viernes, junio 13, 2008
ESTE MENTADO CALORÓN
Jaime Muñoz Vargas
Agobiado por el calor, con el rostro herido de sudoración, un buen amigo suelta un latigazo de palabras sin mayor preámbulo:
“Esto es el ácido úrico del demonio”.
Después de reír, ambos procedemos a comentar que, sea lo que sea, el calor de estos brutales días está más allá de lo humano.
“Mi vida —dice— es andar de tienda en tienda buscando refrescos y airecito acondicionado.
Los fines de semana los paso casi íntegramente en lugares públicos cerrados y con refrigeración, sitios donde uno puede engañar al sol por un momento”.
Todos o casi todos los que vivimos aquí tenemos plática sobre el calor.
Cuando hablamos sobre él no falta que lo hagamos casi con orgullo, como sabiendo que en nosotros hay algo de heroicidad al soportarlo.
Celebramos incluso, y esto ya es un lugar común, que los enemigos del Santos se achicharren con nuestro clima y salgan hechos mierda a jugar los segundos tiempos.
En el cofre del coche, dicen otros, se puede guisar un huevo con total seguridad.
¿De dónde viene este mentado calorón? ¿Por qué parece que está más allá de lo diabólico? Vi en la más reciente emisión de Cambios, el programa sabatino de Multimedios, que un grupo de especialistas dialogaban con Luis Rivera y Wálter Juárez sobre las afecciones provocadas por el sol y por las altas temperaturas.
Uno de los invitados enfatizó lo que ya sabemos: en pocas décadas nuestra región, como muchas otras, ha experimentado un alza de varios grados en su temperatura promedio.
A estas alturas ya no me alarma tanto lo que hemos hecho, sino lo que podríamos hacer.
¿Imaginamos la suma de tres o cuatro grados más al clima tórrido que ya padecemos? ¿Qué gasto de energía se requiere para paliar esos calores? No soy técnico, pero cuando siento el flagelo de la lumbre sobre mis espaldas de lagartija supuestamente acostumbrada a esta horrible meteorología, reparo en todo lo que no hemos hecho y seguimos sin hacer para precavernos del feo futuro que ya se lima los colmillos en espera de nuestras vidas.
Pongo el caso de nuestra indiferencia comunitaria al problema del agua; sí, uno que otro activista lanza consignas, se organiza, lucha, propone, critica, pero la comunidad en su conjunto suele ser indiferente a esos problemas en apariencia inexistentes.
Abrimos la llave y todavía sale agua, es cierto, y mientras esos siga ocurriendo no parecen importantes los clamores de los científicos que alertan sobre el negro porvenir del agua lagunera.
Sobre esto, a varios medios y a varios periodistas nos escribió ayer el atento ciudadano Héctor Astorga Zavala.
Alguna vez, con respeto, lo motejé “el radar” Astorga, eso porque está atentísimo al desarrollo político y social del país.
Pues bien, sobre el agua, que tiene una relación directa con el calor, dice:
“Nuestra madre naturaleza dotó desde hace miles de años a nuestra Región Lagunera, de una riqueza por demás abundante llamada 'agua' y que nos la dotó de buena calidad para uso humano, uso público, uso agropecuario y uso industrial.
En los últimos 68 años ésta riqueza ha venido siendo sobrexplotada y en éstos momentos apunta a que en pocos años más tengamos que enfrentar una verdadera catástrofe social y económica porque habremos agotado dicha riqueza y lo que entonces obtengamos del subsuelo será totalmente insuficiente y de calidad no apta para el consumo humano.
La sobrexplotación de nuestro acuífero se ha detectado desde hace muchos años.
La Comisión Nacional de Zonas Áridas estableció en su momento que de 1940 a 1980 el nivel del acuífero había descendido 56 metros.
¿Y que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en 2003 dio a conocer que dicho nivel descendía 3.8 metros cada año.
En consecuencia, de 1940 a 2008 hemos perdido más de 150 metros de profundidad de nuestro lago subterráneo”.
El saqueo del agua, la deforestación, el abuso del coche.
Todo se relaciona con todo.
De ahí también este calor.
“Esto es el ácido úrico del demonio”.
Después de reír, ambos procedemos a comentar que, sea lo que sea, el calor de estos brutales días está más allá de lo humano.
“Mi vida —dice— es andar de tienda en tienda buscando refrescos y airecito acondicionado.
Los fines de semana los paso casi íntegramente en lugares públicos cerrados y con refrigeración, sitios donde uno puede engañar al sol por un momento”.
Todos o casi todos los que vivimos aquí tenemos plática sobre el calor.
Cuando hablamos sobre él no falta que lo hagamos casi con orgullo, como sabiendo que en nosotros hay algo de heroicidad al soportarlo.
Celebramos incluso, y esto ya es un lugar común, que los enemigos del Santos se achicharren con nuestro clima y salgan hechos mierda a jugar los segundos tiempos.
En el cofre del coche, dicen otros, se puede guisar un huevo con total seguridad.
¿De dónde viene este mentado calorón? ¿Por qué parece que está más allá de lo diabólico? Vi en la más reciente emisión de Cambios, el programa sabatino de Multimedios, que un grupo de especialistas dialogaban con Luis Rivera y Wálter Juárez sobre las afecciones provocadas por el sol y por las altas temperaturas.
Uno de los invitados enfatizó lo que ya sabemos: en pocas décadas nuestra región, como muchas otras, ha experimentado un alza de varios grados en su temperatura promedio.
A estas alturas ya no me alarma tanto lo que hemos hecho, sino lo que podríamos hacer.
¿Imaginamos la suma de tres o cuatro grados más al clima tórrido que ya padecemos? ¿Qué gasto de energía se requiere para paliar esos calores? No soy técnico, pero cuando siento el flagelo de la lumbre sobre mis espaldas de lagartija supuestamente acostumbrada a esta horrible meteorología, reparo en todo lo que no hemos hecho y seguimos sin hacer para precavernos del feo futuro que ya se lima los colmillos en espera de nuestras vidas.
Pongo el caso de nuestra indiferencia comunitaria al problema del agua; sí, uno que otro activista lanza consignas, se organiza, lucha, propone, critica, pero la comunidad en su conjunto suele ser indiferente a esos problemas en apariencia inexistentes.
Abrimos la llave y todavía sale agua, es cierto, y mientras esos siga ocurriendo no parecen importantes los clamores de los científicos que alertan sobre el negro porvenir del agua lagunera.
Sobre esto, a varios medios y a varios periodistas nos escribió ayer el atento ciudadano Héctor Astorga Zavala.
Alguna vez, con respeto, lo motejé “el radar” Astorga, eso porque está atentísimo al desarrollo político y social del país.
Pues bien, sobre el agua, que tiene una relación directa con el calor, dice:
“Nuestra madre naturaleza dotó desde hace miles de años a nuestra Región Lagunera, de una riqueza por demás abundante llamada 'agua' y que nos la dotó de buena calidad para uso humano, uso público, uso agropecuario y uso industrial.
En los últimos 68 años ésta riqueza ha venido siendo sobrexplotada y en éstos momentos apunta a que en pocos años más tengamos que enfrentar una verdadera catástrofe social y económica porque habremos agotado dicha riqueza y lo que entonces obtengamos del subsuelo será totalmente insuficiente y de calidad no apta para el consumo humano.
La sobrexplotación de nuestro acuífero se ha detectado desde hace muchos años.
La Comisión Nacional de Zonas Áridas estableció en su momento que de 1940 a 1980 el nivel del acuífero había descendido 56 metros.
¿Y que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en 2003 dio a conocer que dicho nivel descendía 3.8 metros cada año.
En consecuencia, de 1940 a 2008 hemos perdido más de 150 metros de profundidad de nuestro lago subterráneo”.
El saqueo del agua, la deforestación, el abuso del coche.
Todo se relaciona con todo.
De ahí también este calor.