jueves, julio 24, 2008

 

LA LECTURA Y EL HOMBRE

1
Un día el hombre alcanzó la suficiente madurez para expresarse, además de por medio de la palabra, el ademán y el gesto, usando signos u objetos acondicionados de determinada manera. Interpretar lo que esos objetos y signos expresaban fue la primera manifestación de lo que ahora llamamos Lectura. Tal vez podríamos decir que ya antes —gracias a su instinto y a su memoria producto fiel de la experiencia— pudo interpretar lo que anunciaban los fenómenos de la Naturaleza: astros, luna, nubes, vientos, ruidos, movimientos de los árboles, de las yerbas, etc. Deducir de la aparición de nubarrones y vientos, una borrasca; de una noche invernal serena, clara, con especial e intensa luminosidad en las estrellas, sacar el aviso de una posible helada, fue ya una manera de leer en el grande y maravilloso libro de la Naturaleza, como diría Comenio en el Siglo XVI. La capacidad técnica del hombre al hacerse mayor, determinó a fuerza de necesidad, el uso de diversos tipos de escritura que le sirvieron para guardar, para conservar los hechos, para expresar sentimientos y órdenes y para almacenar y almacenar es la palabra, sus conocimientos, los que juzgó más valiosos para la especie. Esta nueva manera de expresarse —el dibujo, los jeroglíficos, la escritura— originó para el hombre una nueva necesidad: la de saber leer.
2
El hombre había creado una nueva capacidad: la Lectura. Y la iba a dar como una llave maestra a grupos muy breves, primero, más amplios después, para que pudiera entrar en posesión del saber acumulado y supieran entender, precisar, explicar y - divulgar si era necesario, ese saber y el saber, los pensamientos, las intenciones y los sentimientos de otros hombres próximos o lejanos. El hombre capaz de leer fue un hombre selecto dentro de la sociedad, muy a pesar de la barbarie europea de la Edad Media. Saber leer fue un signo de superioridad humana y si hubo quien evitó y filosofó sobre la necesidad de no darle a las masas humanas el dominio del alfabeto, esa actitud contraria a la justicia y al progreso ha sido liquidada. Hoy —universalmente— se pretende que todos los humanos sepan leer y escribir su lengua materna, cuando menos. Nadie cree ya en la realización de los ideales humanos sin la existencia de una humanidad total, completamente alfabetizada. Y no se crea que esta conclusión que pide que todo ser humano nada más por serlo, pueda leer y escribir, es producto de un espíritu cristiano o de una repentina concesión de los fuertes, de los poderosos y de los cultos, para poner a todos los seres humanos en posesión del alfabeto. Nada de eso. Fue el desarrollo de la técnica que forzó el uso de herramientas y de máquinas cada vez más complicadas: que abrió caminos insospechados a la producción multiplicándola extraordinariamente y produciendo una mayor complejidad en la vida social y en las relaciones de los hombres entre sí, lo que hizo ver que, en el mundo moderno, el hombre para serlo de estos tiempos, necesita saber leer y escribir. El latifundismo feudal odió el alfabeto mientras, la burguesía industrial, abogó por él divulgándolo entre sus trabajadores y cuando las máquinas y las herramientas complejas llegaron a la agricultura, el patrón agrícola comprendió que necesitaba peones que supieran leer y escribir. El desarrollo del comercio y de los bancos y por lo mismo de la complejidad de las operaciones contables, así como la multiplicación de las oficinas públicas y privadas, fueron acentuando más y más la necesidad de que todos los seres humanos supieran leer y escribir. Hoy los analfabetos son en realidad inadaptados. La vida moderna ha permitido un desarrollo fabuloso de la Ciencia, la Religión, el Arte, las comunicaciones, etc., de manera tal que hacen necesario para vivir con humana dignidad, el que el hombre sepa leer y escribir.
3
Algún griego de los tiempos clásicos afirmó que todo griego debería saber nadar. Tesis lógica en un país cuya conformación es una hoja de parra metida en el mar y rodeada de islas que, o eran griegas o bien se tenía que comerciar o guerrear con ellas o que, por otra parte, estaban tan próximas que podían decir que les bastaba extender el brazo para tocarlas. Igual sucede en el mundo: para poder vivir como elemento útil, — activo y necesario en el mundo de hoy, el hombre necesita poseer una herramienta y saber manejarla, saber usarla: la lectura. Mágica llave de mil usos que le abre ventanas y puertas cuando quiere trabajar y ganar dinero; cuando quiere saber qué pasa en otras partes del mundo, en su propio país o en su misma ciudad, o región; cuando quiere saber qué ocurrió en el pasado y asomarse a la mente, al alma y a la voluntad de los gigantes de la Historia; cuando quiere aprender algo nuevo o gozar de la música y de la profundidad del pensamiento en el verso o en la prosa; cuando quiere utilizar dignamente su tiempo informándose sobre la vida física y social en otros países, o recrearse leyendo cuentos, novelas… En una palabra, la lectura como herramienta, como instrumento para luchar, recrearse y perfeccionarse, es un instrumento que tiene inapreciable valor. Claro que hablo de la única lectura que existe: la que nos permite entender lo que leemos y aprender, agarrar, apoderarnos del pensamiento, del sentimiento y del saber contenido en los signos gráficos.
4
La lectura es para el hombre una herramienta de trabajo, pero también lo es para alcanzar la humana perfección. La Lectura ayuda, con el auxilio de la voluntad, al hombre, para que supere sus circunstancias físicas, espirituales y sociales alcanzando nuevos niveles, más altos desde luego, porque, la Lectura, puede convertir al hombre en autodidacto y a la mujer en autodidacta, como la biografía de muchos grandes de la humanidad lo demuestra. La Lectura le permite al humano encontrar nuevos caminos, modificar ética y racionalmente su forma de conducta al mejorar sus concepciones sobre la justicia, el bien, el mal, la belleza o la libertad y encontrar para sí mismo la ver dad o la falsedad de las cosas. La Lectura hace al hombre más dueño de su propio destino y al hacerlo, logra hacerlo depender menos de los demás: le da dignidad; lo eleva de rango, y le hace alcanzar por sí, las excelencias de lo humano. La Lectura —claro— puede convertirse en instrumento de humana degradación cuando su calidad no concuerda o se opone a la vigencia de los valores que, el género humano, ha alcanzado como metas de perfección. Pero este peligro desaparece cuando la familia, la Escuela y el Estado, conjugan sus voluntades para limpiar de basura literaria el amplio campo de la palabra impresa. Cuando la familia, la Escuela y el Estado se preocupan por darle a niños, a jóvenes y adultos, materiales básicos para que ejerciten la Lectura. La verdad, al fin de cuentas, es la de que, en los tiempos actuales, la personalidad humana quedará debidamente integrada cuando, cada ser humano, sea capaz de servirse de la Lectura como instrumento para mejorar su condición social y la de los demás y para fortalecer su espíritu haciéndolos más firmes, consistentes y duraderos sus ideales.
5Se insiste aquí —pueden algunos creer que con exceso—, en clasificar en la mente del Maestro primario, el papel tan importante que la posesión y el dominio de Lectura juegan en la integración de la personalidad humana, por lo que consideramos básica la comprensión cabal de estas circunstancias. De esta comprensión habrá de nacer una actitud pedagógica apropiada para que en cada año de trabajo escolar primario, en cada grado, a cada niño se le formen hábitos y las habilidades que corresponden a un buen lector. Se dice y con razón, que no puede estructurarse un sistema de educación si antes no se precisa, no se determina una filosofía. De aquí desprendemos lo que se podría llamar un corolario de carácter pedagógico: un Maestro tiene éxito, alcanza buenos resultados en el cumplimiento de sus tareas cuando, filosóficamente, está convencido de la NECESIDAD y de la JUSTEZA de las mismas.





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