jueves, diciembre 02, 2010
EL NORTE ESTÁ EN TORREÓN
Si a futbol mexicano queremos referirnos, durante los últimos quince años el norte ha estado, está y deberá seguir estando en Torreón, en La Laguna entera. Esa es la importancia de los juegos que disputarán esta noche y el domingo el Santos y Monterrey. Por más que sea futbol, una poquedad según muchos, para bastantes es una pasión que así sea humildemente contrapesa las rutinas y la grisura de la vida cotidiana, más dentro de regiones en las que el éxito deportivo se ha dado históricamente a cuentagotas.
Santos Laguna y Monterrey son indiscutiblemente los dos trabucos del norte en las temporadas recientes del balompié mexicano. No podemos sumar a otros, pues no hay mucho de donde agarrar y lo que hay o ha habido está de lástima. Del norte eran los Correcaminos y el Tampico-Madero, hace tiempo extintos; del norte fueron los Indios de Ciudad Juárez, también ya fuera de la división máxima; del norte fueron los Dorados de Sinaloa, que duraron nada. Del norte son los Tigres, las Águilas del América norteñas, esto por sus cuantiosas inversiones y sus magros resultados. De esta vasta y basta región del país también son los albiverdes laguneros y los rayados regiomontanos, lo único que en futbol podemos presumir.
A mi ver, hoy comenzará el duelo para ver quién es quién en el norte mexicano. Pase lo que pase con el resultado, es innegable que de todos modos los de aquí han logrado mucho más en menos tiempo, y eso los hace diferentes ante casi cualquier otro equipo del país. Cierto que Toluca ha tenido un ritmo continuo de brillantez, cierto que el Necaxa pasó una década de esplendor en los noventa o que Guadalajara y Cruz Azul, pese a los pocos títulos o a la falta de, han dado en general buenos torneos. Todo eso es cierto, pero esos clubes tienen, en promedio, cincuenta o más años de vida, el doble de los que tiene el equipo lagunero.
La juventud y el éxito no son un matrimonio común en el futbol, de ahí mi énfasis. El Santos Laguna eso es, un equipo apenas adulto y ya suficientemente cargado de medallas. Si la lógica se hubiera impuesto y Vuoso no hubiera cometido las animaladas de la final anterior contra Toluca, ya estaríamos hablando de que los laguneros irían por la quinta estrella, no por la cuarta. Pero cuarta o quinta, incluso la tercera, son una cuota considerable si tomamos en cuenta, reitero, la breve edad del equipo.
Recuerdo que el supernarrador futbolero Ángel Fernández, el mejor que ha tenido este país, llamó a los Leones Negros de la UdeG, cuando recién llegaron a la primera división allá por los setenta, “el equipo que nació grande”. Eso no se pudo decir del Santos en 1983. En realidad, fue un equipo que nació en cuna muy humilde, en segunda división B, casi en la nada. Su sufrimiento en los primeros años, es decir, durante todos los ochenta y una parte de los noventa, fue ejemplar. Lo pisoteaban todos, quedaba siempre en las zonas de descenso y siempre se salvaba con las uñas, en partidos que provocaron muchas reliquias de los aficionados laguneros. Pero llegó aquella final contra los Tecos y comenzó el ascenso con turbo hacia las primeras posiciones. Desde entonces, con algunos entendibles tropiezos, claro está, los laguneros han desempeñado un papel más que decoroso en el torneo mexicano. Su único rival en éxito es el Monterrey, pues los Tigres, aunque le han metido plata y más plata cada año, no son ni la sombra de aquellos cada vez más lejanos felinos de Batocletti, Mantegazza, Eugui, Boy, Barbadillo, el Harapos Morales y compañía.
Los Rayados, hay que reconocerlo, se han mostrado bien durante la década que casi concluimos. Su duelo en el norte, en realidad, es contra el Santos. Por esto cierto periodismo regio, artificiosamente fanfarrón, gusta de lanzar estiércol a todo lo lagunero, principalmente a nuestro equipo, y eso ha atizado la animosidad de los laguneros contra los dos equipos neoleoneses. Es futbol, un asunto simple, pero creo que por todos los antecedentes que hay sobre la mesa, los dos siguientes juegos tienen para La Laguna un valor especial. No es nomás el cuarto título. Es ganarle a Monterrey y demostrar que en este deporte, ahora sí, el norte está en Torreón, en Gómez, en Lerdo, en Matamoros, en Madero, en San Pedro, en Tlahualilo, en Juárez (Durango), en Mapimí, en Viesca y quizá también en Parras y en Nazas. Yo también deseo el cuarto pero no por el cuarto en sí, sino por su peculiar significado. JMV
Santos Laguna y Monterrey son indiscutiblemente los dos trabucos del norte en las temporadas recientes del balompié mexicano. No podemos sumar a otros, pues no hay mucho de donde agarrar y lo que hay o ha habido está de lástima. Del norte eran los Correcaminos y el Tampico-Madero, hace tiempo extintos; del norte fueron los Indios de Ciudad Juárez, también ya fuera de la división máxima; del norte fueron los Dorados de Sinaloa, que duraron nada. Del norte son los Tigres, las Águilas del América norteñas, esto por sus cuantiosas inversiones y sus magros resultados. De esta vasta y basta región del país también son los albiverdes laguneros y los rayados regiomontanos, lo único que en futbol podemos presumir.
A mi ver, hoy comenzará el duelo para ver quién es quién en el norte mexicano. Pase lo que pase con el resultado, es innegable que de todos modos los de aquí han logrado mucho más en menos tiempo, y eso los hace diferentes ante casi cualquier otro equipo del país. Cierto que Toluca ha tenido un ritmo continuo de brillantez, cierto que el Necaxa pasó una década de esplendor en los noventa o que Guadalajara y Cruz Azul, pese a los pocos títulos o a la falta de, han dado en general buenos torneos. Todo eso es cierto, pero esos clubes tienen, en promedio, cincuenta o más años de vida, el doble de los que tiene el equipo lagunero.
La juventud y el éxito no son un matrimonio común en el futbol, de ahí mi énfasis. El Santos Laguna eso es, un equipo apenas adulto y ya suficientemente cargado de medallas. Si la lógica se hubiera impuesto y Vuoso no hubiera cometido las animaladas de la final anterior contra Toluca, ya estaríamos hablando de que los laguneros irían por la quinta estrella, no por la cuarta. Pero cuarta o quinta, incluso la tercera, son una cuota considerable si tomamos en cuenta, reitero, la breve edad del equipo.
Recuerdo que el supernarrador futbolero Ángel Fernández, el mejor que ha tenido este país, llamó a los Leones Negros de la UdeG, cuando recién llegaron a la primera división allá por los setenta, “el equipo que nació grande”. Eso no se pudo decir del Santos en 1983. En realidad, fue un equipo que nació en cuna muy humilde, en segunda división B, casi en la nada. Su sufrimiento en los primeros años, es decir, durante todos los ochenta y una parte de los noventa, fue ejemplar. Lo pisoteaban todos, quedaba siempre en las zonas de descenso y siempre se salvaba con las uñas, en partidos que provocaron muchas reliquias de los aficionados laguneros. Pero llegó aquella final contra los Tecos y comenzó el ascenso con turbo hacia las primeras posiciones. Desde entonces, con algunos entendibles tropiezos, claro está, los laguneros han desempeñado un papel más que decoroso en el torneo mexicano. Su único rival en éxito es el Monterrey, pues los Tigres, aunque le han metido plata y más plata cada año, no son ni la sombra de aquellos cada vez más lejanos felinos de Batocletti, Mantegazza, Eugui, Boy, Barbadillo, el Harapos Morales y compañía.
Los Rayados, hay que reconocerlo, se han mostrado bien durante la década que casi concluimos. Su duelo en el norte, en realidad, es contra el Santos. Por esto cierto periodismo regio, artificiosamente fanfarrón, gusta de lanzar estiércol a todo lo lagunero, principalmente a nuestro equipo, y eso ha atizado la animosidad de los laguneros contra los dos equipos neoleoneses. Es futbol, un asunto simple, pero creo que por todos los antecedentes que hay sobre la mesa, los dos siguientes juegos tienen para La Laguna un valor especial. No es nomás el cuarto título. Es ganarle a Monterrey y demostrar que en este deporte, ahora sí, el norte está en Torreón, en Gómez, en Lerdo, en Matamoros, en Madero, en San Pedro, en Tlahualilo, en Juárez (Durango), en Mapimí, en Viesca y quizá también en Parras y en Nazas. Yo también deseo el cuarto pero no por el cuarto en sí, sino por su peculiar significado. JMV