sábado, julio 05, 2008
ARCOIRIS EN REFORMA
Jaime Muñoz Vargas
Es un buen testimonio del espacio ganado por una comunidad que ha optado por una diferencia que, creo, va más allá de lo sexual.
Quedé atónico cuando vi las dimensiones del río humano que desfilaría sobre el Paseo de la Reforma el sábado 28 de junio:
era como ver a todo Torreón listo para avanzar a pie o en carros alegóricos.
Ruidosamente vestidos con atuendos que rebasan con holgura el concepto de lo estrafalario, incuantificables gays y lesbianas formaban una cauda que luego dio para dos horas de marcha.
Empezó como a las doce del medio día, y como a las dos aún fluían grupos de arcoirisados personajes, la más numerosa variedad de sujetos carnavalescos que he visto en mi reverenda y provinciana vida.
Todos estaban listos, preparados para festejar el treinta aniversario de marchas del orgullo gay en la capital del país.
Debo comentar, porque no deja de ser llamativo en esta croniquita heterosexual, mis prejuicios sobre la marcha, no necesariamente negativos, simplemente prejuicios, opiniones formadas antes de entrar al terreno de los hechos.
Salí de mi hotel (Lerma y Mississippi), a una cuadra de la Diana cazadora, con la cámara lista y algo de inquietud ante la posibilidad de que los marchantes mi impidieran hacer fotos.
Acostumbrado a los estereotipos de provincia, creí que en más de una ocasión alguna alegre mariposa me haría ojitos.
Los dos prejuicios azotaron en el suelo cuando llegué a los contingentes todavía detenidos, pero ya listos para salir.
Disfrazados de todo, incluso de Adanes sin hoja de parra pero sí con tanga, los gays posaban para las fotos y gozaban cada click.
De inmediato noté que, lejos de batallar con los modelos, iba a sufrir con la pobre memoria de mi cámara digital, pues cada desfilante al que le pedía foto foto foto posaba sin remilgos y con rictus pispiretos o inclinados al deseo de mostrar sensualidad y lucir sus espectaculares galas.
Lo difícil, entonces, no era hallar modelos para el reportaje gráfico, sino seleccionar en esa selva a los árboles que en verdad merecieran el disparo del obturador.
Relajadamente, como Pepillo por su casa, entré al festivo pandemonio en esa tarde soleada sin que nadie, absolutamente nadie me hiciera el menor gesto de agresión o lo contrario:
de camaradería.
Nada.
Navegué con mi cámara entre los sujetos más exóticos, y lo único que vi fue júbilo, orgullo, risas y bailes, colores, fiesta.
No idealizo, sin embargo, pero en honor a mis oxidados prejuicios de machín norteño debo decir que aquello no requería la vigilancia de ningún poli.
De hecho, cuando reparé en la ausencia de la fuerza pública quise entender que el tema del New’s Divine, ocurrido hacía una semana, dejó quietas a las autoridades y las obligó a ni siquiera colocarse cerquita del tumulto.
El caso es que hice fotos, muchas fotos y en todas quedó registrado el clima de saturnal que le imprime al desfile la gruesa comunidad gay y lésbica de la capital.
No había, que yo recuerde, personaje de la historia, de la cultura o de la farándula que no tuviera su clon gay en esa marcha:
faraones gays, hindúes gays, supermanes gays, charros gays, africanos gays, revolucionarios franceses gays, divas de Hollywood gays, aztecas gays, motociclistas gays, tarzanes gays, apaches gays, pedrospicapiedras gays, marcianos gays, soldados gays, payasos gays, astronautas gays, tongoleles gays, alienígenas gays, obreros con casco gays, pilotos de auto gays, fridaskalhos gays, chinas poblanas gays, cariocas gays, cenicientas gays, verdugos gays, lancheros acapulqueños gays, quimeras gays, colosos de Rodas gays, filósofos griegos gays, gladiadores romanos gays, lorenasherreras gays, zapatistas gays, llaneros solitarios gays, monjes gays, científicos gays, sujetos convencionales gays, etcéteras gays.
Colgaré varias fotos en el blog.
Es un buen testimonio del espacio ganado por una comunidad que ha optado por una diferencia que, creo, va más allá de lo sexual.
Yo, mientras tanto, salgo de ahí sin una sola agresión a cuestas, ajeno a ese mundo que, pese a ello, creo respetar y miro a la distancia.
Es un buen testimonio del espacio ganado por una comunidad que ha optado por una diferencia que, creo, va más allá de lo sexual.
Quedé atónico cuando vi las dimensiones del río humano que desfilaría sobre el Paseo de la Reforma el sábado 28 de junio:
era como ver a todo Torreón listo para avanzar a pie o en carros alegóricos.
Ruidosamente vestidos con atuendos que rebasan con holgura el concepto de lo estrafalario, incuantificables gays y lesbianas formaban una cauda que luego dio para dos horas de marcha.
Empezó como a las doce del medio día, y como a las dos aún fluían grupos de arcoirisados personajes, la más numerosa variedad de sujetos carnavalescos que he visto en mi reverenda y provinciana vida.
Todos estaban listos, preparados para festejar el treinta aniversario de marchas del orgullo gay en la capital del país.
Debo comentar, porque no deja de ser llamativo en esta croniquita heterosexual, mis prejuicios sobre la marcha, no necesariamente negativos, simplemente prejuicios, opiniones formadas antes de entrar al terreno de los hechos.
Salí de mi hotel (Lerma y Mississippi), a una cuadra de la Diana cazadora, con la cámara lista y algo de inquietud ante la posibilidad de que los marchantes mi impidieran hacer fotos.
Acostumbrado a los estereotipos de provincia, creí que en más de una ocasión alguna alegre mariposa me haría ojitos.
Los dos prejuicios azotaron en el suelo cuando llegué a los contingentes todavía detenidos, pero ya listos para salir.
Disfrazados de todo, incluso de Adanes sin hoja de parra pero sí con tanga, los gays posaban para las fotos y gozaban cada click.
De inmediato noté que, lejos de batallar con los modelos, iba a sufrir con la pobre memoria de mi cámara digital, pues cada desfilante al que le pedía foto foto foto posaba sin remilgos y con rictus pispiretos o inclinados al deseo de mostrar sensualidad y lucir sus espectaculares galas.
Lo difícil, entonces, no era hallar modelos para el reportaje gráfico, sino seleccionar en esa selva a los árboles que en verdad merecieran el disparo del obturador.
Relajadamente, como Pepillo por su casa, entré al festivo pandemonio en esa tarde soleada sin que nadie, absolutamente nadie me hiciera el menor gesto de agresión o lo contrario:
de camaradería.
Nada.
Navegué con mi cámara entre los sujetos más exóticos, y lo único que vi fue júbilo, orgullo, risas y bailes, colores, fiesta.
No idealizo, sin embargo, pero en honor a mis oxidados prejuicios de machín norteño debo decir que aquello no requería la vigilancia de ningún poli.
De hecho, cuando reparé en la ausencia de la fuerza pública quise entender que el tema del New’s Divine, ocurrido hacía una semana, dejó quietas a las autoridades y las obligó a ni siquiera colocarse cerquita del tumulto.
El caso es que hice fotos, muchas fotos y en todas quedó registrado el clima de saturnal que le imprime al desfile la gruesa comunidad gay y lésbica de la capital.
No había, que yo recuerde, personaje de la historia, de la cultura o de la farándula que no tuviera su clon gay en esa marcha:
faraones gays, hindúes gays, supermanes gays, charros gays, africanos gays, revolucionarios franceses gays, divas de Hollywood gays, aztecas gays, motociclistas gays, tarzanes gays, apaches gays, pedrospicapiedras gays, marcianos gays, soldados gays, payasos gays, astronautas gays, tongoleles gays, alienígenas gays, obreros con casco gays, pilotos de auto gays, fridaskalhos gays, chinas poblanas gays, cariocas gays, cenicientas gays, verdugos gays, lancheros acapulqueños gays, quimeras gays, colosos de Rodas gays, filósofos griegos gays, gladiadores romanos gays, lorenasherreras gays, zapatistas gays, llaneros solitarios gays, monjes gays, científicos gays, sujetos convencionales gays, etcéteras gays.
Colgaré varias fotos en el blog.
Es un buen testimonio del espacio ganado por una comunidad que ha optado por una diferencia que, creo, va más allá de lo sexual.
Yo, mientras tanto, salgo de ahí sin una sola agresión a cuestas, ajeno a ese mundo que, pese a ello, creo respetar y miro a la distancia.