejidatarios
Beneficiados en 1934…………………………………..
50,000 ejidatarios
Aclaro
que en 34 la cifra sube a cincuenta mil porque en diciembre el Gral. Cárdenas
benefició a más del 50 por ciento de los que la cifra marca.
Y
frente a estas realidades con las que se trataba de aplastar el movimiento
obrero y que aplastaban definitivamente el agrario, pues se llegó a la osadía
de crear los famosos distritos ejidales, se desencadenaba una enconada
persecución religiosa y se agitaba la propaganda en pro de la educación
socialista.
Tal
posición demagógica que trataba de arrastrar a las masas a situaciones
artificiales para esconderles el asesinato de los ideales de la revolución, fue
duramente combatida por los grupos que en México representan los polos opuestos
y que en esa época se unieron para luchar: católicos y comunistas. Lo que significa
por un lado lo estúpido del camino en la campaña religiosa y por el otro la
existencia de una verdad revolucionaria, socialista, que deseo conozcas desde
ahora: el socialismo no persigue ni ataca a la religión en forma violenta, ni
los revolucionarios se proponen destruir la religión por la violencia porque
esto último, según lo demuestran los más brillantes teóricos del movimiento
revolucionario mundial, es tarea de la burguesía.
Ya
en 1935 condenaba desde “Izquierdas”, en un artículo titulado “Morelos”, la
clerofobia de la burguesía nacional de su parte más peligrosa supuesto que era
la que detentaba el poder político y alertaba a los maestros rurales para que
vieran con claridad en medio de la maraña de hechos sociales que en aquellos días
contradictorios nos azotaban la conciencia.
Hoy
vuelvo a escribir estas líneas porque a pesar del tiempo transcurrido y de las
muy claras direcciones recibidas de la Secretaría de Educación Pública y de la actuación
diáfana del General Cárdenas en esta materia, todavía necesitamos clarificar más
nuestra línea política frente a las masas católicas del país.
Probablemente
seamos nosotros los maestros los que más inconsecuencias hemos cometido en
materia religiosa. Inconsecuencias a las que hemos sido arrastrados algunas
veces, y en otras por nuestra voluntad, por la confusión que en nuestra ideología
padecemos o por las desviaciones envenenadas que nos sugieren los enemigos
reales de la Revolución.
Nadie
ignora que las más grandes masas de mexicanos son católicas. En cada región lo
son a su manera. Pero creen en las excelencias del catolicismo, adoran a sus
dioses, respetan a sus ministros, concurren a sus templos. Ninguno de nosotros
ignora tampoco que la
Revolución de 10
a 14 la realizaron los católicos. Basta recordar que en
las copas de los sombreros de los revolucionarios se ostentaban estampas y bajo
sus camisas se calentaban los escapularios y las medallas. No desconocemos que
católicos fueron los combatientes del 5 de Mayo y el Carrizal. Tampoco nos es
desconocido que la parte más católica de España, Euzkadi, luchó bravamente
contra la invasión franquista, con heroísmo inigualado.
Todos
los anteriores hechos nos hacen aceptar que la mayoría de los obreros son católicos,
la mayoría de los campesinos, católicos y que, en consecuencia, la lucha de
clases tenemos que realizarla en México con católicos y no con ateos, porque si
esperamos esto nunca realizaremos ninguna revolución.
Tenemos
un Gobierno demócrata, que aspira, según la frase propia de nuestro Presidente,
a convertirse en una democracia de trabajadores. Debemos buscar para él la más
amplia base social ya que está demostrando capacidad para realizar los
objetivos inmediatos de nuestro movimiento revolucionario. Y si por ello no
fuera necesaria la revisión de nuestra actitud vieja, diremos que importa más
ganar huelgas y repartir latifundios que ponerse a discutir teóricamente si
dios existe o es un mito.
Así
pues, la lucha por la democracia necesita contar con el concurso de los católicos;
la lucha agraria necesita a los campesinos católicos, ¿qué debemos hacer, en
consecuencia?
Debemos
actuar, si es que queremos ser revolucionarios consecuentes y no meros
demagogos anarquizantes, ciñendo nuestra conducta profesional y social a tres
normas generales:
a)
Pensar siempre “que el mejor medio de reanimar el interés por la religión y de
su muerte lenta” (Lenin), es atacarla y hacerla víctima de persecuciones
policiacas.
b)
“Saber que para combatir la religión hay que saber explicar de un modo
materialista los orígenes de la fe y de la religión en el pueblo” (Lenin), sin
descender al ataque tonto, al insulto a la fe que sólo sirve para lesionar o
herir al sentimiento religioso del pueblo.
c)
Buscar la manera de combatir entre las masas populares, especialmente las
campesinas, las manifestaciones más peligrosas del espíritu religioso: el
fanatismo y la superstición, y hacerlo precisamente de manera que no hiera el
sentimiento religioso, porque esto provoca la división en dos bandos:
irreligioso y religioso.
Para
que puedas cumplir ampliamente con las primeras condiciones señaladas te
recomiendo:
1o. Leer cuidadosamente toda la exposición, o sea la
primera parte de este folleto, hasta asimilar su contenido.
2o. Buscar y leer de igual manera, los siguientes
materiales:
La Religión al Alcance de Todos, de Ibarreta.
La Religión, folleto de Lenin.
Teoría
y Práctica del Socialismo, de John Strachey, en su capítulo XIX “Socialismo y
Religión”, página 201.
El
Antidüring, de Federico Engels, especialmente en sus páginas 169, 244, 292 y
295, pero sobre todo en las 292 y 293 donde explica “La Religión y su Evolución
Histórica”.
Cuando
se trata del tercero, es decir, de combatir el fanatismo y las supersticiones
sin lastimar el sentimiento religioso del pueblo, podemos tomar en cuenta que
el problema ofrece dos aspectos ya señalados alguna vez:
1o.
Existen comunidades en las que incluso se puede desarrollar una campaña antifanática.
2o.
Por el contrario, en otras no puede mencionarse siquiera el problema, porque
este solo hecho provoca suspicacias.
Es
justamente para las comunidades en este último caso para las que me permito
aconsejarte lo siguiente:
Por
más que estemos decididos a no lastimar las creencias del pueblo, eso no
significa renunciar en modo alguno a la tarea que tenemos impuesta por lo que
se refiere a dar una explicación materialista de todos los fenómenos del
universo y de la vida social. No podemos renunciar tampoco a nuestra convicción
de que la religión es aliada del capital y que es un agente de la burguesía
financiera para la mejor esclavización de los trabajadores y que, por tanto,
nosotros perseguimos aunque a largo plazo, la desaparición del sentimiento
religioso de cualquiera naturaleza que sea.
Debemos,
pues, hacer algo que nos permita ir abriendo las conciencias de nuestros
campesinos y alumnos a la luz. Provocar reacciones en ellos que sin ser
contrarias a su fe, sí vayan quitando de su conciencia todas aquellas
supervivencias del obscurantismo secular que dominó al país desde la conquista
hasta la Reforma
Juarista. El método más sencillo es utilizar para ello el
teatro. Haremos representar por medio de él piezas sencillas, inofensivas en
apariencia, pero de un gran alcance educativo, supuesto que nos permiten
explicar científicamente fenómenos cuya falsa interpretación permite el dominio
absoluto de las conciencias de los campesinos. Estos materiales debemos
buscarlos y conservarlos como algo precioso. Si no los encontramos, debemos
provocar en otros la idea de escribirlos o escribirlos nosotros mismos.
Para
muestra, a continuación incluyo dos pequeñas piezas teatrales que para ello
pueden servirte admirablemente y que tus alumnos puedan representar.