viernes, enero 21, 2011

 

ESTAMPAS/ MURALES DE BEUCHOT


Cada tanto, menos veces de las que deseo, purgo el archivo almacenado en la computadora. Es una labor sencillísima, pero dada la superabundancia de carpetas y documentos creados a ritmo frenético, pasa que sin advertirlo me lleno, como cualquiera, de iconos desechables. Aprovecho tiempo de alguna forma muerto (como el de esta semana afectada por un conato de lumbalgia) y busco, elimino o guardo. De repente rescato algo decoroso, como el documento de Word que aquí publico. No creí pertinente respaldarlo y olvidarlo ahora sí definitivamente sin antes verlo de alguna forma difundido. Se refiere a Gerardo Beuchot, quien a finales de 2009 me pidió unas palabras para acompañar grabados de su cuña. Creo que fue la segunda ocasión en la que articulé algo sobre su obra; lo primero había sido el prólogo de un cuadernillo con reproducciones de sus óleos, técnica que en lo personal disfruto menos que la del grabado. No me dedico, es obvio, a la crítica de arte, pero sospecho que sé mirar y hallar belleza en la plástica que la contiene. Esto escribí sobre las estampas (miniaturas de los murales) de Beuchot en un texto que titulé “Elogio del trabajo y la imaginación”:
“Comarca Lagunera” y “Persistencia” son tal vez las dos obras más importantes ejecutadas hasta ahora por Gerardo Beuchot. Los son por su tamaño, pero más todavía por el momento que celebraron: el centenario de Torreón como ciudad. Beuchot plasmó en ese par de murales el devenir de La Laguna, los rasgos que fueron definiendo el perfil espiritual de esta comarca llamada lagunera, y es por eso que los comunes denominadores allí visibles son el trabajo y la creatividad.
El trabajo en sus orígenes, el trabajo en su desarrollo y el trabajo en la actualidad, pues nada hay en esta región que parezca surgido de la nada, producto del generoso azar de la naturaleza. Muy distinta a otras fecundas latitudes de México, La Laguna exigió a sus primeros pobladores un esfuerzo extraordinario: para que aquí naciera algo fue necesario invertir inusitados empeños y esperar que con el tiempo la tierra diera frutos. Fue el caso de la vid colonial, luego del algodón y después, ya muy entrado el siglo XX, de la industria y el comercio favorecidos en mucho por la posición geográfica en el mapa de la República: La Laguna, y en ella Torreón, es el punto mágico donde intersectaron dos líneas que a su vez formaron el corazón de una gran cruz: las vías férreas que iban de Norte a Sur y de Este a Oeste, lo que a la postre detonó una fiebre del oro (del “oro blanco” en este caso) que trajo a muchos compatriotas de otras partes e incluso, como bien lo sabemos, una notable cantidad de inmigrantes extranjeros.
Todos, los oriundos y los recién llegados, supieron y saben hasta ahora que aquí nada se da sin el concurso del trabajo y la imaginación. Estos dos rasgos aparecen insistentemente en los murales de Beuchot, obras que del gran formato mural pasaron también al grabado que permite apreciarlos en casa, tenerlos siempre a la mano. Al componerlos, Beuchot tuvo clara conciencia de que nada le perjudicaría más al sentido de estas obras que la parálisis del asunto y las figuras. No hay aquí, entonces, momentos de sosiego, secciones petrificadas en escenas que ven al espectador desde un acomodo frío y preconcebido, como de foto realizada en un estudio. Las escenas y las figuras de los dos murales vertidos también en aguafuerte dan la idea de movimiento, de acción, de permanente flujo. Los actores de ese espacio acuden al instante para mostrarnos que La Laguna es tierra de permanente hacer, de infatigable lucha por mantener la vida en pie. El esfuerzo dinámico, mezclado al onirismo figurativo ya característico en la obra de Beuchot, imprimen pues a “Comarca Lagunera” y “Persistencia” los gestos más sólidos de la región que nos abraza: el trabajo y el vuelo de la imaginación creadora, rasgos imprescindibles para no sucumbir en la dura aridez de nuestra estepa. JMV





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