jueves, octubre 02, 2014
46 AÑOS Y NO SE OLVIDA
El 2 de octubre de 1968, varios grupos de élite del Ejército Mexicano reprimieron violentamente a un nutrido grupo de estudiantes, profesores, intelectuales, obreros y profesionistas, quienes se habían congregado en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, exigiendo mayor autonomía universitaria, libertad a los presos políticos, fin de la represión estatal y mejores condiciones laborales.
El movimiento estudiantil estalló en julio de 1968, cuando el Ejército Mexicano irrumpió en dos preparatorias del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma de México (UNAM). En los eventos, varios jóvenes fueron detenidos y encarcelados, por lo que varias instituciones se solidarizaron, exigiendo la liberación de sus compañeros y la salida inmediata de las fuerzas castrenses de los recintos educativos.
Durante 1968, las movilizaciones fueron adquiriendo una gran aceptación, reivindicando causas más generales, como el acceso a la educación, la democratización de medios de comunicación, el fin del acoso gubernamental y el desarrollo de instituciones.
A pocos días de la inauguración de los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz aumentó las medidas de seguridad y el despliegue de militares en los alrededores de las sedes deportivas.
Sin embargo, diversas escuelas pertenecientes a la UNAM y el IPN programaron el 2 de octubre de 1968 un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, a las 17:00 horas. Después de la intervención del primer ponente, el grupo paramilitar Batallón Olimpia abrió fuego indiscriminadamente en contra de los manifestantes.
El suceso se saldó con al menos 200 muertos, aunque las cifras oficiales reportaron la muerte de 20 personas, varias decenas de heridos y centenares de detenidos-desaparecidos. Varios cronistas aseguran que tras el tiroteo, varios estudiantes fueron sometidos a diversas clases de tortura en los alrededores de la plaza, así como en facilidades secretas del Ejército Mexicano.
La versión oficial del gobierno de Díaz Ordaz sostuvo que el “incidente” había sido una conspiración por parte de agentes radicales de ideología comunista que deseaban sabotear la Inauguración de los Juegos Olímpicos.
En su informe de gobierno de 1969, Díaz Ordaz asumió “integralmente la responsabilidad ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones federales en relación con los sucesos” de Tlatelolco.
Sin embargo, el mandatario jamás reconoció su culpabilidad, ni existió algún proceso penal en su contra. Con motivo del 46 aniversario de la masacre de Tlatelolco, Grupo Sexenio Comunicaciones te presenta seis claves para comprender la magnitud de esta tragedia histórica.
Si bien el número de muertos jamás se determinó, los organismos federales defendieron una cifra que oscilaba entre los 20 y 40 fallecidos. Sin embargo, varios de los estudiantes que lograron sobrevivir a la masacre aseguraron el 5 de octubre de 1968 que alrededor de 150 civiles habrían sido masacrados. Por su parte, diversos cronistas aseguran que los asesinados en la plaza, sus cercanías, así como los jóvenes torturados tras la masacre, podrían sumar más de 300 fallecidos.
Las cifras oficiales indican que al menos 15 mil proyectiles fueron disparados el 2 de octubre. Al “operativo” habrían asistido ocho mil militares, 300 vehículos armados -entre tanques, autos blindados y jeeps con ametralladoras-, y al menos cuatro unidades de élite del Estado Mayor Presidencial.
Diversos analistas sostienen que el nombre del Batallón Olimpia se debe a que este grupo estaba destinado a encargarse de la seguridad de los Juegos Olímpicos. No obstante, estaba conformado por miembros del Estado Mayor Presidencial y obedecía a las órdenes de la Secretaría de Gobernación.
Los gobiernos subsecuentes no sólo mantuvieron en secreto los archivos militares de la fecha, sino que desencadenaron una guerra de bajo perfil conocida como Guerra Sucia, en contra de líderes de movimientos sociales y guerrillas urbanas durante la década de los setenta, convirtiéndose en uno de los periodos de mayor represión en la historia mexicana.
El presidente Díaz Ordaz declaró, durante una entrevista como embajador de México en España, sentirse “muy orgulloso de haber podido ser Presidente de la República y haber podido, así, servir a México", estando particularmente orgulloso del año de 1968, por que le "permitió servir y salvar al País, les guste o no les guste”.
La cinta Rojo Amanecer, así como varias obras que narraban los sucesos del 2 de octubre, fueron vetadas por varios años, hasta que a finales de la década de los ochenta pudieron ver por primera vez la luz pública. Sin embargo, a 46 años de la tragedia, ningún implicado cumplió una condena por su responsabilidad en la masacre.