sábado, enero 03, 2009
PUENTE GUADALUPE-BALAZOS-REYES
Cuando el 12 de diciembre pasado comenzó el famoso puente de fin/principio de años no imaginamos que pasaría lo que ya sumamos: tres balaceras en igual número de espacios y nutrido, aunque todavía borroso, saldo de víctimas. Como si hubiera sido adrede (o “de adrede”, para decirlo a la usanza coloquial), los hechos cornicaprinos (adjetivo que acabo de inventar: dícese de todo lo relacionado con ciertas armas de alto calibre) ocurrieron en ámbitos que esquemáticamente representan a los tres estratos que solemos usar para la descripción de franjas socioeconómicas: bajo, medio y alto. Más allá de los flecos simbólicos que la balacera tripartita arrastra, los desaguisados dejan un mensaje que nada tiene de optimista en estos días de abrazos que desean lo mejor para el año recién nacido: en La Laguna ya nadie está exento de convivir, casi codo a codo, con el crimen y sus rémoras. Si poco antes de diciembre los pudientes y los clasemedianos afirmaban, con un dejo de asco social, que esa cosa de las matazones era asunto de los jodidos y los policías, luego del primero de enero ya no pueden afirmar lo mismo: las imágenes de lujosas residencias tomadas como parapeto por francotiradores enmascarados, los agujeros en las paredes de la casa ametrallada en el Campestre La Rosita, el largo tomaidaca que el primero de enero se dio en Torreón es una clara prueba de que se acabó la paz como privilegio de unos cuantos, que la descomposición económica y moral ya permeó todas las capas tectónicas de la sociedad y ahora cualquiera puede ser invadido por la podredumbre incluso en la tranquilidad de sus palacios. Lo que hemos visto, entonces, durante los días festivos recientes no ha sido pirotecnia, sino balazos que en efecto dan cuenta de una situación extremadamente grave. La crisis llega al paradójico grado de que ya ni siquiera es necesario cuidarse con melindres de ciudadano precavido, pues la liebre puede saltar en donde sea y a la hora menos pensada. El 24, por ejemplo, mientras miles de marchantes hacían compras en el populoso mercado Alianza, varios sujetos comenzaron a rafaguear desde la Casa del Cerro hacia abajo, todo con una gratuidad pasmosa, sin decir agua va. Sin embargo, la lectura comunitaria dejó tranquilo al grueso de la población, pues se trataba, para no variar, de un zipizape en una zona ya emblemática de la barbarie hamponil. Poco después, a fin de año, unos desconocidos emboscaron a dos patrullas de Torreón; hubo oficiales heridos de gravedad. La balacera se dio en el bulevar Río Nazas, al lado del lecho otra vez seco de nuestro río y muy cerca de varias colonias ubicables en el estrato de lo media tabla; el tiroteo activó el llamado Código Rojo, pero nada se pudo hacer para detectar siquiera a los juyidos atacantes. Y el jueves, mientras bostezábamos todavía modorros por la fiesta, una feria de balas se dejó sentir en un sector acomodado de Torreón. Además de balazos, hubo granadas de fragmentación y muchas horas de sicosis en las inmediaciones del lugar. Fue tan prolongada la batalla que algunos ya le atribuyen el récord de duración entre las balaceras de los años recientes en La Laguna. Hoy sábado, con el susto asomando aún en los ojos de muchos vecinos del Campestre La Rosita, se sabe que no sólo tuvieron lluvia de plomo, sino saqueo en sus residencias, lo que torna cada vez más difuso saber en dónde están los buenos y en dónde están los malos de la película. Muchos se han preguntado por qué no hay denuncias ciudadanas cuando surgen sospechas de casas de seguridad y todo eso, y a qué se debe que en un sector donde sería evidente cualquier movimiento sospechoso no hubo ni un conato de aviso a la autoridad. En el saqueo está la respuesta. Así el abarrote, vivo ahora debajo de mi cama, agazapado, temeroso. Sólo tengo un arma y espero usarla bien cuando llegue la hora de la hora: el voto, ese mismo voto que muchos le hemos dado a tantos gobiernos putrefactos.
Terminal
Terminal
En nuestra gustada sección de “Neologismos para la historia del arte”, va: ¿cómo se le llama a la pintura más antigua de la humanidad? Todo el mundo lo sabe: pintura ruquestre.