jueves, mayo 29, 2008
UNA CHARLA CON EL "PROFE" MARIO HERNÁNDEZ MESTAS
—A ver, gallo: ... ¡Movimiento!
Julio César RAMÍREZ
Habíamos quedado de reunirnos el sábado siguiente en su casa de Filadelfia, en Gómez Palacio, para que nos enseñara las imágenes en vinil de gran tamaño de las que se veía muy orgulloso.
—Son de mi general Zapata y del subcomandante Marcos, gallos, y quiero que las vean; quedaron chidototas.
Pero tal reunión, que tan alegre preparó, ya no se realizaría. Al inicio de la semana, recibimos el siguiente mensaje por correo electrónico:
“... el miércoles 19 de marzo por la noche internaron a Mario en el ISSSTE y de ahí lo trasladaron a la clínica San José, de Gómez Palacio, Dgo., donde lo operaron de urgencia de la vesícula biliar; y a decir de la profesora Elvira Hernández (esposa de Víctor Corral), se ha complicado demasiado su estado de salud y descompensado todo su sistema. A la fecha le han diagnosticado ‘Encefalopatía Hepática’. En este momento el profe continúa sin sentido, se le reporta muy grave y se le practican sondeos para extraerle la sangre contaminada que no puede purificar su hígado por no estar funcionando normal, además de no producir las plaquetas necesarias. Se encuentra en Terapia Intensiva; no se permite el acceso a nadie...”
Lo demás fue el desenlace; lento, difícil, agónico.
***
—A ver, gallo —dijo de bote-pronto llamando mi atención, señalando con el dedo e indicando con la mirada. —¿Qué dice el prólogo ahí de González Casanova?
Y yo, sin saber que sería nuestro último encuentro, leí para todos; Elena, Eduardo, José Luis, Gerardo, JuanRa y él: “La revolución científica de nuestro tiempo ha sido equiparada a la que ocurrió en tiempos de Newton. Hoy ya no podemos pensar sobre la naturaleza, la vida y la humanidad, sin tomar en cuenta los descubrimientos que se iniciaron con la cibernética, la epistemología genética, la computación, los sistemas autorregulados, adaptativos y autopoiéticos, las ciencias de la comunicación, las ciencias de la organización, la del caos determinista, los atractores y los fractales. La profundidad de esos descubrimientos va más allá de sus claras manifestaciones científicas y técnicas; incluye nuevas formas de pensar y actuar que comprenden las llamadas ciencias de la complejidad y las tecnociencias”.
Aclaró inmediatamente el significado de la palabra autopoiético. Y se apropió de la plática.
Se había convertido en promotor de “Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política”, el reciente libro de Pablo González Casanova, que diseccionó.
Se veía repuesto. Todo lo reflexionaba, lo explicaba. Y así, entre cualquier cantidad de cigarrillos quemados, eran las reuniones con él, intensas, repletas de teorías, cuestionamientos, hipótesis, definiciones, citas bibliográficas, recomendaciones y carrilla, mucha carrilla para seguir el curso de las exposiciones y alcanzar acuerdos.
Un día, no hace mucho tiempo, quise ver más allá, saber —o empezar a saber— quién ha sido Mario Hernández Mestas.
Llegó a la cita con un pie recién operado. Le pregunté su visión de la educación pública actual y me respondió hablando de Internet, memorias electrónicas, bites, miles de millones de bites, iPod, MP-4, videos en pequeñas pantallas. En pocas palabras, de la Revolución Tecnológica Computacional. “Para nadie es un secreto que el sistema educativo oficial se quedó veinte o treinta años atrás”, dijo. —La revolución tecnológica la avasalló.
Y la plática navegó durante una hora por salones de clase, burocracias, métodos educativos y sobre todo la múltiple referencia al alumnado y sus condiciones de vida en lo que va del siglo XXI.
***
—Te apasionan todos estos temas, no?
—Sí, claro.
—¿Y cómo nació tu pasión?
—Pues yo creo de mis papás, que fueron maestros. Y de mi formación política, que siempre fue jalar con los demás, sobre todo con los desposeídos.
—Pero tú estabas chiquillo; ¿cuándo empezaste y dijiste ‘yo quiero ser profesor’?
—Primero dije: Yo quiero ser de los que ayudan a los desposeídos.
—¿Por qué?
—No sé. De pronto, serían los ejemplos de la familia y esas cosas. Tuve unas tutoras que eran muy católicas, casi al estilo de los católicos de catacumbas, no? Todos los días me llevaban al Pater Noster... Plenium Tum. Yo soy preconciliar pues. Tuve que aprender el latín, a rezar. Pero ellas con el ejemplo, a lo mejor dijeron. Mi papá fue siempre de lucha, del sindicato magisterial. Le tocaron las épocas cardenistas, de Lombardo Toledano.
—¿Tú eres de aquí?
—Yo soy de aquí, de Torreón.
—¿En qué año naciste?
—En el 43. Nací en el mismo año en que nació el sindicato de maestros. Nomás que yo nací en abril y el sindicato nació en vacaciones de Navidad. Entonces los maestros no tomaban los días hábiles para hacer sus reuniones. Fue después del día de Navidad y terminaron antes del día último de diciembre. Entonces, en el esfuerzo de crear mi conciencia en el desposeído, vi que era necesario lo que hoy entiendo que se llama una Pedagogía y una Didáctica. Y bueno, yo veía en mis papás, aunque yo quedé huérfano de mamá muy pronto, a los cuatro años, quedé huérfano de padre hasta los quince. Dije, bueno, tendré que ser profesor pues, para entender eso de cómo enseñar a los demás. Y entonces me metí a estudiar para profesor.
—¿Dónde estudiaste para profesor?
—En una Normal particular que hubo aquí en Torreón, en la Alfonso Rodríguez, que llevó el nombre de mi papá porque él la fundó: la Normal de la Laguna “Federico Hernández Mireles”.
—¿Y hasta cuándo duró?
—Duró yo creo que como quince años; hasta el 66. Yo salí en la generación del 65. Luego me fui a Monterrey a estudiar Normal Superior, porque no había aquí. Física-Química, luego estudié Economía.
—O sea, tú eres egresado de Economía; pero tienes formación de Física-Química. ¿Y qué más?
—Eso, de Física, Química, Matemáticas y de las Ciencias Sociales con la Economía. O sea, yo me tuve que volver autodidacta de las Ciencias Sociales por mis afanes con los demás. De pronto entendí que había una serie de disciplinas como la Sociología, la Economía, la Antropología, que eran necesarias para entender a la sociedad y a sus componentes, la Ciencia Política. Me volví autodidacta. Y luego, llegué a dar clases de eso, en la Facultad de Ciencias Políticas, de 82 a 95, di Demografía y Talleres de Investigación.
—Pero muy joven tuviste también participación política organizada.
—Sí.
—¿Cómo incursionaste en ella?
—Empecé con la oratoria, me gustaba concursar.
—¿Dónde?
—Desde la Normal Básica donde estudié. Ahí conocí varios que se movían políticamente, que no nada más eran oradores. Gente de derecha, gente del centro y gente de izquierda. Ya estaban definidos. Incluso yo participé mucho en la Federación de Estudiantes de aquí. Y cuando un día conquistamos la Federación Regional de Estudiantes Laguneros o FREL, que se la quitamos a la derecha y quien quedó al frente la desbarató, la deshizo por presiones de la derecha y tuvimos que crear otra Federación, con la gente de Santa Teresa y de otras escuelas.
—¿Eso cuándo fue?
—Debe de haber sido a fines de los sesentas y principios de los setentas. Después me fui a trabajar, ya titulado de profesor, a Almacenes Nacionales de Depósito a los ranchos. Yo quería conocer el campo porque yo soy originario de la ciudad. Me fui a Yerbaniz, a Nieves, a Poanas, a Namiquipa, Chihuahua. Y cuando vi que no podía seguir estudiando, pedí mi liquidación, me regresé a la ciudad, seguí estudiando y entonces ya me incorporé formalmente como prefecto en la Secundaria de Lerdo, en la Flores Magón, luego en la Primaria. También di clases de Matemáticas en el Colegio La Luz, en el Colegio Echavarría. Y a partir de ahí era Profesor de Carrera: Corría de una escuela para otra. Y en la noche a seguir estudiando Prepa, a estudiar Economía, estudiar una Maestría en Desarrollo Regional en Ciencias Políticas. Y ya en el ’95, mi tiempo fue exclusivo para la Comisión Nacional del Agua. Tuve que dejar todo. Y me dediqué siete años a funcionario de esa institución.
—¿Fuiste militante de la Liga Espartaco?
—Fui gente cercana a ellos.
—Pero no integrante.
—No. Que ahora muchos sesentones dicen que estuvieron adentro, es por melancolía histórica, verdad? ‘No, que yo también era’ ‘No, yo también’ ‘Yo también’. Y no es cierto. Estuvieron cercanos.
—¿Había grupo aquí?
—Sí había un grupo, muy pequeño pero sí.
—Y se disolvió finalmente.
—Se disolvió.
—¿A qué se dedicaba ese grupo?
—Pues con ferrocarrileros, con campesinos, con estibadores. Con gente de ese tipo, no? Que haciendo volantes, que orientando gente. Pero entiendo que se disolvió porque se disolvió a nivel nacional. Esa organización se bifurcó después del ’68 en otras organizaciones.
—¿Es a la que pertenecía José Revueltas?
—Así es. Fue la que fundó él.
—Es la Liga Leninista Espartaco.
—Así es.
—Así se llamaba.
—Tuvo otro nombre antes: Liga Comunista Espartaco, luego Leninista Espartaco.
—¿Tú jugaste un papel destacado en la fundación de la Escuela Normal Superior Cursos Intensivos de Gómez Palacio?
—Claro.
—¿Cómo nació esa idea?
—Nació cuando otro profesor, al que le decíamos por su segundo apellido Longoria, estando en Monterrey, en un verano, nos preguntábamos por qué no había una Normal Superior en la Laguna, ya que cientos y cientos de maestros se iban a Nayarit, a Nuevo León, a otros lugares a estudiar. Y cuando yo en lo personal vi que los dirigentes del sindicato de aquí decían que pronto iban a formar la Normal Superior me di cuenta que Saltillo no les iba a autorizar. Entonces yo le planteé a este maestro, le dije: ‘Pues vamos haciéndola en Gómez’.
—¿Por qué en Gómez?.
—Porque no hay Normal Superior en Durango y acá sí hay, en Saltillo, no los van a dejar. Entonces fuimos con el licenciado Orellana, que a la fecha tenía dos títulos: el de abogado y el de maestro de Historia de la Normal Superior de México, y que fue nuestro maestro de Historia en la prepa. Ya le planteamos, dijo que sí. Yo me dediqué a hacer el estudio de qué escuela, qué salones, qué Plan de Estudios, qué cátedras, qué etcétera. Todos los requisitos. Formé el expediente. Y nos fuimos a Durango y ya nos autorizaron; adelante. Fue la primer Normal Superior en todo el estado de Durango. Fui el primer Subdirector Técnico.
—¿Pero quién los apoyó?
—Ah bueno; para eso, antes el licenciado Orellana era asesor jurídico de Carlos Herrera Araluce, a la sazón presidente municipal.
—¿Era en el ‘73?
—73. Octubre-noviembre del ’73. Fuimos con don Carlos, que nos dijo: ‘Ya le entendí’. Y se comunicó con el gober, nos consiguió la audiencia y rápido nos dijeron ‘pueden empezar, ahí dejen el expediente’. Sí, cuando se quiere se quiere y cuando no no.
—¿Y qué hacía falta? ¿Estaban los terrenos, la autorización?
—Empezamos con una escuela, los cursos eran en la noche, nocturna.
—¿Dónde empezaron?
—En la “Mariana León”, allá por la Soriana Centro, en Gómez, o las gemelas, porque tiene dos edificios iguales. Allí había un solo salón, que fue la dirección de la escuela. Estaban todas las condiciones, sacamos las fotos y dijeron: ‘Ahí dejen, ahí dejen, ya pueden empezar, ya conocemos la escuela, ahí mero’. Y ahí empezamos.
—¿Luego cómo se trasladó a donde ahora está?
—No, primero creció y nos tuvimos que ampliar hasta el “Santos Valdés”, enfrente de la Termoeléctrica; y a otras escuelas. Y luego, ya estando yo fuera por otras actividades, el gobierno cedió los terrenos de la actual. Y luego ya se empezaron a construir salones con las mismas colegiaturas de los alumnos porque la institución nació particular y así sigue; es decir, no recibe subsidio ni dinero para nómina de ninguna entidad gubernamental.
—Actualmente.
—Y desde su fundación.
—¿Ese proyecto, tú lo ves realizado?
—Bueno, le falta actualizarse a las nuevas condiciones, al desarrollo social, científico, tecnológico. No es lo mismo de hace 33 años. Los alumnos son diferentes. De los cerca de 12 mil egresados que se tienen, la gran mayoría era maestro de grupo, de primaria sobre todo, que quería ser maestro de secundaria y que tenía intensa vida sindical. Entonces, era otra la orientación que se daba en las cátedras. Ahí mismo se hizo una reforma al Plan de Estudios. La Secretaría de Educación Pública dejaba mucha autonomía a las Normales, sobre todo a esa Normal Superior. Hoy no. Hoy hay un Plan 99 y debe de cumplirse al pie de la letra porque constantemente estamos supervisados por las autoridades educativas y debemos cumplir con los propósitos, los enfoques, los objetivos, los contenidos. Que no está mal. Ahora los alumnos son bachilleres, antes no, ya tenían Normal los alumnos, ya eran normalistas, ya habían hecho la Normal Básica. Hoy no; vienen directos de la prepa. Y muchos son hasta profesionistas: contadores, ingenieros agrónomos, ingenieros en sistemas, hasta médicos hemos tenido, dentistas, que están obligados a estudiar la Normal porque dan clases y les dicen: ‘Bueno, ¿y tu preparación Normalista? Ya no te puedo seguir dando horas, ya no te puedo sostener si no me traes el documento donde demuestres que también eres profesor’.
—¿Qué perspectiva le ves a la Normal?
—Bueno, de que entendamos los tiempos que vivimos y que a partir de eso, afinemos nuestras acciones, programas al interior de la escuela para formar al maestro crítico intelectual, no un maestro operario, un mal operario, mal didáctico, sino un maestro creativo, innovador, que saque adelante a los alumnos y a la comunidad a donde tiene enclavada la escuela.
—Es decir, el encuentro del proyecto original en la actualidad.
—Ajá! eso es; con sus variantes, a las que hoy nos obliga hasta la globalización económica.
***
Mario trabajó frente a grupo casi hasta el último día de su vida. A los 65 años de edad daba clases a niños de primaria y estudiaba una nueva maestría en la Universidad Pedagógica Nacional.
***
Hasta Siempre, profe!
Julio César RAMÍREZ
Habíamos quedado de reunirnos el sábado siguiente en su casa de Filadelfia, en Gómez Palacio, para que nos enseñara las imágenes en vinil de gran tamaño de las que se veía muy orgulloso.
—Son de mi general Zapata y del subcomandante Marcos, gallos, y quiero que las vean; quedaron chidototas.
Pero tal reunión, que tan alegre preparó, ya no se realizaría. Al inicio de la semana, recibimos el siguiente mensaje por correo electrónico:
“... el miércoles 19 de marzo por la noche internaron a Mario en el ISSSTE y de ahí lo trasladaron a la clínica San José, de Gómez Palacio, Dgo., donde lo operaron de urgencia de la vesícula biliar; y a decir de la profesora Elvira Hernández (esposa de Víctor Corral), se ha complicado demasiado su estado de salud y descompensado todo su sistema. A la fecha le han diagnosticado ‘Encefalopatía Hepática’. En este momento el profe continúa sin sentido, se le reporta muy grave y se le practican sondeos para extraerle la sangre contaminada que no puede purificar su hígado por no estar funcionando normal, además de no producir las plaquetas necesarias. Se encuentra en Terapia Intensiva; no se permite el acceso a nadie...”
Lo demás fue el desenlace; lento, difícil, agónico.
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—A ver, gallo —dijo de bote-pronto llamando mi atención, señalando con el dedo e indicando con la mirada. —¿Qué dice el prólogo ahí de González Casanova?
Y yo, sin saber que sería nuestro último encuentro, leí para todos; Elena, Eduardo, José Luis, Gerardo, JuanRa y él: “La revolución científica de nuestro tiempo ha sido equiparada a la que ocurrió en tiempos de Newton. Hoy ya no podemos pensar sobre la naturaleza, la vida y la humanidad, sin tomar en cuenta los descubrimientos que se iniciaron con la cibernética, la epistemología genética, la computación, los sistemas autorregulados, adaptativos y autopoiéticos, las ciencias de la comunicación, las ciencias de la organización, la del caos determinista, los atractores y los fractales. La profundidad de esos descubrimientos va más allá de sus claras manifestaciones científicas y técnicas; incluye nuevas formas de pensar y actuar que comprenden las llamadas ciencias de la complejidad y las tecnociencias”.
Aclaró inmediatamente el significado de la palabra autopoiético. Y se apropió de la plática.
Se había convertido en promotor de “Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política”, el reciente libro de Pablo González Casanova, que diseccionó.
Se veía repuesto. Todo lo reflexionaba, lo explicaba. Y así, entre cualquier cantidad de cigarrillos quemados, eran las reuniones con él, intensas, repletas de teorías, cuestionamientos, hipótesis, definiciones, citas bibliográficas, recomendaciones y carrilla, mucha carrilla para seguir el curso de las exposiciones y alcanzar acuerdos.
Un día, no hace mucho tiempo, quise ver más allá, saber —o empezar a saber— quién ha sido Mario Hernández Mestas.
Llegó a la cita con un pie recién operado. Le pregunté su visión de la educación pública actual y me respondió hablando de Internet, memorias electrónicas, bites, miles de millones de bites, iPod, MP-4, videos en pequeñas pantallas. En pocas palabras, de la Revolución Tecnológica Computacional. “Para nadie es un secreto que el sistema educativo oficial se quedó veinte o treinta años atrás”, dijo. —La revolución tecnológica la avasalló.
Y la plática navegó durante una hora por salones de clase, burocracias, métodos educativos y sobre todo la múltiple referencia al alumnado y sus condiciones de vida en lo que va del siglo XXI.
***
—Te apasionan todos estos temas, no?
—Sí, claro.
—¿Y cómo nació tu pasión?
—Pues yo creo de mis papás, que fueron maestros. Y de mi formación política, que siempre fue jalar con los demás, sobre todo con los desposeídos.
—Pero tú estabas chiquillo; ¿cuándo empezaste y dijiste ‘yo quiero ser profesor’?
—Primero dije: Yo quiero ser de los que ayudan a los desposeídos.
—¿Por qué?
—No sé. De pronto, serían los ejemplos de la familia y esas cosas. Tuve unas tutoras que eran muy católicas, casi al estilo de los católicos de catacumbas, no? Todos los días me llevaban al Pater Noster... Plenium Tum. Yo soy preconciliar pues. Tuve que aprender el latín, a rezar. Pero ellas con el ejemplo, a lo mejor dijeron. Mi papá fue siempre de lucha, del sindicato magisterial. Le tocaron las épocas cardenistas, de Lombardo Toledano.
—¿Tú eres de aquí?
—Yo soy de aquí, de Torreón.
—¿En qué año naciste?
—En el 43. Nací en el mismo año en que nació el sindicato de maestros. Nomás que yo nací en abril y el sindicato nació en vacaciones de Navidad. Entonces los maestros no tomaban los días hábiles para hacer sus reuniones. Fue después del día de Navidad y terminaron antes del día último de diciembre. Entonces, en el esfuerzo de crear mi conciencia en el desposeído, vi que era necesario lo que hoy entiendo que se llama una Pedagogía y una Didáctica. Y bueno, yo veía en mis papás, aunque yo quedé huérfano de mamá muy pronto, a los cuatro años, quedé huérfano de padre hasta los quince. Dije, bueno, tendré que ser profesor pues, para entender eso de cómo enseñar a los demás. Y entonces me metí a estudiar para profesor.
—¿Dónde estudiaste para profesor?
—En una Normal particular que hubo aquí en Torreón, en la Alfonso Rodríguez, que llevó el nombre de mi papá porque él la fundó: la Normal de la Laguna “Federico Hernández Mireles”.
—¿Y hasta cuándo duró?
—Duró yo creo que como quince años; hasta el 66. Yo salí en la generación del 65. Luego me fui a Monterrey a estudiar Normal Superior, porque no había aquí. Física-Química, luego estudié Economía.
—O sea, tú eres egresado de Economía; pero tienes formación de Física-Química. ¿Y qué más?
—Eso, de Física, Química, Matemáticas y de las Ciencias Sociales con la Economía. O sea, yo me tuve que volver autodidacta de las Ciencias Sociales por mis afanes con los demás. De pronto entendí que había una serie de disciplinas como la Sociología, la Economía, la Antropología, que eran necesarias para entender a la sociedad y a sus componentes, la Ciencia Política. Me volví autodidacta. Y luego, llegué a dar clases de eso, en la Facultad de Ciencias Políticas, de 82 a 95, di Demografía y Talleres de Investigación.
—Pero muy joven tuviste también participación política organizada.
—Sí.
—¿Cómo incursionaste en ella?
—Empecé con la oratoria, me gustaba concursar.
—¿Dónde?
—Desde la Normal Básica donde estudié. Ahí conocí varios que se movían políticamente, que no nada más eran oradores. Gente de derecha, gente del centro y gente de izquierda. Ya estaban definidos. Incluso yo participé mucho en la Federación de Estudiantes de aquí. Y cuando un día conquistamos la Federación Regional de Estudiantes Laguneros o FREL, que se la quitamos a la derecha y quien quedó al frente la desbarató, la deshizo por presiones de la derecha y tuvimos que crear otra Federación, con la gente de Santa Teresa y de otras escuelas.
—¿Eso cuándo fue?
—Debe de haber sido a fines de los sesentas y principios de los setentas. Después me fui a trabajar, ya titulado de profesor, a Almacenes Nacionales de Depósito a los ranchos. Yo quería conocer el campo porque yo soy originario de la ciudad. Me fui a Yerbaniz, a Nieves, a Poanas, a Namiquipa, Chihuahua. Y cuando vi que no podía seguir estudiando, pedí mi liquidación, me regresé a la ciudad, seguí estudiando y entonces ya me incorporé formalmente como prefecto en la Secundaria de Lerdo, en la Flores Magón, luego en la Primaria. También di clases de Matemáticas en el Colegio La Luz, en el Colegio Echavarría. Y a partir de ahí era Profesor de Carrera: Corría de una escuela para otra. Y en la noche a seguir estudiando Prepa, a estudiar Economía, estudiar una Maestría en Desarrollo Regional en Ciencias Políticas. Y ya en el ’95, mi tiempo fue exclusivo para la Comisión Nacional del Agua. Tuve que dejar todo. Y me dediqué siete años a funcionario de esa institución.
—¿Fuiste militante de la Liga Espartaco?
—Fui gente cercana a ellos.
—Pero no integrante.
—No. Que ahora muchos sesentones dicen que estuvieron adentro, es por melancolía histórica, verdad? ‘No, que yo también era’ ‘No, yo también’ ‘Yo también’. Y no es cierto. Estuvieron cercanos.
—¿Había grupo aquí?
—Sí había un grupo, muy pequeño pero sí.
—Y se disolvió finalmente.
—Se disolvió.
—¿A qué se dedicaba ese grupo?
—Pues con ferrocarrileros, con campesinos, con estibadores. Con gente de ese tipo, no? Que haciendo volantes, que orientando gente. Pero entiendo que se disolvió porque se disolvió a nivel nacional. Esa organización se bifurcó después del ’68 en otras organizaciones.
—¿Es a la que pertenecía José Revueltas?
—Así es. Fue la que fundó él.
—Es la Liga Leninista Espartaco.
—Así es.
—Así se llamaba.
—Tuvo otro nombre antes: Liga Comunista Espartaco, luego Leninista Espartaco.
—¿Tú jugaste un papel destacado en la fundación de la Escuela Normal Superior Cursos Intensivos de Gómez Palacio?
—Claro.
—¿Cómo nació esa idea?
—Nació cuando otro profesor, al que le decíamos por su segundo apellido Longoria, estando en Monterrey, en un verano, nos preguntábamos por qué no había una Normal Superior en la Laguna, ya que cientos y cientos de maestros se iban a Nayarit, a Nuevo León, a otros lugares a estudiar. Y cuando yo en lo personal vi que los dirigentes del sindicato de aquí decían que pronto iban a formar la Normal Superior me di cuenta que Saltillo no les iba a autorizar. Entonces yo le planteé a este maestro, le dije: ‘Pues vamos haciéndola en Gómez’.
—¿Por qué en Gómez?.
—Porque no hay Normal Superior en Durango y acá sí hay, en Saltillo, no los van a dejar. Entonces fuimos con el licenciado Orellana, que a la fecha tenía dos títulos: el de abogado y el de maestro de Historia de la Normal Superior de México, y que fue nuestro maestro de Historia en la prepa. Ya le planteamos, dijo que sí. Yo me dediqué a hacer el estudio de qué escuela, qué salones, qué Plan de Estudios, qué cátedras, qué etcétera. Todos los requisitos. Formé el expediente. Y nos fuimos a Durango y ya nos autorizaron; adelante. Fue la primer Normal Superior en todo el estado de Durango. Fui el primer Subdirector Técnico.
—¿Pero quién los apoyó?
—Ah bueno; para eso, antes el licenciado Orellana era asesor jurídico de Carlos Herrera Araluce, a la sazón presidente municipal.
—¿Era en el ‘73?
—73. Octubre-noviembre del ’73. Fuimos con don Carlos, que nos dijo: ‘Ya le entendí’. Y se comunicó con el gober, nos consiguió la audiencia y rápido nos dijeron ‘pueden empezar, ahí dejen el expediente’. Sí, cuando se quiere se quiere y cuando no no.
—¿Y qué hacía falta? ¿Estaban los terrenos, la autorización?
—Empezamos con una escuela, los cursos eran en la noche, nocturna.
—¿Dónde empezaron?
—En la “Mariana León”, allá por la Soriana Centro, en Gómez, o las gemelas, porque tiene dos edificios iguales. Allí había un solo salón, que fue la dirección de la escuela. Estaban todas las condiciones, sacamos las fotos y dijeron: ‘Ahí dejen, ahí dejen, ya pueden empezar, ya conocemos la escuela, ahí mero’. Y ahí empezamos.
—¿Luego cómo se trasladó a donde ahora está?
—No, primero creció y nos tuvimos que ampliar hasta el “Santos Valdés”, enfrente de la Termoeléctrica; y a otras escuelas. Y luego, ya estando yo fuera por otras actividades, el gobierno cedió los terrenos de la actual. Y luego ya se empezaron a construir salones con las mismas colegiaturas de los alumnos porque la institución nació particular y así sigue; es decir, no recibe subsidio ni dinero para nómina de ninguna entidad gubernamental.
—Actualmente.
—Y desde su fundación.
—¿Ese proyecto, tú lo ves realizado?
—Bueno, le falta actualizarse a las nuevas condiciones, al desarrollo social, científico, tecnológico. No es lo mismo de hace 33 años. Los alumnos son diferentes. De los cerca de 12 mil egresados que se tienen, la gran mayoría era maestro de grupo, de primaria sobre todo, que quería ser maestro de secundaria y que tenía intensa vida sindical. Entonces, era otra la orientación que se daba en las cátedras. Ahí mismo se hizo una reforma al Plan de Estudios. La Secretaría de Educación Pública dejaba mucha autonomía a las Normales, sobre todo a esa Normal Superior. Hoy no. Hoy hay un Plan 99 y debe de cumplirse al pie de la letra porque constantemente estamos supervisados por las autoridades educativas y debemos cumplir con los propósitos, los enfoques, los objetivos, los contenidos. Que no está mal. Ahora los alumnos son bachilleres, antes no, ya tenían Normal los alumnos, ya eran normalistas, ya habían hecho la Normal Básica. Hoy no; vienen directos de la prepa. Y muchos son hasta profesionistas: contadores, ingenieros agrónomos, ingenieros en sistemas, hasta médicos hemos tenido, dentistas, que están obligados a estudiar la Normal porque dan clases y les dicen: ‘Bueno, ¿y tu preparación Normalista? Ya no te puedo seguir dando horas, ya no te puedo sostener si no me traes el documento donde demuestres que también eres profesor’.
—¿Qué perspectiva le ves a la Normal?
—Bueno, de que entendamos los tiempos que vivimos y que a partir de eso, afinemos nuestras acciones, programas al interior de la escuela para formar al maestro crítico intelectual, no un maestro operario, un mal operario, mal didáctico, sino un maestro creativo, innovador, que saque adelante a los alumnos y a la comunidad a donde tiene enclavada la escuela.
—Es decir, el encuentro del proyecto original en la actualidad.
—Ajá! eso es; con sus variantes, a las que hoy nos obliga hasta la globalización económica.
***
Mario trabajó frente a grupo casi hasta el último día de su vida. A los 65 años de edad daba clases a niños de primaria y estudiaba una nueva maestría en la Universidad Pedagógica Nacional.
***
Hasta Siempre, profe!