miércoles, noviembre 28, 2007
JORGE SILLER, POETA Y MÉDICO
Jaime Muñoz Vargas
La poesía, dijo Cervantes por medio de su loco iluminado, “es una enfermedad incurable y pegadiza”. No sé que tanto sea lo segundo, pegadiza, pero sí reconozco que es incurable, que ningún médico es capaz de sanar a quienes han contraído la enfermedad de leer/escribir versos. Cuando el virus de la poesía se enquista en el alma, entonces, resulta prácticamente imposible sacarlo de allí, y ni un profesional de la salud es capaz de curarse a sí mismo del deslumbramiento producido por la palabra cuando danza en el papel con la musicalidad del poema. Ignoro qué fue lo que movió a Jorge Siller (Torreón, 1945) hacia la lectura y escritura de poemas, pero lo que haya sido importa menos que el resultado visible en La persuasión del fuego, libro de notable hechura tanto en lo editorial como en lo poético. Saber cuál fue el detonador inicial de esta escritura no es ocioso, pues estamos ante la presencia de un autor que también se dedica a la endocrinología, que habita el mundo de la medicina, y que al verlo desempeñarse en la literatura uno llega a dudar sobre su verdadera vocación:¿Siller es médico o es poeta? La pregunta puede ser respondida con cierta facilidad: el autor es un profesional de la medicina, como lo fueron Elías Nandino y Enrique González Martínez, pero eso no le estorba para tensar el arco de la escritura y atinar en el blanco de la belleza escrita. Antes bien, parece que el conocimiento del cuerpo lo capacita para mirar los entresijos del alma con un ojo especial, agudo, hipersensible al dolor y la emoción.La persuasión del fuego cuenta con tres estancias: “Luz, ángel caído”, “La persuasión del fuego”, “El eco indócil” y “Otros poemas”. Cada una acoge cerca de veinte piezas, casi todas ellas breves, de no más de una página cada una.Se trata de un poemario rico en evocaciones, en buceos a la conciencia. El autor busca encontrar su realidad interior en cada verso, y por eso se puede afirmar que es un libro atravesado por preguntas, henchido de interrogantes, más que por la respuesta categóricas. Intrigado ante los hechos que desfilan por su alma, el autor se interroga pues y urde sus versos para hallar claridad en medio de la sombra. Poesía libre de ataduras formales, fluye en la página sin tropiezos, con ligereza alada, y entrega sus virtudes sin aspavientos, con sinceridad de agua lista para abatir la sed. No hay aspavientos ni aventuras formales en La persuasión del fuego. La contención, el cuidado del adjetivo, la mesura ante el derroche perfilan la catadura de los poemas. Se advierte de inmediato que es una obra que antes de vivir hecha tinta reposó en el alma hasta cristalizar. No hay, por ello, exabruptos, sino pausados encuentros con la verdad expresada, eso sí, con la firmeza de quien ha pensado y repensado lo que afirma. Jorge Siller estudió medicina en la UNAM.Se recibió en 1969 y posteriormente hizo la especialidad en medicina interna y endocrinología.Desde entonces trabaja en Monterrey y escribe en las pocas horas libres de las que puede disponer.En 1981 publicó en la editorial Castillo el poemario A la hora del amor.Empezó a escribir de nuevo con regularidad después de la muerte de su madre, ocurrida hace cuatro años, y de ello resultó el libro La persuasión del fuego. Escribir, dice Jorge Siller, “es para mí una actividad extraordinariamente seria. La hago con la misma atención y devoción con la que se debe atender a la persona que sufre”.*Texto abreviado del que leí ayer, en el Icocult, en la presentación de este libro junto a Daniel Lomas y el autor.
La poesía, dijo Cervantes por medio de su loco iluminado, “es una enfermedad incurable y pegadiza”. No sé que tanto sea lo segundo, pegadiza, pero sí reconozco que es incurable, que ningún médico es capaz de sanar a quienes han contraído la enfermedad de leer/escribir versos. Cuando el virus de la poesía se enquista en el alma, entonces, resulta prácticamente imposible sacarlo de allí, y ni un profesional de la salud es capaz de curarse a sí mismo del deslumbramiento producido por la palabra cuando danza en el papel con la musicalidad del poema. Ignoro qué fue lo que movió a Jorge Siller (Torreón, 1945) hacia la lectura y escritura de poemas, pero lo que haya sido importa menos que el resultado visible en La persuasión del fuego, libro de notable hechura tanto en lo editorial como en lo poético. Saber cuál fue el detonador inicial de esta escritura no es ocioso, pues estamos ante la presencia de un autor que también se dedica a la endocrinología, que habita el mundo de la medicina, y que al verlo desempeñarse en la literatura uno llega a dudar sobre su verdadera vocación:¿Siller es médico o es poeta? La pregunta puede ser respondida con cierta facilidad: el autor es un profesional de la medicina, como lo fueron Elías Nandino y Enrique González Martínez, pero eso no le estorba para tensar el arco de la escritura y atinar en el blanco de la belleza escrita. Antes bien, parece que el conocimiento del cuerpo lo capacita para mirar los entresijos del alma con un ojo especial, agudo, hipersensible al dolor y la emoción.La persuasión del fuego cuenta con tres estancias: “Luz, ángel caído”, “La persuasión del fuego”, “El eco indócil” y “Otros poemas”. Cada una acoge cerca de veinte piezas, casi todas ellas breves, de no más de una página cada una.Se trata de un poemario rico en evocaciones, en buceos a la conciencia. El autor busca encontrar su realidad interior en cada verso, y por eso se puede afirmar que es un libro atravesado por preguntas, henchido de interrogantes, más que por la respuesta categóricas. Intrigado ante los hechos que desfilan por su alma, el autor se interroga pues y urde sus versos para hallar claridad en medio de la sombra. Poesía libre de ataduras formales, fluye en la página sin tropiezos, con ligereza alada, y entrega sus virtudes sin aspavientos, con sinceridad de agua lista para abatir la sed. No hay aspavientos ni aventuras formales en La persuasión del fuego. La contención, el cuidado del adjetivo, la mesura ante el derroche perfilan la catadura de los poemas. Se advierte de inmediato que es una obra que antes de vivir hecha tinta reposó en el alma hasta cristalizar. No hay, por ello, exabruptos, sino pausados encuentros con la verdad expresada, eso sí, con la firmeza de quien ha pensado y repensado lo que afirma. Jorge Siller estudió medicina en la UNAM.Se recibió en 1969 y posteriormente hizo la especialidad en medicina interna y endocrinología.Desde entonces trabaja en Monterrey y escribe en las pocas horas libres de las que puede disponer.En 1981 publicó en la editorial Castillo el poemario A la hora del amor.Empezó a escribir de nuevo con regularidad después de la muerte de su madre, ocurrida hace cuatro años, y de ello resultó el libro La persuasión del fuego. Escribir, dice Jorge Siller, “es para mí una actividad extraordinariamente seria. La hago con la misma atención y devoción con la que se debe atender a la persona que sufre”.*Texto abreviado del que leí ayer, en el Icocult, en la presentación de este libro junto a Daniel Lomas y el autor.