miércoles, noviembre 17, 2010
SANTOS Y LA MEDIANÍA
Erré por un lugar. Cuando comenzó la temporada creí que el Santos Laguna podía agenciarse con tranquilidad el primero o segundo lugares de la general. Le atiné parcialmente, pues sin sudar la camiseta, o sudándola a medias, sin despeinarse, se quedó con el tercero. Cuando dije lo que dije apenas iba la primera jornada y luego vino la racha ganadora que a muchos nos hizo abrigar esperanzas todavía más optimistas. Confieso que por un momento pensé que contábamos con una aplanadora, con una especie de armagedón futbolístico indetenible.
Lo cierto es que, línea por línea, o gramo por gramo, como dicen en el box, el equipo de casa sigue dando la impresión de que su verdadero nivel es el de las primeras fechas, no el de las finales y menos el de las intermedias. Por eso digo que sin mucho sufrir consiguió su calificación: la temporada fue mediocrísima para la mayoría de los equipos, casi como si todos vivieran una especie de cruda posmundial y los clubes mejor armados tuvieran la condena de pasar a la liguilla con una mano en la cintura.
Creo que la modesta calidad del futbol visto durante la temporada regular afectó a todos los equipos, incluidos los que entraron al ruedo con demasiados humos. Cruz Azul, Monterrey y Santos, de hecho, fueron los únicos que mostraron un poco más de garra, aunque insisto que muy apenas, pues en ningún caso se vio superioridad notable frente a la muchedumbre de equipos ratoneros que en el Apertura 2010 se cansaron de dar lástima. Ni Toluca, habitual buen contendiente durante años, trabuco acostumbrado a jugar bien aunque todos se desempeñaran para el arrastre, dignificó esta temporada memorable porque hasta el momento nada ha sido memorable.
Santos Laguna ingresó a la campaña con embestidas letales, goleando sin apiadarse del rival. Pronto se dio cuenta, creo, de que al jugar así, impetuosamente, hacía un gasto innecesario, pues a medio gas se podía sacar la calificación en los primeros sitios. No justifico, sólo explico lo que a mi ver pasó. El grado de exigencia fue espantosamente bajo, tanto que, valga el símil, fue como la escuela oficial para un niño de aprendizaje fácil: que en unos cuantos días se da cuenta de que está rodeado de mediocridad y entonces obtiene buenas notas rascándose el ombligo, entre bostezos.
Así el Santos Laguna. Para la cuarta jornada advirtió, sin remedio, que su equipazo estaba sobrado, y que si seguía jugando como en el arranque corría el peligro de calificar en la sexta fecha y caer después, durante media temporada, en un sosiego paralizante. Por eso se relajó, entró en una especie de abuso de su confianza y despachó algunos partidos (digamos que de las jornadas intermedias) con la cabeza puesta en el descanso y no en el juego. Basta revisar lo que pasó en la tabla: ninguno de los tres o cuatro equipos que encabezaron la general estuvieron alguna vez en peligro de no calificar o se vieron en ridículo frente a la caterva de troupés que le dieron grisura a un torneo que afortunadamente ya entró a la fase de definición y promete despertar de su dulce sueño a la afición.
¿Y qué podemos esperar para el Santos en esta fase? Primero, presiento que el azar le ha deparado al menos el cuarto sitio de la competencia, que el sinodal chiapaneco no es obstáculo suficiente, más con la vuelta en territorio lagunero. Si todo sale como se especula, la segunda ronda de la liguilla es la difícil, pues Monterrey parece estar ya instalado en el destino. Allí lo malo es el cierre en el estadio del Tec. Sobre eso no hago pronóstico, pues la cosa me parece en tablas. Lo cierto es que, pase lo que pase, la Apertura 2010 ha sido irremediablemente fofa, una especie de torneo-cascarita, acaso la advertencia de que el fut mexicano debe hacer algo para revivir el entusiasmo exhausto. JMV
Lo cierto es que, línea por línea, o gramo por gramo, como dicen en el box, el equipo de casa sigue dando la impresión de que su verdadero nivel es el de las primeras fechas, no el de las finales y menos el de las intermedias. Por eso digo que sin mucho sufrir consiguió su calificación: la temporada fue mediocrísima para la mayoría de los equipos, casi como si todos vivieran una especie de cruda posmundial y los clubes mejor armados tuvieran la condena de pasar a la liguilla con una mano en la cintura.
Creo que la modesta calidad del futbol visto durante la temporada regular afectó a todos los equipos, incluidos los que entraron al ruedo con demasiados humos. Cruz Azul, Monterrey y Santos, de hecho, fueron los únicos que mostraron un poco más de garra, aunque insisto que muy apenas, pues en ningún caso se vio superioridad notable frente a la muchedumbre de equipos ratoneros que en el Apertura 2010 se cansaron de dar lástima. Ni Toluca, habitual buen contendiente durante años, trabuco acostumbrado a jugar bien aunque todos se desempeñaran para el arrastre, dignificó esta temporada memorable porque hasta el momento nada ha sido memorable.
Santos Laguna ingresó a la campaña con embestidas letales, goleando sin apiadarse del rival. Pronto se dio cuenta, creo, de que al jugar así, impetuosamente, hacía un gasto innecesario, pues a medio gas se podía sacar la calificación en los primeros sitios. No justifico, sólo explico lo que a mi ver pasó. El grado de exigencia fue espantosamente bajo, tanto que, valga el símil, fue como la escuela oficial para un niño de aprendizaje fácil: que en unos cuantos días se da cuenta de que está rodeado de mediocridad y entonces obtiene buenas notas rascándose el ombligo, entre bostezos.
Así el Santos Laguna. Para la cuarta jornada advirtió, sin remedio, que su equipazo estaba sobrado, y que si seguía jugando como en el arranque corría el peligro de calificar en la sexta fecha y caer después, durante media temporada, en un sosiego paralizante. Por eso se relajó, entró en una especie de abuso de su confianza y despachó algunos partidos (digamos que de las jornadas intermedias) con la cabeza puesta en el descanso y no en el juego. Basta revisar lo que pasó en la tabla: ninguno de los tres o cuatro equipos que encabezaron la general estuvieron alguna vez en peligro de no calificar o se vieron en ridículo frente a la caterva de troupés que le dieron grisura a un torneo que afortunadamente ya entró a la fase de definición y promete despertar de su dulce sueño a la afición.
¿Y qué podemos esperar para el Santos en esta fase? Primero, presiento que el azar le ha deparado al menos el cuarto sitio de la competencia, que el sinodal chiapaneco no es obstáculo suficiente, más con la vuelta en territorio lagunero. Si todo sale como se especula, la segunda ronda de la liguilla es la difícil, pues Monterrey parece estar ya instalado en el destino. Allí lo malo es el cierre en el estadio del Tec. Sobre eso no hago pronóstico, pues la cosa me parece en tablas. Lo cierto es que, pase lo que pase, la Apertura 2010 ha sido irremediablemente fofa, una especie de torneo-cascarita, acaso la advertencia de que el fut mexicano debe hacer algo para revivir el entusiasmo exhausto. JMV