miércoles, septiembre 28, 2011

 

PRESENTACIÓN DEL LIBRO MADERA , RAZÓN DE UN MARTIROLOGIO

Profr. Gabriel Castillo y Maestro Saúl Rosales

FOTO: Jaime Muñoz Vargas

El Maestro Saúl Rosales Carrillo y el Escritor Jaime Muñoz Vargas presentaron el libro Madera, razón de un martirologio en el salón azul de la Cd. de Lerdo Dgo. Los acompaño el Profr. Gabriel Castillo miembro del comité sindical.
El profesor Santos Valdés refiere en su libro “Madera, razón de un martirologio”, que se encontró con el maestro Pablo Gómez, a quien ya conocía, un mes antes del sofocado combate. Lo vio molesto porque le habían cambiado su plaza magisterial de Chihuahua a Veracruz. Santos Valdés trató de convencerlo de que aceptara el cambio:
no fue así. Volvió a Chihuahua para unirse a los guerrilleros. Viajó nuevamente al sur, tal vez en busca de armas y elementos y “su última acción”, tuvo lugar el 23 de septiembre de 1965, una mañana fría de principios de otoño. En ella perdió la vida, y su cuerpo fue tomado de brazos y pies por sus enterradores, fue balanceado un momento al aire y, junto con sus siete compañeros muertos, arrojado en una gran fosa común (...). Pablo pudo estar equivocado en los medios, pero no en la meta.
Aquí está tu tierra
El reporte oficial del asalto guerrillero es de diez soldados heridos y seis muertos, mientras los pobladores aseguran que hubo veinticinco muertos y treinta y cinco lesionados. Los militares caídos son sepultados con honores. El secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, envía una mención honorifica a “la partida militar de Ciudad Madera por el bizarro comportamiento de su comandante, oficiales y tropa”. Sin miramientos, el periodista crítico Victor Rico Galán viaja de la capital mexicana a Madera y recoge la voz de los pobladores que atestiguaron la actuación castrense, en un texto publicado en la revista Sucesos:
El “bizarro comportamiento” que el secretario de la Defensa se sintió en el caso de elogiar consistió en apresar, maltratar y vejar a decenas de campesinos de Madera y la zona aledaña; consistió en pasear por todo el pueblo, en un camión de redilas y a la intemperie, los cadáveres de los sublevados, consistió en impedir que los familiares, que ya tenían los cuerpos en bolsas de lona para darles sepultura en Chihuahua, se los llevaran; consistió en quitar el pañuelo que el periodista Pedro Muñoz Rocha puso sobre el rostro del doctor Pablo Gómez;consistió en obligar a los parientes a presenciar los honores rendidos a los soldados, rodéandolos de asesinos a sueldo de los caciques de la región.
Sólo el cadáver de Antonio Escóbel es rescatado por sus familiares. El cura del pueblo, Roberto Rodríguez Piña, niega la bendición a los cuerpos manchados de sangre, tierra, pólvora de los jóvenes subversivos. Son enterrados en la fosa común al tiempo que el gobernador Giner Durán externaba: “Puesto que era tierra lo que peleaban, denles tierra hasta que se harten”.
Las reacciones del suceso sangriento brotan en la capital mexicana cuando trascienden la militancia de los guerrilleros muertos. El PPS se deslinda de los hechos y pide al gobierno actuar con fuerza y decisión para lograr orden en la zona y la UGOCM declara a la revista Política: “La UGOCM acostumbra tratar sus asuntos por medios legales y apoya la política del presidente Días Ordaz”.
El presidente busca zanjar de una vez por todas la radicalización del movimiento agrario y la crisis del campo en Chihuahua. Por un lado, instruye para que cuatro jets a reacción y tres naves aéreas, que transportan a setenta paracaidistas cada uno, encuentren, a como dé lugar, a los cinco sobrevivientes del ataque al tiempo que el Congreso local aprueba la pena de multas y prisión para el que realice actos de rebelión o ayude a los fugitivos. Por otro lado, ordena el “auxilio inmediato” de las familias campesinas castigadas por la miseria y la violencia a través del reparto de despensas de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo).
Las acciones de Días Ordaz son vanas. Ni Chihuahua se aplacó, ni dieron con los prófugos, ni detectaron a otros integrantes del grupo que, por razones circunstanciales, no pudieron llegar a la cita para la toma del cuartel y ya estaban en procesos de intentar armarse de nuevo.





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