jueves, febrero 04, 2010
IMAGEN DEL PROFESOR LAZALDE
Voy de vez en cuando al café del hotel Calvete y allí reencuentro amigos con los que converso feliz. Uno de ellos es Nacho Lazalde. Hace unos días quedé de verme en ese lugar con Silvestre Faya Romero, otro excelente amigo. Por él me enteré, tarde ya, que había muerto el profesor Lazalde, padre de Nacho. Le pedí por ello a Silvestre una evocación para recordar en este espacio al profesor Lazalde y dar un pésame a su familia. Debo decir, de paso, que yo lo traté varias veces, pero sólo como comprador asiduo de libros en sus bien surtidas librerías. Emotivamente, Silvestre escribió:
Conocí al profesor Francisco Javier Lazalde Alcalá en 1975, cuando el Iscytac organizó una serie de presentaciones de música clásica en el Casino de La Laguna. Acudí con el deseo de escuchar a los diferentes artistas que durante varios domingos se presentaron en ese sitio. Ahí lo vi. Su rostro enmarcaba una gran sonrisa y un entusiasmo que me contagió de inmediato. Le escuché hablar sobre el sistema nervioso, los clásicos griegos, Unamuno y Ramón y Cajal. En ese preciso instante decidí estudiar psicología clínica. Mi vocación profesional quedó marcada por su influencia. Era imposible resistirse al encanto del maestro que ponía la vida en cada una de sus cátedras. La descripción acuciosa y detallada sobre el sistema nervioso y la influencia poderosa de la educación sobre éste, desataron en mí la necesidad de investigar de manera constante. El descubrimiento de mi enorme ignorancia siempre fue subsanado por la palabra de aliento, la sonrisa franca y a veces burlona del profesor Lazalde. Tuve la buena fortuna de compartir con su hija Rocío la misma carrera y como psicólogos disfrutamos del eterno desafío que se vive en el área clínica psicológica. Nuestra estancia en el Hospital Civil B de Gómez Palacio conformó nuestra visión profesional y cimentó nuestra metodología clínica.
El profesor Lazalde poseía una manera única para sacar lo mejor de sus alumnos; los desafiaba. Siendo el mayor de sus admiradores siempre busqué ser reconocido por él y ser acogido bajo su ala protectora. Le agradezco a Dios y a la vida que él que lo hiciera siempre. ¿Qué definió la influencia del profesor Lazalde en mi vida?
Su inteligencia portentosa al conducir a sus alumnos por los laberintos intrincados del cerebro humano; su insistencia en el desarrollo de la persona frente a la cultura; pues igual nos llevo de la mano de Unamuno, Gregorio Marañón, que la vida y obra de Santiago Ramón y Cajal.
Era un hombre con letras mayúsculas y alma de niño. Contemplar el universo a través de la visión lazaldiana siempre fue un gran deleite. Recuerdo sus disertaciones sobre el Cristo de Velazquez y su nunca cansada insistencia en el desarrollo de los valores universales del bien, la verdad y la belleza. El 9 de junio de 2005 la ONG “Amor al Ser Humano” le entregó el reconocimiento “Extraordinaria Calidad Humana”.
Admiro el amor que siempre derramó a su alrededor y la abnegada devoción por su esposa, con quien mantuvo una relación extraordinaria hasta el último aliento. El pasado 21 de enero de 2010 este mundo perdió a un hombre que supo sembrar la esperanza en la humanidad y forjar con nuestro esfuerzo una mejor generación de seres humanos. Para su familia y para las generaciones que abrevamos de esa fuente de sabiduría y amor, mi más sentido pésame.
Maestro: no le digo adiós, sino hasta pronto. JMV
Conocí al profesor Francisco Javier Lazalde Alcalá en 1975, cuando el Iscytac organizó una serie de presentaciones de música clásica en el Casino de La Laguna. Acudí con el deseo de escuchar a los diferentes artistas que durante varios domingos se presentaron en ese sitio. Ahí lo vi. Su rostro enmarcaba una gran sonrisa y un entusiasmo que me contagió de inmediato. Le escuché hablar sobre el sistema nervioso, los clásicos griegos, Unamuno y Ramón y Cajal. En ese preciso instante decidí estudiar psicología clínica. Mi vocación profesional quedó marcada por su influencia. Era imposible resistirse al encanto del maestro que ponía la vida en cada una de sus cátedras. La descripción acuciosa y detallada sobre el sistema nervioso y la influencia poderosa de la educación sobre éste, desataron en mí la necesidad de investigar de manera constante. El descubrimiento de mi enorme ignorancia siempre fue subsanado por la palabra de aliento, la sonrisa franca y a veces burlona del profesor Lazalde. Tuve la buena fortuna de compartir con su hija Rocío la misma carrera y como psicólogos disfrutamos del eterno desafío que se vive en el área clínica psicológica. Nuestra estancia en el Hospital Civil B de Gómez Palacio conformó nuestra visión profesional y cimentó nuestra metodología clínica.
El profesor Lazalde poseía una manera única para sacar lo mejor de sus alumnos; los desafiaba. Siendo el mayor de sus admiradores siempre busqué ser reconocido por él y ser acogido bajo su ala protectora. Le agradezco a Dios y a la vida que él que lo hiciera siempre. ¿Qué definió la influencia del profesor Lazalde en mi vida?
Su inteligencia portentosa al conducir a sus alumnos por los laberintos intrincados del cerebro humano; su insistencia en el desarrollo de la persona frente a la cultura; pues igual nos llevo de la mano de Unamuno, Gregorio Marañón, que la vida y obra de Santiago Ramón y Cajal.
Era un hombre con letras mayúsculas y alma de niño. Contemplar el universo a través de la visión lazaldiana siempre fue un gran deleite. Recuerdo sus disertaciones sobre el Cristo de Velazquez y su nunca cansada insistencia en el desarrollo de los valores universales del bien, la verdad y la belleza. El 9 de junio de 2005 la ONG “Amor al Ser Humano” le entregó el reconocimiento “Extraordinaria Calidad Humana”.
Admiro el amor que siempre derramó a su alrededor y la abnegada devoción por su esposa, con quien mantuvo una relación extraordinaria hasta el último aliento. El pasado 21 de enero de 2010 este mundo perdió a un hombre que supo sembrar la esperanza en la humanidad y forjar con nuestro esfuerzo una mejor generación de seres humanos. Para su familia y para las generaciones que abrevamos de esa fuente de sabiduría y amor, mi más sentido pésame.
Maestro: no le digo adiós, sino hasta pronto. JMV