jueves, mayo 17, 2007
MENSAJE DEL PROFESOR GERARDO ALBA CASTILLO EN EL TEATRO NAZAS
Mensaje del Profr. Gerardo Alba Castillo, Secretario General de la Sección 35 del SNTE, en el Día del Maestro.
14 de mayo de 2007, Teatro Nazas, Torreón, Coah. .
“La educación pública es la vía que dispone el Estado para impulsar el desarrollo nacional; educarnos, es el camino que cada individuo tiene para construir su propio desarrollo.
La contundente evidencia del poder transformador de la educación es la propia historia nacional: México es lo que es, México es como es, por la acción de la educación, por el impacto profundo de la escuela pública mexicana.”
Profra. Elba Esther Gordillo Morales
Presidenta Nacional del SNTE
DISTINGUIDAS MAESTRAS Y MAESTROS QUE HOY RECIBEN LAS MEDALLAS RAFAEL RAMÍREZ E IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO:
RESPETABLES FAMILIAS DE NUESTROS HOMENAJEADOS:
Todos, absolutamente todos los presentes, guardamos en nuestro corazón y en nuestro pensamiento, gratitud y aprecio por nuestros queridos maestros.
La vida de un maestro está compartida entre su hogar y su escuela; su corazón, repartido entre sus alumnos e hijos.
Por favor, maestros, acompáñenme. Hagamos memoria. Recordemos ese primer día en que llegaron los niños al jardín, en que los tomamos de la mano y les dijimos: “Aquí estarás bien: soy tu maestra, soy tu maestro: yo te protejo”. Y ellos lo entendieron… Fue así como entramos a sus vidas, y ellos entraron a la nuestra.
Ese primer día que les hicimos la promesa de cuidarlos, al mismo tiempo asumimos la misión eterna del magisterio de acompañarlos.
Y empezamos con juegos y rondas; coloreando, cortando, pegando y haciendo trabajitos… y al correr de unos meses y años entre cantos y risas empezaron a leer y a escribir, a contar y sumar, a experimentar y sentir; …y la curiosidad los fue atrapando… y en su vocación insaciable de aventura, tuvimos que acompañarlos… y fuimos sus copilotos en su viaje al universo y viajamos con ellos en su máquina del tiempo, cuando vivieron las revoluciones junto a los héroes de la patria.
Por diferentes caminos los aproximamos a su mundo, hasta que estuvieron en condiciones de apropiárselo casi por su propio esfuerzo.
Estuvimos cerca siempre cuando todo los seducía, les atraían las veredas sin retorno y las brechas estériles o peligrosas. Siempre los reorientamos cuando se extraviaban y los reanimamos cuando se caían. Cuando la violencia trataba de ganarlos, entonces les presentábamos al bien, la verdad y la belleza, les enseñábamos a ayudarse unos a otros y a valerse por sí mismos.
Los protegimos cada minuto de estos 30 y 40 años; los vimos ir saltando etapas, salir de niños y entrar a jóvenes, y arribar a la mayoría de edad.
Los vimos convertirse en hombres y mujeres de provecho… y los vimos graduarse; y este adiós nos dio una mezcla de orgullo y dolor…
Sin embargo, poco nos duró el golpe, porque cuando ya los creíamos perdidos, los vimos regresar trayendo de la mano a sus hijos y últimamente acompañando a sus nietos. Y entonces comprendimos, que ya nunca los perderíamos.
Esta es quizá la gratificación más grande de la docencia: vivir enseñando y enseñar a vivir.
Por esto no comparto la idea de que los maestros sembramos y no nos toca probar los frutos. Ciertamente, nuestras satisfacciones no son materiales, no son concretas, más bien son cualitativas, aprendizajes, desarrollo humano, convivencia: producimos ciudadanos: humanizamos al hombre. Y lo vemos fructificar a diario en el aula, siempre, incesantemente.
Aunque los nuevos conocimientos y las nuevas experiencias parezcan borrarnos de la memoria de nuestros alumnos, nosotros sabemos que somos parte de ellos, que ellos y ellas somos nosotros, que su obra también es obra nuestra, hecha con las herramientas que juntos forjamos, con el espíritu que juntos pulimos, con los ideales que juntos trazamos.
MAESTRAS, MAESTROS:
Son ustedes orgullo del Magisterio y de nuestro Sindicato. Son ejemplo de generosidad y humanismo. Han cumplido ustedes con creces su compromiso. Vean su entorno, vean su esfuerzo transformado en hombres y mujeres preparados para trabajar, gobernar y engrandecer a su patria.
Su Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, así como los representantes de la educación y la sociedad, les brindan este merecido homenaje.
A nombre de la maestra Elba Esther Gordillo Morales, Presidenta Nacional de nuestro sindicato, y del Profr. Rafael Ochoa Guzmán, Secretario General Ejecutivo, me permito expresarles nuestro respeto y el más sincero reconocimiento a su fructífera y noble labor, que durante tres y cuatro décadas han aportado en aras de forjar un México mejor.
Como Secretario General quiero patentizarles que nos enorgullece dar testimonio de su trayectoria, de su vida plena de realizaciones en el ámbito educativo, y en el fortalecimiento de nuestra Organización Sindical.
Gracias a ustedes, nuestra mentalidad se ha abierto al cambio, a nuevos paradigmas, a transformar la realidad. Con tenacidad y paciencia nos enseñaron a trabajar y a amar el trabajo; a descubrir, crear e inventar; a convivir, a gozar a cabalidad nuestros derechos y hacer lo correcto; en síntesis, gracias a ustedes, hemos aprendido a vivir y a luchar por lo que queremos.
Se han ganado a pulso este homenaje: somos su obra: gracias, mil gracias.
14 de mayo de 2007, Teatro Nazas, Torreón, Coah. .
“La educación pública es la vía que dispone el Estado para impulsar el desarrollo nacional; educarnos, es el camino que cada individuo tiene para construir su propio desarrollo.
La contundente evidencia del poder transformador de la educación es la propia historia nacional: México es lo que es, México es como es, por la acción de la educación, por el impacto profundo de la escuela pública mexicana.”
Profra. Elba Esther Gordillo Morales
Presidenta Nacional del SNTE
DISTINGUIDAS MAESTRAS Y MAESTROS QUE HOY RECIBEN LAS MEDALLAS RAFAEL RAMÍREZ E IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO:
RESPETABLES FAMILIAS DE NUESTROS HOMENAJEADOS:
Todos, absolutamente todos los presentes, guardamos en nuestro corazón y en nuestro pensamiento, gratitud y aprecio por nuestros queridos maestros.
La vida de un maestro está compartida entre su hogar y su escuela; su corazón, repartido entre sus alumnos e hijos.
Por favor, maestros, acompáñenme. Hagamos memoria. Recordemos ese primer día en que llegaron los niños al jardín, en que los tomamos de la mano y les dijimos: “Aquí estarás bien: soy tu maestra, soy tu maestro: yo te protejo”. Y ellos lo entendieron… Fue así como entramos a sus vidas, y ellos entraron a la nuestra.
Ese primer día que les hicimos la promesa de cuidarlos, al mismo tiempo asumimos la misión eterna del magisterio de acompañarlos.
Y empezamos con juegos y rondas; coloreando, cortando, pegando y haciendo trabajitos… y al correr de unos meses y años entre cantos y risas empezaron a leer y a escribir, a contar y sumar, a experimentar y sentir; …y la curiosidad los fue atrapando… y en su vocación insaciable de aventura, tuvimos que acompañarlos… y fuimos sus copilotos en su viaje al universo y viajamos con ellos en su máquina del tiempo, cuando vivieron las revoluciones junto a los héroes de la patria.
Por diferentes caminos los aproximamos a su mundo, hasta que estuvieron en condiciones de apropiárselo casi por su propio esfuerzo.
Estuvimos cerca siempre cuando todo los seducía, les atraían las veredas sin retorno y las brechas estériles o peligrosas. Siempre los reorientamos cuando se extraviaban y los reanimamos cuando se caían. Cuando la violencia trataba de ganarlos, entonces les presentábamos al bien, la verdad y la belleza, les enseñábamos a ayudarse unos a otros y a valerse por sí mismos.
Los protegimos cada minuto de estos 30 y 40 años; los vimos ir saltando etapas, salir de niños y entrar a jóvenes, y arribar a la mayoría de edad.
Los vimos convertirse en hombres y mujeres de provecho… y los vimos graduarse; y este adiós nos dio una mezcla de orgullo y dolor…
Sin embargo, poco nos duró el golpe, porque cuando ya los creíamos perdidos, los vimos regresar trayendo de la mano a sus hijos y últimamente acompañando a sus nietos. Y entonces comprendimos, que ya nunca los perderíamos.
Esta es quizá la gratificación más grande de la docencia: vivir enseñando y enseñar a vivir.
Por esto no comparto la idea de que los maestros sembramos y no nos toca probar los frutos. Ciertamente, nuestras satisfacciones no son materiales, no son concretas, más bien son cualitativas, aprendizajes, desarrollo humano, convivencia: producimos ciudadanos: humanizamos al hombre. Y lo vemos fructificar a diario en el aula, siempre, incesantemente.
Aunque los nuevos conocimientos y las nuevas experiencias parezcan borrarnos de la memoria de nuestros alumnos, nosotros sabemos que somos parte de ellos, que ellos y ellas somos nosotros, que su obra también es obra nuestra, hecha con las herramientas que juntos forjamos, con el espíritu que juntos pulimos, con los ideales que juntos trazamos.
MAESTRAS, MAESTROS:
Son ustedes orgullo del Magisterio y de nuestro Sindicato. Son ejemplo de generosidad y humanismo. Han cumplido ustedes con creces su compromiso. Vean su entorno, vean su esfuerzo transformado en hombres y mujeres preparados para trabajar, gobernar y engrandecer a su patria.
Su Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, así como los representantes de la educación y la sociedad, les brindan este merecido homenaje.
A nombre de la maestra Elba Esther Gordillo Morales, Presidenta Nacional de nuestro sindicato, y del Profr. Rafael Ochoa Guzmán, Secretario General Ejecutivo, me permito expresarles nuestro respeto y el más sincero reconocimiento a su fructífera y noble labor, que durante tres y cuatro décadas han aportado en aras de forjar un México mejor.
Como Secretario General quiero patentizarles que nos enorgullece dar testimonio de su trayectoria, de su vida plena de realizaciones en el ámbito educativo, y en el fortalecimiento de nuestra Organización Sindical.
Gracias a ustedes, nuestra mentalidad se ha abierto al cambio, a nuevos paradigmas, a transformar la realidad. Con tenacidad y paciencia nos enseñaron a trabajar y a amar el trabajo; a descubrir, crear e inventar; a convivir, a gozar a cabalidad nuestros derechos y hacer lo correcto; en síntesis, gracias a ustedes, hemos aprendido a vivir y a luchar por lo que queremos.
Se han ganado a pulso este homenaje: somos su obra: gracias, mil gracias.