martes, mayo 15, 2007

 

DISCURSO PRONUNCIADO POR LA MAESTRA ELBA ESTHER GORDILLO EN LA RESIDENCIA OFICIAL DE LOS PINOS ESTE 15 DE MAYO DEL 2007

Lic. Felipe Calderón Hinojosa.
Presidente de la República.

Lic. Josefina Vázquez Mota.
Secretaria de Educación Pública.

Profr. Rafael Ochoa Guzmán.
Secretario General Ejecutivo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Apreciados miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Respetadas maestras y maestros quienes hoy reciben la presea “Maestro Altamirano” por 40 o más años al servicio de la educación.

Estimadas trabajadoras y trabajadores de la educación a quienes se les otorga el reconocimiento por su destacado desempeño en el Programa de Carrera Magisterial.

Queridas maestras y maestros de México.

Señores representantes de los medios de comunicación.

Señoras y señores.

Para quienes tenemos el privilegio de ser maestros, y aún para quienes no lo son, el 15 de mayo porta infinidad de simbolismos y emociones.

Decir 15 de mayo es no solo hablar de maestro, entrega, sacrificio, sino que también es hablar de compromiso, camino, esperanza.

Decir 15 de mayo, es no solo referirse a la escuela, a la educación, a la cotidiana persecución del conocimiento, sino que es hablar de patria, de nación, de cuna, de raíces.

Somos lo que somos, somos como somos, valoramos lo que tenemos y sustentamos lo que deseamos, por la enorme influencia de nuestros maestros; de esa tenaz y en ocasiones severa actitud de quienes se decidieron a abrirnos la mente y, con ella, el futuro.
Porque, más allá de que lo salarial avance, que los espacios educativos se dignifiquen o el acceso a la escuela sea mejor; por más opciones de capacitación y educación permanente que haya y que el aprecio social por la educación se fortalezca, ser maestro sigue siendo una misión; sigue siendo una vocación; sigue siendo razón de vida.

Hoy, con la entrega del premio “Maestro Altamirano”, la República honra a los maestros que han servido a la educación por 40 o más años de servicio efectivo.

Teniendo como símbolo a Ignacio Manuel Altamirano, que con su plena dedicación a la educación y su indomable espíritu liberal, que se identifican con el maestro mexicano, se les reconoce toda una vida dedicada a compartir con los niños y jóvenes su propio legado de saber.

Igualmente, a quienes se han distinguido frente a grupo, de cada uno de los niveles de educación básica en Carrera Magisterial, el gobierno les reconoce su espíritu de perfeccionarse y educarse permanentemente en beneficio de la calidad educativa.

Se dice fácil; 40 años y más acudiendo día con día, a la cita con el compromiso mayor que pueda existir, desde el hogar, desde la escuela o desde la comunidad: educar, que es entregar a las generaciones que nos continúan la herencia de las raíces que explica de donde venimos, junto con las herramientas del conocimiento, que define hacia donde nos dirigimos.

Se dice fácil: 40 años y más en que han tenido el privilegio de ver infinidad de cambios y, por su fundamental tarea, participar de ellos.

Han sido testigos de cómo el país cambió; de un México rural, incomunicado, en muchos aspectos cobijado en sí mismo, vieron emerger una nación mucho más poblada, urbana, con accesos impensables a la comunicación, y donde los viejos paradigmas fueron estrujados por una modernidad que apenas entendíamos pero que nos avasalló.

Han sido testigos de cómo la educación cambió; de tener un país de analfabetas, con un promedio de educación de apenas tres años, de cómo el acceso generalizado a la educación era una utopía, hoy son testigos de la universalización de la educación primaria, de haber alcanzado 8.5 años de educación per cápita, de haber logrado un analfabetismo por debajo del nueve por ciento y de que no haya una sola comunidad del país que no tenga al menos una escuela y un maestro.

Han sido testigos de cómo cambió la familia; de aquella en que el jefe era un hombre, donde las fuentes de empleo estaban más que aseguradas y los empleos eran para toda la vida; cuando “echarle agua a los frijoles” era la fórmula de la solidaridad, hoy son testigos de una familia cada vez más desintegrada, de mujeres que tienen que ir al mercado laboral en condiciones de inequidad, para aportar el 30 por ciento de la renta familiar; de niños que desperdician muchas horas de su vida frente a la televisión y los video juegos, de cómo la inseguridad se apropio de muchos espacios que antes nos pertenecían.

Han sido testigos de cómo cambiaron nuestros alumnos; de niños que apenas se atrevían a levantar la mirada, que veneraban a los mayores, que difícilmente se comunicaban entre sí, o que tenían para todas sus preguntas el apoyo de una sólida estructura familiar, hoy ven cómo la competencia se da prácticamente por todo y se carece de referentes seguros para de ahí nutrirse.

Han sido testigos de cómo cambió el mundo; de uno bipolar en donde las fronteras significaban soberanía y seguridad y las relaciones internacionales eran opcionales, hoy presencian cómo la interdependencia entre países, sociedades e individuos ha movido todas las piezas, cumpliendo la profecía de esa aldea global que hace apenas unas décadas parecía ciencia ficción.

Y también han sido testigos de cómo cambiaron ustedes, de cómo cambiamos nosotros, de cómo nuestra generación se renovó en prácticamente todo; de cómo tuvimos que aceptar el reto de cambiar una y otra vez, no solo para no quedarnos desfasados, sino para transformarnos; para trascender.

Entendimos, primero, para poder enseñarlo después, que esa es la condición de este nuevo tiempo, porque si antes la permanencia era la constante, hoy lo que prevalece es el cambio; y, en nuestra significativa tarea de educadores, tenemos que enseñar a cambiar, a reinventarnos día con día.

A reinventarnos para que el mercado laboral no nos abandone; a reinventarnos para preservar el equilibrio emocional; a reinventarnos para poder seguir comunicándonos en una sociedad cada vez más autista; a reinventarnos para estar en condiciones de entender la universalidad y defender la patria; a reinventarnos como reto esencial.

Por ese permanente contacto con la realidad, en diferentes foros y circunstancias, los maestros de México hemos defendido las reformas que nos son exigidas como país para recuperar la competitividad, para recobrar la senda del crecimiento y estar en opción verdadera de derrotar a la pobreza y a la marginación.

Cómo podemos los maestros negarnos a entender la realidad, si es frente a nuestros ojos que la pobreza crece; que los pueblos envejecen al vaciarse de la sangre joven que tiene que buscar fuera lo que el país les niega; cómo no ver la realidad e indignarnos al percatarnos de qué manera le negamos al país los instrumentos para evitarlo.
Por eso es que México debe poner los ojos en el futuro; sustentado sí en su vigoroso pasado, pero convertido en experiencia histórica y no en frustración ideológica.

Solo revisando el pasado con perspectiva histórica, el espacio de donde provenimos como cultura y como nación será el portentoso referente que nos permitirá caminar y no la cárcel que nos impida movernos.

Querer o pretender que México siga debatiendo problemas que ya le costaron sangre y ruptura por más de un Siglo, es no solo peligroso sino irresponsable.

Refugiarse en dogmas ya superados, nos condenaría a perpetuar las injusticias que son ya inaceptables.

Teniendo clara la dimensión de los problemas y la urgencia de resolverlos, es que los maestros estamos convencidos que la única manera de hacernos cargo de nuestro porvenir, en condiciones de equidad y sustentabilidad, es educando.

Y en esa tarea no tenemos tiempo que perder; no es una desproporción ni mucho menos una descortesía afirmar que la dimensión de cualquier gobierno, tanto desde la perspectiva política, cuanto la que solo está en condiciones de ofrecer la historia, estará determinada por la prioridad que se le entregue a la educación.

Los gobiernos de México, desde los más lejanos hasta los más cercanos, han decidido su lugar de acuerdo a la importancia que le reconocieron a la educación, y eso resulta simple ya que las obras, o el combate a los lacerantes problemas tienen un momento y un impacto que se diluye más rápido mientras mayor éxito se logre, no así el educativo, que perdura por generaciones, que impacta todo el tiempo a todo el cuerpo social, ya que logra esa transformación que no tiene fin porque es la que se produce en el hombre mismo.

En esta relevante definición no está por demás, nunca estará por demás, expresar el mayor compromiso de los maestros con nuestra materia de trabajo: la educación, con la cual y por la cual estamos decididos a todo.

Muy respetadas maestras y maestros que han llegado a una meta de vida, digna del mayor elogio y admiración.

La República les reconoce hoy, lo que decenas de generaciones de mexicanos les reconocieron cada día, a lo largo de su relevante vida magisterial.

Sé, que para ustedes no hay mayor satisfacción que la de haber cumplido a plenitud con su deber, como también sé que lo seguirán haciendo mientras estén en posibilidad de ello.

Ahí está la diferencia esencial de los maestros, que para nosotros no puede haber tarea concluida ya que la misión de formar niños, jóvenes, hombres y ciudadanos, no termina nunca.

Para quienes tenemos la honrosa responsabilidad de servirles desde el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, por su ejemplo, con su ejemplo, seguiremos trabajando para continuar siendo sus dignos representantes, esforzándonos cada vez más por servirles mejor.

Ese es mi compromiso, ese será también mi honor.

Muchas gracias.





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