jueves, agosto 27, 2009

 

JUANITO DE LOS PALOTES


Uno de los gestos más recurrentes de la Polaca Nostra es el pintoresquismo. En términos reales no sirve para nada, pero le da sabor al pozole informativo y por eso todos los días, en todos los medios, no falta la nota que nos mueve a la pachanga, que nos recuerda lo risueños y a todísima madre que somos los mexicanos, seres cuasiextraterrestres que ante los cataclismos siempre buscamos la cara amable, el chacoteo, el humor así sea negro.
Uno de los hombres-noticia de las semanas recientes es Rafael Acosta, mejor conocido en los albañales de la grilla chilanga como Juanito. Tocado siempre con una banda tricolor que le copió a JC Chávez antes de subir al ring para las peleas de campeonato —de hecho, Juanito casi le copió también la cara al gran ex campeón que ahora es comentarista deportivo pese a que no puede hilvanar cinco palabras seguidas—, el tremendo Juanito es un sujeto que parece especialmente diseñado por la naturaleza para sacar de onda a la perrada. De estilo discursivo atropellado, similar al del comediante involuntario Samy, Juanito responde a todas las preguntas sin titubeos, más seguro de sí mismo que un magnate naviero. En realidad responde tarugadas, pues puras deliberadas tarugadas le preguntan, ya que en su caso la forma es el fondo: lo divertido no es entender lo que dice, sino escuchar con babeante asombro el farfulleo de metralleta que el líder de Iztapalapa dispara como si en realidad fuera importante lo que enuncia. Otra de sus peculiaridades es hablar de sí mismo en tercera persona, rasgo oratorio que seguramente les copió a Yuri —“La Güera es bien reventada”, dice ella misma de sí misma— y a Hugo Sánchez —“Hugo llegó a España con sed de triunfo”, dice él mismo de sí mismo—; en su caso, Juanito ha declarado: “Juanito ganó sin ayuda en Iztapalapa”. Mezclados todos sus rasgos, Juanito es un personaje hoy archifamoso de la politiquería bizarra que en nuestro país es más común que la política, digamos, seria.
Hasta allí todo normal dentro de su anormalidad; no hay pedigrí. Pero el alucine llega a extremos de verdadera pendejez cuando Juanito echa a volar su imaginación de película de luchadores. De pronto, luego de haber sido minuciosa y mañosamente encumbrado por los medios interesados en mostrar su caso como una más de las anomalías padecidas por “la izquierda”, Juanito se la ha creído y ya se está destapando para La Grande. Tan altas son sus aspiraciones que incluso ahora maneja un icono semejante al que fue muy popular en la campaña de Obama, esa imagen en alto contraste y retocada con filos rojos y azules. Una chulada del pirataje.
Detrás de la fama de Juanito hay, obviamente, una campaña (otra) de tiroteo contra López Obrador. Finalmente, mientras más sea exhibido el tal Juanito, más quedará en evidencia aquel extraño pacto “formalizado” en una asamblea callejera en la que el ahora popular iztapalapense se comprometió a ceder su triunfo, por el PT, a Clara Brugada luego de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación canceló las aspiraciones de la perredista identificada con el movimiento de López Obrador. Si aquel improvisado juramento fue difundido como lo que fue, una ceremonia rayana en lo grotesco, ahora la saña contra el Peje es mayor, aunque lateral, pues basta con darle mucha pantalla a Juanito para que la mierda caiga y escurra por su propio peso. El enredo cómico va en no sé qué, pues nunca se sabe bien a bien qué pasa por la cabecita alborotada del petista ganador en Iztapalapa. Lo que sí sé es que ya ha pasado demasiado tiempo sin que López Obrador, Clara Brugada y sus adictos pinten su raya y reconozcan que Juanito no fue un buen negocio político, que lejos de acarrearles simpatías está dando pasto a los medios para que con todo gusto tomen a burla un proyecto firme y los esfuerzos serios que por otro lado siguen avanzando. El mafufo Plan Juanito chupó faros. Más vale abandonarlo por completo. JMV





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