jueves, agosto 06, 2009
FEDERICO PELTZER
Una nota periodística completa tomada de La Nación de Buenos Aires (gracias a Juan Pablo Neyret por hacérmela llegar):
“Falleció en esta ciudad, a los 85 años, Federico Peltzer, poeta, ensayista, novelista, que brilló con una honda veta humanista en el mundo de las letras, a la vez que ejerció el derecho y llegó a ser juez de cámara.
Muchas veces, desde los años 50, las páginas de La Nación acogieron su pluma en cuentos y poesías, comentaron sus libros o buscaron su afilada opinión en entrevistas.
Tenía un sobrio vuelo lírico, con raigambre religiosa, y un certero afán ciudadano de afrontar los problemas de la patria, que sentía con intensidad. Publicó también en La Prensa, Sur, La Gaceta y otros medios.
Era miembro de número de la Academia Argentina de Letras desde 1978.
Fue tesorero de la institución, valorado por su honestidad y su consagración, desde 1989 hasta el 12 de marzo último, cuando, estando ya muy enfermo, se le aceptó la renuncia.
Era miembro correspondiente de la Real Academia Española. Nacido en Buenos Aires en 1924, se graduó de abogado en la UBA en 1948.
Fue juez en lo civil y camarista hasta 1975. Colaboró con Guillermo Borda en su tratado de Derecho Civil.
Fue profesor de literatura en la Universidad del Salvador y en el Instituto Argentino de Cultura Hispánica.
En 1955, su novela Tierra de nadie obtuvo el premio Emecé.
En 1958 logró el premio Kraft por su novela Compartida.
La sed con que te llevo (poemas) recibió en 1964 la faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
En 1977 recibió la Pluma de Plata del Pen Club.
Y en 1996 lo premió en narrativa el Fondo Nacional de las Artes. Otras novelas suyas fueron La noche, 1966; La razón del topo, 1971; La vuelta de la esquina, 1986; Aquel sagrado suelo, 2000.
En poesía, escribió La sed con que te llevo, 1964; Poesía secreta, 1978; Los oficios, 1989; Los poemas del niño, 1991; El silencio y la sed, 1994; Cantares en el tiempo, 1994, y Un ancla en el espejo, 1995.
Peltzer admiraba a Borges, a Mallea, a Denevi, a Carmen Gándara.
Enriqueció su ficción con elementos históricos, como los de la Guerra del Paraguay.
Estimaba que la muerte es lo que da sentido e intensidad a la vida.
‘Al limitarla, se nos exige que demos el máximo de nosotros mismos’, decía. La mi muerte tituló un libro de poesía, de 1969.
El sepelio se efectuará hoy, a las 11, en el cementerio de la Recoleta. Por la Academia de Letras lo despedirá su presidente, Pedro Luis Barcia”.
A muchos miles de kilómetros de distancia, en Torreón, hoy resiento no haber conocido en persona al dueño de esa muerte.
Una nota al pie de página (p. 175) de mi libro Ojos en la sombra explica la razón de mi pesar:
“El 20 de octubre de 2005 recibí un sobre fechado en Buenos Aires, Argentina.
Además de dos libros magníficos, contenía una carta escrita en Remington y membretada por el Tesorero de la Academia Argentina de las Letras; es ésta:
‘Distinguido señor: Nuestro común amigo, David Lagmanovich, me ha hablado mucho de Ud.
y de su benévola preferencia por las letras argentinas, en particular por el cuento.
El me ha sugerido que le envíe algunos libros míos; así lo hago ahora con estos dos, que son los últimos que publiqué en lo que a cuento se refiere.
Me sentiría muy honrado si pudiera, a partir de ahora, mantener una correspondencia con Ud.
y conocer sus actividades.
Desgraciadamente, a pesar de los esfuerzos de algunos, las distancias todavía nos separan más de lo que nos une la lengua.
Reciba mi cordial saludo: Federico Peltzer’”.
Los cuentos que me envió son espléndidos.
Por eso, de uno de ellos tomé una línea para epígrafe de todo mi Ojos en la sombra:
“Las situaciones raras, los argumentos ingeniosos, nada de eso vale para mí.
El hombre, siempre detrás, es lo que importa”. Sí, el Hombre es lo que importa.