miércoles, enero 09, 2008
LAS CARTAS SOBRE LA TÉIBOL
Jaime Muñoz Vargas
Es verdaderamente indignante lo que acaba de ocurrir en el caso del video que circuló con alto rating gracias al combustible del morbo y al periódico de Carlos Salinas de Gortari (La Crónica). En él, como bien sabemos quienes lo hemos visto nada más unas doscientas veces, es posible apreciar a dos autoridades policíacas de Torreón, entre ellas al mero jefe, y a otros sonrientes comensales en un animado guateque al aire libre. Sin previo aviso, a la fiesta acude una chica que de inmediato se despoja de cuanto trapo la cubre e incluso echa a tierra las prendas más elementales, aquellas que sirven para ocultar las pudendas partes del humano continente. Queda, para decirlo en el mejor y más original castellano posible, como dios la trajo al inframundo, aunque de mayor edad. Voluptuosa, sicalíptica y curviforme, la chica del atuendo color carne se mueve cual anguila frente a las dos autoridades susomentadas, y llega un momento en el que, trepada a una mesa barata de cervecería, untada con aceitito que resalta ciertos brillos de foca en su piel, baila y deleita a la ya de por sí jubilosa concurrencia al ritmo de “La camisa negra”, tema que debemos a la vigorosa inspiración del colombiano Juanes. El escenario es una especie de tendajón, de palapa, color naranja con franja azul en la cenefa (dos colores bellamente representativos de la actual administración municipal), y el piso parece de cemento, de puro “firme”.Durante el candente paseíllo de la chamaca, joven como de 23 o 25 años, de pelo corto y rojizo, no fea aunque sin mucho patrimonio en la región nálguica y de zona pectoral que pronto reclamará el socorro de un bisturí, vemos que los convidados no son de piedra: sonríen, aplauden, gritan. Hay incluso, al lado de nuestro director de policía, una dama que se nota seria, acaso no muy agradada por la sorpresiva aparición. Por allí, las tomas del video-teléfono, entrecortadas todas, enfocan latas de cerveza, botellas de whisky y otros pistachos, incluso parece verse un rústico crucifijo de madera colgado en la pared del fondo.El caso es que la chica hace su trabajo con incuestionable profesionalismo, agita a las masas (las suyas de ella) mientras nuestras autoridades no dejan de mostrar sonrisas envidiables.Indigna, como digo, que esto esté pasando en Torreón, que se estén celebrando tales fiestas y no seamos invitados.¿Qué les pasa? Llegan incluso al cinismo de no convidar al alcalde, lo cual me parece una grosería digna de la más severa reprobación.¿Qué no es él, precisamente, quien los ha puesto en el puesto? ¿No merece ir, al menos, a echarse un taco de ojo en una de esas pachangazas tan bien orgianizadas por nuestros encargados de seguridad? Injusticia pura.Se ha hablado de líneas de investigación en este caso que ha estremecido a la opinión pública, sobre todo a aquella parte de la sociedad que frecuenta los innumerables espacios laguneros donde la calentura está directamente asociada con la pérdida de liquidez (léase dinero, no confundir con equis líquidos). Comparto la inquietud de esos ciudadanos alarmados por la ocultación de datos fundamentales para llegar al merititito meollo del asunto. Varias preguntas vuelan con alas propias, y sólo su respuesta inmediata dejará satisfecha a la parte de la comunidad que exige el finiquito de los enigmas.Estas son las preguntas que deja como herencia la anterior y muy sonada historia de la vida real:¿Cuál es el teléfono en el que es posible contratar a la chica del video?¿Cuánto cobra por su desempeño?¿Tiene algunos paquetes que puedan ser atractivos para la clientela?¿Hay posibilidades de desarrollar “privados” o el baile es necesariamente colectivo y evidente para los demás?¿Acepta tarjetas de crédito o todo es al chaschás?Además de “La camisa negra”, ¿sabe moverse al ritmo de otras sabrosas melodías?Son, como podemos apreciar, muchas preguntas sin respuesta.La ciudadanía exige transparencia, y es prudente que las autoridades atiendan esa demanda popular. Si no van a convidar, al menos que suelten la información, que pongan todas las cartas sobre la téibol.
Es verdaderamente indignante lo que acaba de ocurrir en el caso del video que circuló con alto rating gracias al combustible del morbo y al periódico de Carlos Salinas de Gortari (La Crónica). En él, como bien sabemos quienes lo hemos visto nada más unas doscientas veces, es posible apreciar a dos autoridades policíacas de Torreón, entre ellas al mero jefe, y a otros sonrientes comensales en un animado guateque al aire libre. Sin previo aviso, a la fiesta acude una chica que de inmediato se despoja de cuanto trapo la cubre e incluso echa a tierra las prendas más elementales, aquellas que sirven para ocultar las pudendas partes del humano continente. Queda, para decirlo en el mejor y más original castellano posible, como dios la trajo al inframundo, aunque de mayor edad. Voluptuosa, sicalíptica y curviforme, la chica del atuendo color carne se mueve cual anguila frente a las dos autoridades susomentadas, y llega un momento en el que, trepada a una mesa barata de cervecería, untada con aceitito que resalta ciertos brillos de foca en su piel, baila y deleita a la ya de por sí jubilosa concurrencia al ritmo de “La camisa negra”, tema que debemos a la vigorosa inspiración del colombiano Juanes. El escenario es una especie de tendajón, de palapa, color naranja con franja azul en la cenefa (dos colores bellamente representativos de la actual administración municipal), y el piso parece de cemento, de puro “firme”.Durante el candente paseíllo de la chamaca, joven como de 23 o 25 años, de pelo corto y rojizo, no fea aunque sin mucho patrimonio en la región nálguica y de zona pectoral que pronto reclamará el socorro de un bisturí, vemos que los convidados no son de piedra: sonríen, aplauden, gritan. Hay incluso, al lado de nuestro director de policía, una dama que se nota seria, acaso no muy agradada por la sorpresiva aparición. Por allí, las tomas del video-teléfono, entrecortadas todas, enfocan latas de cerveza, botellas de whisky y otros pistachos, incluso parece verse un rústico crucifijo de madera colgado en la pared del fondo.El caso es que la chica hace su trabajo con incuestionable profesionalismo, agita a las masas (las suyas de ella) mientras nuestras autoridades no dejan de mostrar sonrisas envidiables.Indigna, como digo, que esto esté pasando en Torreón, que se estén celebrando tales fiestas y no seamos invitados.¿Qué les pasa? Llegan incluso al cinismo de no convidar al alcalde, lo cual me parece una grosería digna de la más severa reprobación.¿Qué no es él, precisamente, quien los ha puesto en el puesto? ¿No merece ir, al menos, a echarse un taco de ojo en una de esas pachangazas tan bien orgianizadas por nuestros encargados de seguridad? Injusticia pura.Se ha hablado de líneas de investigación en este caso que ha estremecido a la opinión pública, sobre todo a aquella parte de la sociedad que frecuenta los innumerables espacios laguneros donde la calentura está directamente asociada con la pérdida de liquidez (léase dinero, no confundir con equis líquidos). Comparto la inquietud de esos ciudadanos alarmados por la ocultación de datos fundamentales para llegar al merititito meollo del asunto. Varias preguntas vuelan con alas propias, y sólo su respuesta inmediata dejará satisfecha a la parte de la comunidad que exige el finiquito de los enigmas.Estas son las preguntas que deja como herencia la anterior y muy sonada historia de la vida real:¿Cuál es el teléfono en el que es posible contratar a la chica del video?¿Cuánto cobra por su desempeño?¿Tiene algunos paquetes que puedan ser atractivos para la clientela?¿Hay posibilidades de desarrollar “privados” o el baile es necesariamente colectivo y evidente para los demás?¿Acepta tarjetas de crédito o todo es al chaschás?Además de “La camisa negra”, ¿sabe moverse al ritmo de otras sabrosas melodías?Son, como podemos apreciar, muchas preguntas sin respuesta.La ciudadanía exige transparencia, y es prudente que las autoridades atiendan esa demanda popular. Si no van a convidar, al menos que suelten la información, que pongan todas las cartas sobre la téibol.