viernes, diciembre 06, 2019
INTERESANTE PLATICA EN LA FAZ DE LA UJED
En una interesante conferencia sustentada por el Ing. Gerardo Alfonso Ramírez Aguilar exalumno de la Facultad de Agricultura y Zootecnia de la UJED de la primera generación de fitotecnia, quien en retribución a su alma mater, acepto la invitación de sus compañeros de generación para hablar del exitoso proyecto chiclero del Estado de Quintana Roo conocido actualmente como CHIC ZA.
La industria del chicle podría florecer de nuevo siempre y cuando existieran más apoyos gubernamentales, señala el campesinado Quintanarooense.
El futuro de la industria chiclera nacional se enfrenta a la intensa competencia de materia prima elaborada con polimeros del petróleo, así como a la incertidumbre por la falta de suficientes mercados extranjeros para la comercialización del producto orgánico.
El Consorcio Corporativo de Productores y Exportadores en Forestería (Chcza) es la empresa que lucha año con año por adquirir suficiente producción para enviar a Europa y Asia y que tiene que enfrentar a los productos sintéticos, Chicza es un chicle 100% natural, se cosecha de manera sustentable de los árboles del chicozapote en la Selva Maya. Es orgánico certificado y biodegradable, y además lo produce bajo un esquema de comercio justo.
El “chiclero” se acerca al árbol de chicozapote, lo recorre con la mirada, lo estudia, lo toca, lo “cala” antes de tomar una decisión. Elige el árbol ideal y comienza a trepar con gran habilidad usando tan solo su cuerpo y un par de herramientas simples. Desde abajo hace cortes en la corteza forma de “V” en zigzag, por ellos escurrirá la sabia del blanco látex que se convertirá en chicle.
Sube cada vez más alto, abrazado al árbol que le proveerá el sustento. Su habilidad es fascinante, el trabajo es duro y muchas veces peligroso, pero lo aprenden desde muy jóvenes observando a sus experimentados padres y abuelos. La cosecha de chicle sucede justamente durante la época de lluvias, cuando los árboles están bien hidratados y proliferan los mosquitos que atacan con incesantes piquetes.
Desde la base del tronco, que puede tener más de un metro de diámetro, hacen las incisiones en forma de zigzag que les sirven de apoyo para continuar trepando y avanzando sobre la corteza de árboles que alcanzan los 30 metros de altura. Llevan una cuerda atada en la cintura con la que se abrazan alrededor del tronco, mientras trepan, sostienen su propio peso apoyando los garfios de sus botas de hule en las nuevas incisiones.
Por estos cortes en “V”, escurrirá el látex que permea gota a gota hasta depositarse en las bolsas de henequén que han sellado con cera de abeja, y que ataron previamente en la base del árbol. Una vez “chicleado”, el árbol se deja “descansar” durante un periodo de por lo menos cinco años.
El consorcio es considerado como un nuevo modelo social productivo que inició con la participación de nueve cooperativas afiliadas al Plan Piloto Chiclero en la década de los noventas.
Para estar en condiciones de exportar el producto, cada año son certificadas un millón de hectáreas de chicozapote, por parte de la empresa internacional Bioagricert.
Con esta certificación se garantiza que es un producto ecológico y orgánico, libre de químicos, aclaró el Ing. Ramírez Aguilar.
En 2007 se presentó por primera ocasión este chicle en Europa y luego en la Fiofach, la feria más grande de productos orgánicos del planeta, en la que participan negocios de todo el mundo, y fue incluido entre los 20 primeros productos más novedosos del foro mundial.
Alemania, Inglaterra, Grecia, Canadá y Estados Unidos son los países que mostraron mucho interés en nuestro producto, subrayó el Ing Ramírez.
El consorcio está operando nueva maquinaria hecha en México para automatizar el proceso de elaboración del chicle orgánico.
También han invertido en mercadotecnia, en el registro de la marca y en la investigación de la legislación de cada país a donde van a exportar el producto.
Pero admite que la goma orgánica es un producto que todavía no tiene muy definidos sus mercados nacionales y extranjeros, los cuales sufren diversos vaivenes.
No obstante, el Ing. Gerardo Alfonso Ramírez Aguilar manifestó que la actividad chiclera en Quintana Roo sigue ocupando un lugar importante dentro de la economía local, sin embargo, debido al bajo precio de los productos sintéticos (de la mitad a una tercera parte que el chicle natural, sin químicos) éstos siguen acaparando el mercado internacional.
Ello amenaza a las 46 comunidades de Quintana Roo que continúan dedicándose a la producción de la materia prima del chicle en los 800 kilómetros aptos para la explotación en donde se incluye una parte de Champotón, Campeche. Desde hace ya décadas Yucatán y Tabasco dejaron de producir esta materia prima.
En su lucha por sobrevivir, el empresario de Chicza informó que han buscado obtener apoyos de instancias federales, sin embargo, lamentó que a veces las llamadas reglas de operación o normatividad reducen sus posibilidades de obtener créditos.
El Ingeniero Ramírez Aguilar y sus compañeros de generación fueron recibidos por La Dra. Elizabeth Zúñiga Valenzuela Secretaria Académica y por el Ph. D. Edmundo Castellanos Pérez Secretario Administrativo además de la M.C. Maribel Navarro Morones a quienes agradecemos sus finísimas atenciones.