lunes, enero 28, 2008
LA CULTURA DE LA RESIGNACIÓN
Gerardo Moscoso Caamaño
Es urgente tener la receta para curarnos de la apatía, la murmuración, el chisme, la queja, el derrotismo, y la doble moral que está infiltrada en nuestra sociedad; para aliviarnos de esa actitud pusilánime con que muchos defienden valores en los que disimuladamente creen; de la indiferente desconfianza hacia los demás; de la viscosa opacidad que envuelve las relaciones con la política, con la ética y con el objetivo de la propia vida, la fórmula para remediarnos de la falta de sentido crítico para lo palpable, perceptible y esencial ensombrecida por la persistente descalificación ante lo demostrativo con que pretendemos defender nuestra indolencia y dejadez que nos ha conducido al sometimiento incondicional a los políticos y jefazos en turno.Basta ya de sentirnos decepcionados por que tal o cual alcalde o gobernador no cumple con sus promesas y su palabra, alto a los lamentos.Tratamos de justificar nuestra pereza y falta de participación en la comunidad negándonos a admitir que en esto reside también la corrupción. Se dice y se repite que no vale la pena luchar por acelerar el proceso de cambio en nuestra sociedad con el pretexto de que unos cuantos de los que ejercen el poder, roban a manos llenas el dinero que pasa por sus manos, como si fuese una fatal enfermedad o un karma inmutable para los mexicanos. Nos han educado para desinteresarnos de todo cuanto ocurre fuera del ámbito personal, lo que nos sitúa al margen de la sociedad en que vivimos.Es cierto que la cultura de la resignación, inhibe la fuerza, la imaginación y el brío. Y en lugar de mantener el espíritu crítico y actuar en consecuencia, no hacemos sino sumirnos en el desánimo, lloriqueamos y dejamos de creer en la condición humana que a fin de cuentas es la nuestra. Abandonemos el cómodo sofá en donde estamos mentalmente instalados. La prescripción es, pues, la indignación permanente, la defensa de las propias convicciones para no aceptar como borregos degollados actitudes y órdenes anti democráticas contra las que hay que rebelarse.