viernes, julio 18, 2008

 

MAQUETA LAGUNERA

Jaime Muñoz Vargas
Son las 12 de la noche. De Torreón a Lerdo, La Laguna parece una maqueta en la oscuridad. Unos pocos coches, unos pocos ciclistas y ni un solo noctámbulo transitan por las calles de la comarca. El bulevar Miguel Alemán, desde su nacimiento en los puentes del río Nazas hasta el avión de Sarabia, es un espacio abierto y tienta al ejercicio de la velocidad; pero no, lo que conviene es andarse en paz. La ciudad está quieta, apagada, tanto como si hubieran sido aplacados todos sus bullicios hasta convertirla en Luvina, el pueblucho del cuento homónimo que escribió Rulfo, aquel memorable relato sobre el lugar en donde “anida la tristeza” y los ruidos han sido aplastados por el cielo.El clima no está mal, sin embargo, para salir. Unos 30, 32 grados o poco más y vientito que trae su buena cuota de frescor, una maravilla comparada con los más de 40 grados que ofrece el día con el agravante del sol y sin la brisa. La noche invita, pues, pero los laguneros han optado por recogerse temprano, han optado por dormir o ver televisor. Los jóvenes sobre todo, que hace apenas unas semanas llenaban en jueves o en viernes o en sábados todos los establecimientos que ellos llaman “antros”. Ahora no. A la altura de uno muy famoso, el Mazacuata, dos o tres coches apenas, y los meseros de ése y de otros negocios rumian en las banquetas, tristeando nomás, quizá en espera de la clientela que esa noche no habrá de llegar.El crucero inteligente (así lo llaman, nunca sabremos por qué) de la calzada José Agustín Castro y bulevar Alemán es un laberinto sin vehículos. Parece de mentiras, de a mentiritas, como les decimos a los niños cuando queremos ubicarlos en el ámbito de la irrealidad. Los semáforos cambian sus colores al vacío, como cíclopes en orfandad. Al entrar a Lerdo se siente denso el trecho de la Deportiva, de la Flores Magón, del vivero. Parece que la oscuridad no logra ser mitigada por los arbotantes. Hacen falta los coches para darle ambiente de ciudad a la ciudad nocturna. Y no hay, no hay coches. Poco antes del avión que piloteó el héroe del Potomac, la gasolinera luce abandonada y paradójicamente en funciones. Dos trabajadores de overoles verde-grasa dialogan junto a una de las bombas. Frente a ellos, por la otra acera, los dos o tres negocios de hamburguesas y costillitas no tienen un solo cliente: quizá nadie, ni las más despistadas moscas, se ha parado por allí aquella y las otras noches recientes. En eso ocurre un milagro: pasa una camioneta de la policía lerdense; va con las torretas apagadas, como fuera de servicio. Una mujer, acaso la indignada esposa de un hamburguesero, dirige con voz pelada algunos improperios de reproche a la patrulla. La camioneta policial pasa de largo, indiferente, y se pierde en la entrada al parque Victoria, un sitio que a esas horas es, sin metáfora, el desafiante bosque de alguna ficción hollywoodesca.El regreso por el Alemán, el espinazo de la zona conurbada lagunera, es idéntico a la ida: dos, tres, cuatro coches a lo mucho desde Lerdo al puente plata. Hay que repetirlo: La Laguna es como una maqueta y se le siente inmóvil, petrificada, tiesa en la penumbra. Torreón, por el rumbo del parque Fundadores, del monumento a Hidalgo sobre el Independencia, del Gota de Uva, de la Alianza, luce coagulado. Los mariachis no tienen solicitudes de chamba, hay pocos visitantes. Entre la Ramos Arizpe y la Múzquiz, sobre la Morelos, el hotelucho más socorrido del lugar sólo es adornado en su fachada por dos putas lúmpenes. Nada se mueve, los ruidos han sido apagados por la cosa que gravita sobre la urbe. Más allá, sobre la plaza de armas, la nada sigue en pie: no hay trasnochados, no hay negocios abiertos, casi no hay taxis, no hay una sola patrulla a muchas cuadras a la redonda. Es la madrugada y hay que cobijarse con las cuatro paredes que estén más a la mano.





<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?