miércoles, marzo 17, 2010
LOS DE ABAJO: EL CIMIENTO
He revisitado las páginas de Los de abajo, de Mariano Azuela, con reiterado goce. La primera vez que estuve en ellas fue hace cerca de treinta años, allá por 1983. Luego, creo, volví a deambularlas en los albores de los noventa y hoy, en 2010, he consumado mi tercera lectura de esta novelita que es considerada unánimemente la primera piedra de la literatura de la Revolución Mexicana. Y conste que, por lo pronto, le llamo literatura y no novela. Sé que sus mejores productos fueron novelísticos, pero sentiría injusto no incluir en su gran corpus al cuento e incluso a esa forma de la poesía que es el corrido, es decir, el romance anónimo que cantó las glorias y las desventuras de la muchedumbre revolucionaria.
En efecto, la literatura generada por el movimiento armado que estalló en 1910 es mucha, muy variada y de heterogénea calidad. Por eso hablo de literatura de la Revolución Mexicana, aunque es también cierto que sus picos los halló en la novela. Este ciclo organizado por Saúl Rosales en el TIM da cuenta, precisamente, de las narraciones que con largo aliento dibujaron el lienzo de gran formato que detalle tras detalle terminó por configurar un movimiento sin precedente en la historia de las letras mexicanas. Sobre esto no hay, creo, discusión. La novela de la Revolución Mexicana es un esfuerzo colectivo de raigambre totalmente nacional y sólo tiene, a mi juicio, un equivalente en las letras de América Latina: la poesía gauchesca. Esos dos movimientos, nacidos en ámbitos específicos e identificables por el contenido de sus productos, tienen asimismo sus correlatos continentales: el Modernismo y el Boom.
La novela de la Revolución Mexicana nació, como sabemos, casi en el instante mismo en el que se libraban las más cruentas batallas de la gesta armada que encabezó Madero en 1910. Todavía estaba fresca la sangre en las trincheras y ya un médico maderista escribía pasajes con ese tema como eje de sus narraciones. Él fue quien, sin sospecharlo en aquel momento, colocó el primer eslabón a una cadena de obras que con el tiempo iban a convertirse en un tópico de las letras nacionales. Tengo para mí que a partir de Los de abajo la literatura mexicana comenzó a arar en un surco que extiende sus frutos hasta el presente. Más todavía: creo que el tema de la Revolución Mexicana es el más entrañable asunto de la literatura nacional, pues la mayor parte de sus relatos, muchos de ellos logradísimos, lo han abordado directa o indirectamente: Los de abajo, La sombra del caudillo, Ulises criollo, Cartucho, Apuntes de un lugareño, Tropa vieja, ¡Vámonos con Pancho Villa!, El resplandor, Al filo del agua, Pedro Páramo, La muerte de Artemio Cruz, Gringo viejo y Madero, el otro son apenas algunos de los libros que casi llenan un siglo de literatura y todavía dan la impresión de que no han abordado ni una mínima parte de lo que fue el movimiento revolucionario y sus personajes más salientes.
De todos esos libros, a Los de abajo le cabe el mérito de haber sido, en estricto respeto a la cronología, el primero que plasmó en ágiles estampas las acciones vinculadas al tema de la refolufia. Mariano Azuela lo escribió en 1915, año en el que de octubre a diciembre lo publicó por primera vez, al más puro estilo folletinesco, en el diario El Paso del Norte. Un año después, ese mismo periódico del El Paso, Texas, publicó la novela en forma de libro, y allí empezó el desfile de obras con olor a sangre, pólvora, heroísmo y traición.
Sobre estos libros disertarán varios laguneros convocados por Saúl Rosales; será los martes a las 8 pm en el TIM; hablarán Manuel Terán Lira, historiador; Luis Hernández Aranda, periodista; Carlos Castañón, historiador; Asunción del Río, académica; Alberto Madero, académico universitario; Magdalena Madero, escritora; Javier de la Garza, ex presidente municipal de Torreón y Yolanda Natera, escritora. Ayer me tocó a mí; es un ciclo imperdible. No se lo pierdan. JMV
En efecto, la literatura generada por el movimiento armado que estalló en 1910 es mucha, muy variada y de heterogénea calidad. Por eso hablo de literatura de la Revolución Mexicana, aunque es también cierto que sus picos los halló en la novela. Este ciclo organizado por Saúl Rosales en el TIM da cuenta, precisamente, de las narraciones que con largo aliento dibujaron el lienzo de gran formato que detalle tras detalle terminó por configurar un movimiento sin precedente en la historia de las letras mexicanas. Sobre esto no hay, creo, discusión. La novela de la Revolución Mexicana es un esfuerzo colectivo de raigambre totalmente nacional y sólo tiene, a mi juicio, un equivalente en las letras de América Latina: la poesía gauchesca. Esos dos movimientos, nacidos en ámbitos específicos e identificables por el contenido de sus productos, tienen asimismo sus correlatos continentales: el Modernismo y el Boom.
La novela de la Revolución Mexicana nació, como sabemos, casi en el instante mismo en el que se libraban las más cruentas batallas de la gesta armada que encabezó Madero en 1910. Todavía estaba fresca la sangre en las trincheras y ya un médico maderista escribía pasajes con ese tema como eje de sus narraciones. Él fue quien, sin sospecharlo en aquel momento, colocó el primer eslabón a una cadena de obras que con el tiempo iban a convertirse en un tópico de las letras nacionales. Tengo para mí que a partir de Los de abajo la literatura mexicana comenzó a arar en un surco que extiende sus frutos hasta el presente. Más todavía: creo que el tema de la Revolución Mexicana es el más entrañable asunto de la literatura nacional, pues la mayor parte de sus relatos, muchos de ellos logradísimos, lo han abordado directa o indirectamente: Los de abajo, La sombra del caudillo, Ulises criollo, Cartucho, Apuntes de un lugareño, Tropa vieja, ¡Vámonos con Pancho Villa!, El resplandor, Al filo del agua, Pedro Páramo, La muerte de Artemio Cruz, Gringo viejo y Madero, el otro son apenas algunos de los libros que casi llenan un siglo de literatura y todavía dan la impresión de que no han abordado ni una mínima parte de lo que fue el movimiento revolucionario y sus personajes más salientes.
De todos esos libros, a Los de abajo le cabe el mérito de haber sido, en estricto respeto a la cronología, el primero que plasmó en ágiles estampas las acciones vinculadas al tema de la refolufia. Mariano Azuela lo escribió en 1915, año en el que de octubre a diciembre lo publicó por primera vez, al más puro estilo folletinesco, en el diario El Paso del Norte. Un año después, ese mismo periódico del El Paso, Texas, publicó la novela en forma de libro, y allí empezó el desfile de obras con olor a sangre, pólvora, heroísmo y traición.
Sobre estos libros disertarán varios laguneros convocados por Saúl Rosales; será los martes a las 8 pm en el TIM; hablarán Manuel Terán Lira, historiador; Luis Hernández Aranda, periodista; Carlos Castañón, historiador; Asunción del Río, académica; Alberto Madero, académico universitario; Magdalena Madero, escritora; Javier de la Garza, ex presidente municipal de Torreón y Yolanda Natera, escritora. Ayer me tocó a mí; es un ciclo imperdible. No se lo pierdan. JMV